Internet potencia la expansión del ‘homo socialis’, muy consciente de los beneficios de la cooperación.
Por: Tendencias 21
Simulaciones informáticas sobre evolución humana, realizadas por científicos del ETH de Zurich, han revelado que el comportamiento económico individual es más cooperativo de lo que se creía: la gente teme cada vez más la tragedia de los bienes comunes y duda de recibir el mejor servicio de proveedores motivados solo por sus propios beneficios y bonificaciones. Emerge así un ‘homo socialis’, cuyo comportamiento cooperativo está siendo impulsado gracias a Internet.
En simulaciones informáticas sobre evolución humana, científicos del Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH Zurich) han constatado el surgimiento de un “homo socialis”, con un grado de atención a las preferencias de otros más alto de lo que cabría esperar.
Los hallazgos realizados explicarían algunos intrigantes resultados de la economía experimental y señalan la necesidad de crear una nueva teoría económica que tenga en cuenta la existencia de una sociedad de “mentes conectadas en red”.
La economía tiene un hermoso corpus teórico. Pero, ¿describe los mercados reales? Las dudas sobre esta cuestión han emergido en los últimos años como consecuencia de la crisis financiera: esta no debería haber ocurrido, si se tienen en cuenta las teorías económicas establecidas.
Desde hace mucho tiempo, estas teorías se han basado en determinados conceptos, como la hipótesis de la eficiencia de los mercados o el concepto del “homo econnomicus”, esto es, la suposición de la optimización competitiva de individuos y marcas. Se creía que cualquier comportamiento alejado de estos conceptos generaría desventajas y, por tanto, sería eliminado por selección natural.
Sin embargo, evidencias experimentales sobre economía del comportamiento han demostrado que, como media, la gente se comporta con una mayor orientación hacia la justicia y otros aspectos de lo que se esperaba. La teoría desarrollada por los científicos del ETH Zurich explica ahora por qué sucede esto.
“Hemos realizado interacciones simuladas de individuos enfrentados a dilemas sociales, en los que la cooperación de estos resultaría favorable para todo el mundo, pero en los no ser cooperativo resulta tentador”, explica Thomas Grund, uno de los autores del estudio, en un comunicado del ETH publicado vía AlphaGalileo.
“En estas situaciones, la cooperación tiende a erosionarse, lo cual es malo para todos”, añade Grund. Esta situación puede provocar la tragedia de los bienes comunes, tal y como se ha visto con la pesca intensiva, la contaminación ambiental o la evasión fiscal.
Dirk Helbing, coordinador del estudio, explica por su parte: “En comparación con los modelos convencionales sobre la evolución de la cooperación social, nosotros hemos hecho distinciones entre el comportamiento real – la cooperación o no cooperación – y un rasgo de carácter hereditario que describe el grado de atención a las preferencias ajenas, al que hemos definido como ‘amigabilidad’ (friendliness)”.
Por tanto, en este caso se ha contemplado el comportamiento real, que considera no solo el beneficio propio (la “recompensa”), sino también la rentabilidad del resto de los individuos que participan en una interacción, en función de la amigabilidad individual. Así se ha constatado que la amigabilidad se extiende de generación en generación, siguiendo la selección natural.
Por otra parte, en la mayoría de combinaciones de parámetros, los modelos realizados hasta ahora han predicho una evolución del “homo economicus” hacia la obtención del máximo beneficio y las preferencias egoístas, tal y como asume gran parte de la literatura económica. Para el “homo economicus” la importancia de la amigabilidad es nula. Según este concepto, los individuos buscan solo la propia rentabilidad.
El estudio actual, sin embargo, ha revelado que en realidad se producen mutaciones en este tipo de comportamientos. Para sorpresa de los especialistas, parece ser que la selección biológica da lugar a un “homo socialis” que atiende también las preferencias ajenas, especialmente si la descendencia tiende a permanecer cerca de sus padres. En tal caso, con el tiempo pueden evolucionar grupos de individuos amables, condicionados para la cooperación.
Así, si por casualidad nace un individuo incondicionalmente cooperativo, todos se aprovecharían de él y no quedaría rastro de su actitud en la descendencia. Sin embargo, si dicho individuo nace en un entorno favorable, condicionado para la cooperación, se pueden desencadenar transiciones hacia una conducta cooperativa, de manera que el comportamiento centrado en otros merezca la pena. En consecuencia, se extiende socialmente el “homo socialis”.
“Este hallazgo tiene implicaciones fundamentales sobre cómo deberían ser las teorías económicas”, subraya Helbing. La mayor parte del conocimiento económico actual versa sobre el “homo economicus”, pero la gente se pregunta si esta teoría funciona realmente. Resulta necesario escribir un cuerpo teórico comparable al del “homo economicus”, pero sobre el “homo socialis”.
Mientras que el “homo economicus” optimiza su utilidad de manera independiente, el “homo socialis” se pone a sí mismo en el lugar de los demás, para tener en cuenta también los intereses ajenos, explica Grund.
Helbing añade que: “Esto genera algo así como unas “mentes conectadas en red”. Las decisiones de todos los individuos implicados dependen de las preferencias de los demás”. Este hecho cobra una especial relevancia en un mundo tan interconectado como el nuestro.
¿Cómo cambiará este hecho nuestra economía? Hoy en día, muchos clientes dudan de recibir el mejor servicio de personas motivadas solo por sus propios beneficios y bonificaciones.
“Nuestra teoría predice que el nivel de atención a las preferencias de otros se distribuye ampliamente, de egoísta a altruista. La educación académica en economía ha promovido en gran medida el modelo egoísta. Tal vez, nuestro pensamiento económico tenga que cambiar radicalmente y nuestra economía deba ser ejecutada por diferentes tipos de personas”, sugiere Grund.
“El verdadero capitalista tiene en cuenta las preferencias del otro”, añade Helbing, “como ” homo socialis” obtiene una recompensa mucho mayor”. Esto es debido a que el “homo socialis” logra superar la tendencia del homo economicus “hacia la tragedia de los bienes comunes”. La ruptura de la confianza y la cooperación de los mercados financieros en 2008 puede ser vista como un buen ejemplo de esta tendencia destructiva.
“Los medios de comunicación de las redes sociales promoverán un nuevo tipo de economía participativa, en la que la competencia va de la mano de la cooperación”, cree Helbing.
En efecto, el paradigma de la economía digital de los “prosumidores”, señala que Internet, las plataformas sociales, las impresoras 3D y otras novedades generarán consumidores co-productores. “Va a ser difícil saber quién es consumidor y quién es productor”, afirma otro de los autores de la investigación, Christian Waloszek. “Es posible ser ambas cosas a la vez, y esto generará una perspectiva mucho más cooperativa”.
Referencia bibliográfica
Thomas Grund, Christian Waloszek, Dirk Helbing. How Natural Selection Can Create Both Self- and Other-Regarding Preferences, and Networked Minds. Scientific Reports (2013). DOI: 10.1038/srep01480.
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