sábado, 11 de agosto de 2012

MIEDO DE DECIR

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POR ALBERTO LEVY |  GENERAL
Creo que hay veces en las que “humano” (alguien, vos, el, yo, a quien llamaré “AE” por Adam y/o Eva) hace cosas (incluyendo especialmente el “decir” cosas, ya que “el decir” es un acto lingüístico) en las que AE no sabe cuál es el objetivo que quiere lograr por hacerlas (decirlas). Para hacer esto más concreto me voy a concentrar en “el decir” como forma específica “del hacer”.

Entonces, AE puede decir o no decir a otro cosas que le gustaría decir porque se sentiría bien de poder decirlas para que el otro las sepa, aunque AE no supiera porqué quiere que el otro las sepa pero que siente que quiere que las sepa. Para colmo (muy pero muy importante) puede ser que AE no sepa porqué le hace sentir bien que el otro las sepa.
Como usted estará de acuerdo, sería una verdad de Perogrullo (no sé cómo se escribe este nombre ni quién fue este tipo, si es que fue) destacar que en este proceso (como en absolutamente todos los demás en los que se involucra el ser humano, clase a la que pertenece AE) resulta imposible separar la Razón de la Emoción.
Vamos al contenido del mensaje que tanto le puede preocupar a AE (o, hasta puede ser, que no le preocupe tanto hasta el punto que podría ser que le preocupe poquitísimo, pero igual quiere que el otro lo sepa).
El contenido, sea cual fuera, va a “recolorear” el vínculo entre AE y el otro, siendo este “recoloreo” imposible de evitar ya que el vínculo jamás puede ser exactamente el mismo después de haber compartido (¿compartido?) el contenido. (Puse “compartido” entre comillas ya que los humanos nunca podemos estar absolutamente seguros de que lo que queríamos transmitir y lo recibido son exactamente el mismo animal. Me parece que mejor que decir “compartido” sería decir “coparido” ya que la realidad la construimos por acoples conductuales de nuestros acoples conductuales como dice nuestro amigo Humberto) (Si Paul W, de bendita memoria, todavía estuviera con nosotros, no se perdería la oportunidad de recordarnos lo de la “realidad inventada” y nos preguntaría si es “real” la realidad.)
Pero me estoy distrayendo. Tengo que volver a lo del contenido y a lo del coloreo y a lo del objetivo de AE.
El contenido que AE construyó en su arquitectura mental (como producto del par inseparable razón-emoción) puede ser algo que AE siente (por favor, no modificar este verbo) “bien”, “lindo”, “positivo” del otro, o siente “mal”, “feo”, “negativo” de ese otro. No. Discúlpenme. Me equivoqué. No es “del” otro. Es “con” el otro.
Primero quiero descartar lo “malfeonegativo”. Después lo recupero.
Vamos a lo “bienlindopositivo”.
Recordemos lo del objetivo. AE puede ni siquiera tener en claro para qué quiere que el otro lo sepa. Recordemos lo del coloreo. AE puede querer transmitir “bienlindopositivo” pero el otro puede recibir “especialdejamónyqueso”. Distorsión Coparida. (Lindo título para un libro).
MI PUNTO CLAVE: No queriendo correr este riesgo por tener miedo de no expresar “bienlindopositivo” o por decirlo en el momento o en el lugar no adecuado o por la falta de zapallitos largos en el Mercado Central, pasa que AE se calla. Mi inquietud (algunas veces insignificante, otras más o menos, pero muchas extremadamente importante) es lo que la pasa a AE, lo que le pasa al otro y lo que le pasa al vínculo por haber sido ocultado, abortado, anulado, descartado, escondido, reprimido o disfrazado el contenido. Todo por el miedo de AE a que el otro reciba “especialdejamónyqueso” y que esto genere un coloreo del vínculo entre ambos que AE no quiere generar. Eso me hace recordar al “sonido del silencio” (the sound of silence).
Pero aquí vuelve la memoria de Paul W. Y nos recuerda el axioma básico de la comunicación humana: “Es imposible no comunicar”. Y entonces me pregunto qué le pasa a AE, al otro y al vínculo con el coloreo de lo comunicado a través de este otro camino!. Qué será peor? Y este dilema me preocupa (a veces mucho, a veces poquito y a veces nada. Si, como con la margarita).
Ahora vamos a “malfeonegativo”. Y la cosa funciona exactamente igual y entonces no agrego nada. Pero me pone mal que, si se pudiera decir lo “malfeonegativo” para tratar de transformarlo a “bienlindopositivo”, algunas veces se podría mejorar el coloreo del vínculo. Y esto también, muchas veces, nos lo perdemos por el “miedo de decir”.
AE me contó que hoy mismo le están pasando todas estas cosas. Quiere mejorar el coloreo (o cree que quiere y, en realidad no sabe muy bien porqué quiere, o cree que quiere, mejorar el coloreo) diciéndole a uno “bienlindopositivo” y a otro “malfeonegativo”. Pero que no va a hacer ni una cosa ni la otra porque le da miedo.
Todo por miedo. Lo que pasa es que Platón dijo (o me dijeron que dijo) que quien no tiene miedo está loco o está muerto.

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