Un reciente artículo pone en
cuestión el factor tiempo para el desarrollo emprendedor. La velocidad
del Silicon Valley, explica su autor, no puede ser trasladada
mecánicamente, porque las tradiciones también pesan.
En un artículo difundido hace pocos días
por el diario argentino Clarín, el periodista especializado Francis
Pisani pone la lupa en un aspecto bastante obvio pero poco transitado en
las miradas sobre los ecosistemas emprendedores: el factor tiempo. Y el
referente, claro, es el Silicon Valley. Dice Pisani: “En California
todo el sistema descansa, por las buenas razones económicas, en la
velocidad de la concepción, la ejecución y la ‘estrategia de salida’ (la
compra o la entrada en la bolsa). Hasta queda integrado en el
desarrollo de las aplicaciones con la noción ‘versión beta’, que
consiste en colocar un producto en el mercado antes de que esté listo y
luego mejorarlo gracias a las reacciones de los usuarios.”
Y de inmediato, el autor compara:
“Pero desde Brasil a la India, que
recién recorrí, la tonada suena muy distinta. En Recife, Silvio Meira –
profesor de informática que jugó un papel clave en el desarrollo del
tercer polo tecnológico de su país (después de Sao Paulo y Río de
Janeiro)– me dijo: ‘Silicon Valley tardó 30 años en consolidar su
posición. India se esmera en el afianzamiento de Bangalore desde los
años 70. No se logra mediante el toque de una varita mágica. Hace falta
capacitar decenas de miles de ingenieros, aprender a operar
sistemáticamente.’ Y se necesita, siempre, despertar el espíritu
empresarial.
En Mumbai, India, Vishal Gundal –
emprendedor convertido en empresario – estudió el proceso de Silicon
Valley: ‘Lo que se hace en Estados Unidos en un plazo de dos años tarda
aquí 4 o 5 y el largo plazo puede extenderse hasta 7 o 10’.
Poyni Baht – directora de SINE,
incubadora del Indian Institute of Technology de Bombay, creada en 1999-
me dijo: ‘Nos faltan ejemplos (role model). Aún no contamos con
suficientes empresarios exitosos para promover a una comunidad. La
experiencia es limitada. El fracaso todavía es tabú. Se trata de una
cuestión de ecosistema.’ Mahesh Samat – ex director de Disney en la
India – está convencido de que “los mercados emergentes no crecerán de
un día a otro. No sucedió así ni en Estados Unidos ni en Europa.
Seguirán una curva normal. El crecimiento vertiginoso es una excepción.”
Y Pisani agrega, enseguida:
“El dinero no representa realmente un
problema. Hay en todas partes, pero quienes lo poseen no están
habituados a los riesgos y desconfían de la intangible economía del
conocimiento (…) Dos lecciones se desprenden de la importancia del
tiempo en el desarrollo de la innovación en el mundo. La primera
consiste en que la voluntad de actuar con rapidez puede entrañar una
trampa (tanto para ciertos locales ansiosos de imitar a Silicon Valley
como para los inversionistas extranjeros impacientes por aplicar su
modelo que funciona …en otras partes). La segunda es que (…) la
innovación requiere de dinero, de organización, de desarrollos
líquidos, pero en su avance se entretejen las conductas heredadas de la
tradición… que se mueven a la velocidad del magma.”
El tiempo, esa máscara
¿Cuál es la cuestión de fondo que,
implícitamente, está respondiendo Pisani? Que el fracaso en el intento
de imitar Silicon Valley, tantas veces soñado, adquiere una apariencia
temporal, pero en rigor encierra variables que van más allá del ritmo y
de la velocidad del ciclo emprendedor. Las conductas heredadas de la
tradición, según Pisani, son clave.
Esta observación dispara nuevas
preguntas, ya desde Prodem, que queremos compartir y dejar abiertas:
¿cómo impactan las tradiciones locales en las conductas de los actores
en nuestros contextos? ¿en qué medida los tenemos en cuenta en el diseño
e implementación de iniciativas de cambio? ¿En qué medida escuchamos a
los distintos actores del ecosistema con suficiente atención y adecuados
filtros, para avanzar en esta dirección?
El artículo completo de Pisani puede leerse en:
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