Ayer me contaron una historia.
Pedí que me la narrara uno de mis mejores amigos, no porque no la
conociera, sino porque los jóvenes que nos rodeaban en esa noche plácida
necesitaban escuchar relatos como éste. Historias que les muevan por
dentro, que les ilusionen y que les permitan creer. Historias que les hagan pensar, pararse un momento y recapacitar hacia dónde van y qué quieren hacer con sus vidas.
Reflexiono a menudo sobre el futuro de mis hijos, de sus compañeros, de los universitarios que veo en mi día a día. Pienso en ellos y en el mundo que van a vivir. Constantemente me vienen a la mente esos adolescentes de hoy, que viven en hogares confortables, sin grandes problemas de supervivencia, inconscientes de la realidad que les espera. Son jóvenes que están arropados, preparados, que han sido educados en habilidades casi desconocidas, que saben idiomas, que han viajado y han oído hablar de la crisis, pero que no cuentan con los recursos para afrontarla ni asumen que les espera un mundo complicado laboralmente en donde levantarse debe ser algo tan natural como caer.
Sobrecoge escuchar que una gran parte de los jóvenes actuales aspiran a ser funcionarios. En muchos casos se trata de personalidades conformistas a los que la aversión al riesgo les hace pensar así.Sobrecoge escuchar que una gran parte de los jóvenes actuales aspiran a ser funcionarios. En muchos casos se trata de personalidades conformistas a los que la aversión al riesgo les hace pensar así. La capacidad de sobrevivir y no conformarse forma parte de mi historia. Por eso la escribo: para ellos.
Desde sus orígenes, tenía madera de emprendedor. Vibraba con la histora de su abuelo, que con 75 pesetas salió de un pueblo castellano durante la guerra para construir grandes empresas. Nuestra infancia y las vivencias personales construyen el "ADN" vital de cada uno y el de él, pudo surgir ahí. Fue un joven estudiante de ingeniería que abandonó la docencia y la investigación para emprender. Porque el crear empresas formaba parte de su vida. Era su vida.
La comodidad y la seguridad profesional no se concebían en su vocabulario particular. De estudiante, trabajaba y estudiaba a la vez. La iniciativa y el afán de superación en cada actividad que emprendía le permitía tener confianza y emprender otra diferente. Y así sucesivamente hasta hoy. Una beca de estudios en el extranjero le permitió investigar, contactar con profesores y expertos a los que accedía sin conocerles, para convencerles de su proyecto. Estudiaba cada idea que recibía y localizó productores que tenían los materiales que necesitaba. Sólo su ilusión le permitió convencerles de que merecía la pena financiarle y así empezó, sin dinero, con una idea producto de su esfuerzo y tesón.
De esta forma creó su primera empresa y luego otra. Buscó socios y como no podía comprarles su participación, ofrecía su trabajo gratis para participar en otros negocios. Con sólo 27 años, una multinacional le compró parte de su negocio y con ese dinero siguió invirtiendo. Necesitaba retos, quería generar nuevos proyectos, contratar gente, abrir mercados, comprobar que las puertas se van abriendo siempre que trabajas y confías en ti. Que el fracaso es parte del éxito y que la suerte casi siempre viene del empeño. Y que emprender es una forma de salir de la burbuja de la crisis. Es la mejor manera.
El de mi gran amigo, Nacho, es un ejemplo próximo, pero conozco de cerca otras historias apasionantes de jóvenes que conilusión y mucho trabajo han construido de sus sueños realidades empresariales que crecen y crecen y ayudan a nuestra sociedad a superar sus crisis. Que muestran que no es posible crear sin creer. Que encarnan en definitiva el gran camino a seguir.
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Reflexiono a menudo sobre el futuro de mis hijos, de sus compañeros, de los universitarios que veo en mi día a día. Pienso en ellos y en el mundo que van a vivir. Constantemente me vienen a la mente esos adolescentes de hoy, que viven en hogares confortables, sin grandes problemas de supervivencia, inconscientes de la realidad que les espera. Son jóvenes que están arropados, preparados, que han sido educados en habilidades casi desconocidas, que saben idiomas, que han viajado y han oído hablar de la crisis, pero que no cuentan con los recursos para afrontarla ni asumen que les espera un mundo complicado laboralmente en donde levantarse debe ser algo tan natural como caer.
Sobrecoge escuchar que una gran parte de los jóvenes actuales aspiran a ser funcionarios. En muchos casos se trata de personalidades conformistas a los que la aversión al riesgo les hace pensar así.Sobrecoge escuchar que una gran parte de los jóvenes actuales aspiran a ser funcionarios. En muchos casos se trata de personalidades conformistas a los que la aversión al riesgo les hace pensar así. La capacidad de sobrevivir y no conformarse forma parte de mi historia. Por eso la escribo: para ellos.
Desde sus orígenes, tenía madera de emprendedor. Vibraba con la histora de su abuelo, que con 75 pesetas salió de un pueblo castellano durante la guerra para construir grandes empresas. Nuestra infancia y las vivencias personales construyen el "ADN" vital de cada uno y el de él, pudo surgir ahí. Fue un joven estudiante de ingeniería que abandonó la docencia y la investigación para emprender. Porque el crear empresas formaba parte de su vida. Era su vida.
La comodidad y la seguridad profesional no se concebían en su vocabulario particular. De estudiante, trabajaba y estudiaba a la vez. La iniciativa y el afán de superación en cada actividad que emprendía le permitía tener confianza y emprender otra diferente. Y así sucesivamente hasta hoy. Una beca de estudios en el extranjero le permitió investigar, contactar con profesores y expertos a los que accedía sin conocerles, para convencerles de su proyecto. Estudiaba cada idea que recibía y localizó productores que tenían los materiales que necesitaba. Sólo su ilusión le permitió convencerles de que merecía la pena financiarle y así empezó, sin dinero, con una idea producto de su esfuerzo y tesón.
De esta forma creó su primera empresa y luego otra. Buscó socios y como no podía comprarles su participación, ofrecía su trabajo gratis para participar en otros negocios. Con sólo 27 años, una multinacional le compró parte de su negocio y con ese dinero siguió invirtiendo. Necesitaba retos, quería generar nuevos proyectos, contratar gente, abrir mercados, comprobar que las puertas se van abriendo siempre que trabajas y confías en ti. Que el fracaso es parte del éxito y que la suerte casi siempre viene del empeño. Y que emprender es una forma de salir de la burbuja de la crisis. Es la mejor manera.
El de mi gran amigo, Nacho, es un ejemplo próximo, pero conozco de cerca otras historias apasionantes de jóvenes que conilusión y mucho trabajo han construido de sus sueños realidades empresariales que crecen y crecen y ayudan a nuestra sociedad a superar sus crisis. Que muestran que no es posible crear sin creer. Que encarnan en definitiva el gran camino a seguir.
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