Publicado por: Carme Gibert
Maria Aurèlia Capmany (Barcelona, 1918-1991) fue, ante todo, una mujer con carácter. Un alma libre. Novelista, dramaturga, ensayista y a la vez maestra, mujer política, feminista, barcelonesa de raíz y catalanista, Capmany fue una de estas mujeres que fue libre en unos momentos de nuestro país en que todos, pero sobre todo las mujeres, estábamos más que encorsetadas.
Capmany, hija y nieta de intelectuales, se crió cerca de Las Ramblas de Barcelona y fue al Institut-Escola de la Generalitat republicana, un sistema educativo laico, mixto y progresista que la formó en un ambiente cultural e intelectual abierto y librepensador que más tarde completó con la carrera de Filosofía en la Universidad de Barcelona.
Maria Aurèlia era una mujer con una fuerte personalidad. Ahora diríamos que con marca propia. Franca, dura a veces, con un torrente de palabras y de ideas bien enlazadas siempre en la boca. Apasionada, algo insolente, arisca pero curiosa, un vendaval intelectual e ideológico que, a través de su voz ronca, casi varonil, podía fácilmente plegar al interlocutor si no se andaba con cuidado.
Nunca seré lo bastante vieja ni lo bastante cobarde como para no volver a empezar de cero y con las manos vacías
Gran feminista, desacomplejada y poco agraciada, fumaba a menudo unos puritos de nombre anacrónico, los “señoritas”. Su imagen, como la de Chavela Vargas o la de Sara Montiel, está muy ligada a éstos puros, que no se sabe si fumaba más por provocación que por convicción.
La polifacética obra literaria de Maria Aurèlia – narrativa, novela, teatro, ensayo, opinión, memorias – es quizá menos conocida que su faceta política, que ejerció con pasión desde los inicios de la democracia, siendo una de las voces más ovacionadas en el llamado “Miting de la Llibertat”, que en junio de 1976 desbordó el Palau Sant Jordi de Barcelona. Después, y hasta su muerte, fue Concejal de Cultura y de Ediciones durante la etapa de Pasqual Maragall frente al Ayuntamiento de Barcelona.
Luchadora inquebrantable, rebelde inconformista, murió en 1991 casi al mismo tiempo que su compañero de vida, el poeta y escritor mallorquín Jaume Vidal Alcover. Antes del mítico 1992, se fue Maria Aurèlia Capmany, una mujer con marca propia.
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