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A muchos de nosotros nos resulta difícil entender la idea general del por qué el amor nace en
 el corazón, cuando hemos aprendido que la mayoría de nuestras emociones son un proceso 
que empieza por la percepción de nuestros sentidos y las reacciones que se generan en nuestro
 cerebro a partir de tales estímulos. Pero existen algunas razones por las que tiene un sentido
 lógico que el amor surja desde el corazón, y estás razones tienen premisas históricas y prácticas. 
Desde las épocas más remotas el corazón ha sido un profundo símbolo del pensamiento
 emocional y el centro espiritual del hombre. La palabra latina “cor” es la base de la 
palabra castellana “corazón” definida como la parte central de un objeto (en inglés core, núcleo 
en español). Muchas filosofías y doctrinas como los Upanishads, Judíos, Cristianos, 
Budistas, etc consideran al corazón como el núcleo del ser que se conecta directamente con
 la divinidad, tal como el anahatha o chakra corazón en el kundalini yoga. La base física
 real para esta repetida conexión entre el corazón humano y la fuente de la vida es el propio
 latido, el pulso rítmico que lleva la sangre vivificante por todo el cuerpo, es la manifestación 
más clara de la fuerza vital en el organismo humano, la pulsación rítmica caracteriza todas
 las cosas vivas tal como en el sonido y la luz se transportan en ondas en nuestro universo físico. 
Al igual que con muchas de nuestras creencias comunes, una mejor comprensión de por
 qué amamos desde corazón requiere mirar atrás en la historia de nuestros antepasados ​​en
 la antigua Grecia. Ellos creían que el corazón era la sede de todo, de la misma manera
que ahora concebimos a nuestro cerebro como la sede de todo lo que nos rodea. Aristóteles 
enseñó que el corazón controla toda la razón, nuestra emoción, e incluso nuestros 
pensamientos discursivos. Así que para un griego antiguo como Aristóteles, sólo tendría 
sentido que el amor surge del corazón y de la misma forma ésta enseñanza se transmitió a los
 romanos. El médico Galeno, que sentó las bases para gran parte de la medicina moderna
 en el oeste, tenía toda una teoría del sistema circulatorio. En esta teoría, el corazón es 
donde las emociones se llevaron a cabo, mientras que el pensamiento racional se llevaba a 
cabo en el cerebro, y las pasiones se originaban en el hígado. 
Los egipcios también centraban una gran importancia en el corazón como órgano y como motor
 del amor. En la mitología egipcia, se decía que el corazón contiene una esencia vital del alma, de
modo que al morir se pesaba contra una pluma para decidir si una persona iría al paraíso. 
Se nos ha enseñado con tanta insistencia que el cerebro es donde se procesa todo lo que nos
sucede, que es difícil de imaginar, en un sentido literal, que el amor se procese en el corazón. 
Pero cuando lo analizamos, podemos observar que la mayoría de nuestras emociones se
 asocian con los otros órganos. Sentimos mariposas en el estómago cuando estamos nerviosos,
 el miedo y las decisiones radicales las ubicamos en sensaciones en nuestros intestinos
 (el sentimiento visceral), y el dolor profundo lo cargamos en nuestro pecho. Todo esto hace 
sentido, si nos fijamos en las respuestas fisiológicas a las emociones, y el hecho de que las
 sentimos más agudamente en órganos que nada tienen que ver con nuestro cerebro. 
De hecho, para entender el amor desde el corazón, no es necesario mirar más allá de las
 reacciones fisiológicas más básicas que la mayoría de nosotros hemos experimentado
 personalmente, y en las que los mismos griegos basaban sus creencias. El estado de emoción, 
un estado definitivamente conectado tanto al amor como a la atracción sexual, se siente,
 ante todo, en el corazón. A medida que el cuerpo se prepara para algo interesante, la 
frecuencia cardiaca aumenta para aumentar el flujo de sangre por todo el cuerpo. El 
aceleramiento del corazón, más que cualquier pensamiento que pudiera cruzar el cerebro, es 
sin duda, lo que se ha asociado siempre a este órgano como el órgano del amor. 
La asociación del corazón con el amor es ampliamente aceptada en nuestra cultura, debido a
 que no solo podemos asociar a los sentimientos como vuelos de nuestra imaginación, si no 
que también los podemos ubicar como procesos reales del cuerpo que los ocasionan. 
Cuando nos sentimos abatidos o alegres, indiferentes o afectuosos, algo ocurre en el cuerpo
 que nos hace sentir así. Lo que ocurre podemos describirlo como un aumento o una 
disminución de la excitación del cuerpo, es decir, diferentes frecuencias de vibración 
producidas por la pulsación básica del corazón. El movimiento de la sangre y los fluidos
 corporales hacia la superficie o hacia el centro del cuerpo representan la reacción de una
 persona ante su medio. Si éste es acogedor, positivo y vitalista, la sangre se precipitará hacia
 la superficie y la persona se lanzará a establecer contacto y estos movimientos terminarán por 
engendrar en sentimientos de afecto y placer o si la excitación es más intensa, de amor y
alegría. En el dolor, la angustia hace que la sangre se retire de la superficie del cuerpo hacia 
el centro, sobrecargando al corazón y produciendo una sensación de pesadez y desesperanza. 
En cuanto a la excitación sexual el contacto íntimo tiene lugar en partes del cuerpo en que la
 sangre llega muy cerca de la superficie, a estos puntos se le conoce como zonas erógenas.
 Cuando las zonas erógenas entran en contacto, la excitación corporal se eleva a los más
 altos niveles humanamente posibles debido al incremento de intensidad del flujo de sangre por
 la superficie del cuerpo, por ésta razón a la sangre se le considera la portadora de eros y al
 corazón se le considera el hogar de eros. 
Por otro lado, los psicólogos definen las emociones como una combinación de procesos 
cognitivos, sensaciones y acciones, esto significa que el amor, no solo incluye lo que 
sentimos, sino también como lo procesamos y como respondemos ante este sentimiento.
 Aunque la fisiología del amor romántico no se ha estudiado ampliamente, los científicos han
 realizado un estudio donde se muestra al amor como una emoción compleja catalizada por
 12 áreas específicas del cerebro, la red del amor de la cual pueden rastrear los síntomas de la 
atracción profunda proveniente de fuentes lógicas y de la producción de químicos en el cerebro. 
Para entenderlo, antes debemos considerar cual es el propósito de las emociones. Desde 1872
 Charles Darwin estableció que las emociones sirven al propósito de la evolución, para que 
una especie pueda sobrevivir, debe transmitir su información genética, las emociones como el 
amor y el deseo nos dan el impulso para reproducirnos. Por está razón, el cerebro adquiere 
la función de evaluar los estímulos para conocer la mejor forma de responder para
 sobrevivir y reproducirse, usa las emociones como motores para convencer al resto del
cuerpo de actuar de acuerdo con ello. 
La parte del cerebro responsable de procesar emociones como el amor es el sistema
 límbico, al que llaman “el cerebro emocional”, una parte del sistema límbico llamada la amigdala 
calcula el valor emocional de los estímulos, el hipotálamo se encarga de regular la 
forma en que respondemos a las emociones y el hipocampo de almacenar los registros de
 emociones de corto a largo plazo. “Una parte de todo el proceso de la atracción está 
fuertemente ligada a la activación fisiológica en su conjunto”, dijo Timothy Loving (si, es
 su nombre real), profesor de ecología humana en la Universidad de Texas. “Por lo general, 
la atracción comienza con cosas como el aumento del ritmo cardíaco, sudoración, etc”. 
Cuando observas a la persona deseada, tu corazón comienza a acelerarse, esto es debido a 
una descarga de adrenalina, dijo el Dr. Reginald Ho, un electrofisiólogo cardíaco del
 Hospital de la Universidad Thomas Jefferson en Filadelfia, EUA. He aquí cómo funciona: El
 cerebro envía señales a la glándula adrenal, que segrega hormonas como la adrenalina,
 la epinefrina y la norepinefrina, éstas fluyen a través de la sangre y hacen que el corazón lata
 más rápido y más fuerte. 
También es probable que la norepinefrina, una hormona del estrés que regula la atención y las
 acciones de respuesta, sea la que te hace sentir debilidad en las rodillas, dijo Helen Fisher,
 profesora de la Universidad Rutgers  El equipo de investigación de Fisher tomó imágenes
 cerebrales de personas que decían estar  “locamente enamoradas” y encontró la actividad en
 el área del cerebro que produce el neurotransmisor de la dopamina y la norepinefrina 
que están estrechamente relacionadas. “Lo que hace la dopamina es que genera la atención 
enfocada, el ansia, la euforia, el deseo y la motivación, en este caso la motivación de ganar 
el premio más grande de la vida”. 
También es probable que estén involucrados el sistema de la serotonina y el del cortisol. Algunos 
de los datos de un estudio italiano indican que una caída en los niveles de serotonina se
 asocia con el pensamiento obsesivo y en el caso del cortisol que se segrega en momentos
 de recordar a seres que hayan causado un impacto en nuestra vida sentimental. 
En general, existen tres sistemas cerebrales implicados en el amor romántico: el impulso sexual,
 el amor y el apego, dijo Fisher. El impulso sexual evolucionó en el ser humano para que buscara
 conseguir la mayor cantidad de parejas, la parte de “amor” es para enfocar la energía de
 apareamiento en una persona en específico a la vez, y el “apego” es lo que nos permite tolerar
 a nuestras parejas, el tiempo suficiente como para poder tener hijos con él o ella. 
Estos sistemas normalmente están conectados, pero pueden funcionar por separado. Eso 
significa que podemos comenzar con uno de ellos – el sexo casual, o un intenso sentimiento 
de amor, o una conexión emocional – y pasar a los demás. Por ejemplo, lo que pudo comenzar 
como una aventura de una noche se puede sentir como algo más si la  producción de las
 hormonas oxitocina y vasopresina fue mayor durante el orgasmo, de tal manera que nos dejarían 
sintiendo profundamente apegados a la otra persona. Es muy probable sentirse enamorado
 después de ese encuentro, o sentirse responsable por la persona, a causa de estas hormonas. 
El equipo de Fisher descubrió que el amor romántico no necesariamente muere en términos 
de producción de hormonas, ya que se encontraron con la misma actividad en el área del 
cerebro que produce dopamina de las personas que dijeron estar enamoradas después de
 20 años de matrimonio como en la gente que acababa de enamorarse. 
En conclusión, los estudios científicos sobre el amor sugieren que la frase “te amo con todo mi 
corazón” es prácticamente una mentira. Es imposible amar con todo el corazón, ya que 
la función del corazón es bombear sangre a todos los órganos del cuerpo, incluyendo
 el cerebro. Sin embargo, se podría argumentar que sin sangre, el cerebro no funciona y por 
lo tanto nos sería físicamente imposible amar desde el cerebro. Por lo tanto, los dos órganos 
tienen una relación simbiótica cuando se trata de esta emoción popular que llamamos amor, 
tal vez sea el momento de unirlos en nuestras siguientes creaciones y manifestaciones románticas. 

Con Info de: 
-“El Amor, el Sexo y la Salud del Corazón” de Alexander Lowen