Yo no soy emprendedor, yo soy saltador. Tenemos la suerte de estar viviendo un instante en la línea del tiempo que trastocará definitivamente el mundo que conocemos. Considero que lo que seamos en este período no es lo fundamental sino que lo esencial es como lo vivimos y en que participamos. La cosa no está en ser emprendedor, funcionario o asalariado, lo destacable es integrarse en el proceso que define este extraordinario momento de la historia. Todas las revoluciones se vivieron como crisis en el momento que sucedían. Suelen ser llamadas crisis por quienes son contemporáneos a esa franja de la historia y revolución por quienes la sobreviven o estudian años después. Este es nuestro caso pues vivimos revoluciones asociadas y en un cruce extraordinario de tipologías.
Lo de ahora es como un parto, doloroso y crítico, pero que en el tiempo nos mostrará que no era más que una revolución como lo fuera en su día la industrial o la imprenta. En estas cuatro o cinco décadas, mientras muchos conviven con su crisis, otros disfrutamos de nuestra revolución. Para dejar de vivir en crisis y vivir la revolución yo incorporo a mi vida cuatro rasgos: la incertidumbre, la vitalidad, la inestabilidad y la deconstrucción.
La incertidumbre es todo cuanto se necesita para estar vivo. Hace años que desconozco que me espera en mi despacho, que riesgos nuevos asumiré o que personas conoceré. Hace años que, tal vez toda la vida, que persigo un lugar definitivo. Sueño con que ese lugar no exista y así poder seguir en su búsqueda hasta el final de mis días. El desconocimiento de cuanto nos espera nos obliga a estar en alerta, en aprendizaje y ser seres humanos en beta constante. Mis proyectos no pueden ser otra cosa y alcanzan su plenitud en el redireccionamiento constante de sus líneas de creación.
La jubilación como concepto anestésico. Sufro por cuantos desean jubilarse. Compadezco a las personas que piensan que el destino de todo esto es llegar a un puerto seguro y así poder tenerlo todo garantizado hasta el último aliento. Considerar que el futuro está garantizado por algún elemento es un error. Creer que los planes de jubilación, pensiones o meriendas similares financiarán nuestra etapa final es, como menos, dudoso. Debemos aceptar que los ingresos de la madurez no serán los mismos en otras etapas. Espero tener fuerzas para seguir haciendo lo que me gusta el resto de mi vida. Cuando físicamente no sea factible, lo será mentalmente. Desear la jubilación es en si misma la prejubilación. Sólo me angustia pensar que habrá un día que no podré correr. Sin embargo pienso que si no puedo correr, cerraré los ojos, me pondré mi iPod, buscaré un lugar con viento y lo soñaré.
La deconstrucción de procesos se instaló ya en nuestro modelo productivo y de gestión. Si en apenas unas décadas todo el plan de gestión de una empresa era el de tener claro cada día lo que le tocaba a todo el mundo hacer, eso ha cambiado radicalmente. En la construcción, en el sector agrario, en la bolsa, en los mercados en muchos lugares, la clave del éxito estaba en que todos los integrantes de una estructura tuvieran claro que les tocaba hacer al despertar cada mañana. Romper esas cadenas suponía un deterioro en el proceso que repercutía en graves consecuencias. Imaginemos el campo donde todos los integrantes de una granja tienen claras sus funciones, taras y actividades durante todos los días de la semana y horas del día. Eso nunca cambió y permaneció siglos igual. Hoy en día nada es así y los procesos ya no pertenecen a los protocolos sino a los análisis de necesidad, riesgo y acción. Esa deconstrucción de procesos ha llevado a industrias poderosas a reinventarse.
La inestabilidad de no soportar la hoja de ruta. Al principio de ser broker de bolsa y mi trabajo era ir avanzando en la escala salarial y subir en el organigrama, todo parecía acertado y sólido. Cada cierto tiempo un ascenso, una mejora, un nuevo despacho. Era tremendamente tranquilizador saber hacia donde iba, cual era el destino y donde se fijaba la nueva meta. Todo estaba escrito, como un libro de vida por cumplir. La evidencia de la estabilidad empezó a angustiarme hasta tal punto que abandoné. No soporto vivir en esa estabilidad paralizante, cobarde y que te impide pensar en grande. Dejé el trabajo y monté un nuevo negocio.
Hace años que interpreto mi vida como una constante búsqueda (deseo de innovar) de retos, experiencias y sueños. Siempre lo hago bajo la esperanza de que, si este es un momento excepcional de la historia, que no se me pase la oportunidad de haberlo vivido. Las características de mi circuito son la incertidumbre, la vitalidad, la deconstrucción y la inestabilidad. ¿Los tuyos?
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