Leticia Costa Delgado
con Estanislao Bachrach, científico argentino que esta semana captó la atención de cientos de ingenieros y empresarios reunidos en el Radisson Victoria Plaza.
Especialista en Neurociencia y con 17 años como estudiante e investigador de enfermedades que afectan al cerebro, Bach-rach abandonó la medicina para asesorar empresas sobre cómo sacar más partido de las funciones del órgano vital.
Ágilmente.
Estanislao Bachrach estudió Biología Molecular en la Universidad de Buenos Aires. Además, realizó un doctorado en la Universidad de Montpellier, Francia, y trabajó como docente e investigador de la Universidad de Harvard.
En un momento se dio cuenta que no era feliz y cambió de rumbo. Hoy es profesor de Liderazgo e Innovación en la Universidad Torcuato di Tella, en Buenos Aires, y autor de ÁgilMente, el libro de no ficción más vendido de Argentina. Asimismo, tiene una productora y llena salas enteras en jornadas sobre creatividad, innovación y recursos humanos.
Su punto de partida es que la Biología y la Neurociencia saben hoy cómo funciona el cerebro en el trabajo, cuándo gasta más o menos energía, cuándo se distrae, qué tiene que pasar para que genere ideas nuevas y por qué puede volverse ineficiente; elementos todos que pueden ser capitalizados por el mundo laboral.
Por ejemplo, ilustró, estudios con resonancias magnéticas han visto que cuando alguien trata de hacer muchas actividades el cerebro emite una onda que se conoce como "Beta". Si está relajado y haciendo algo que le gusta, como jugar o correr, emite ondas "Alfa". Paradójicamente, en el pico más alto de las ondas alfa es que surgen las ideas nuevas, (identificadas en los estudios como ondas "Gamma").
"Cuando uno está comprometido con su trabajo, le surgen ideas haciendo otra cosa, no trabajando, pero las anota y se entusiasma en llevarlas a cabo (las ondas gamma hacen que se genere dopamina, una hormona que estimula la ejecución). Pero si no está comprometido, piensa `qué boludo estoy pensando en el trabajo` y aplasta la idea que surgió".
Es decir, agregó, por un lado hay que tener espacios de disfrute porque es en momentos de calma y placer cuando aparecen ideas novedosas (no en la locura de la oficina); y por otro lado, es necesario estar comprometido con el trabajo para que el subconsciente siga trabajando para uno después que terminó el horario laboral.
El Estado.
Bachrach admitió que "el tema de la creatividad" está de moda, pero aseguró que es "absolutamente real" que las empresas, las administraciones y los gobiernos necesitan creatividad para hacer una diferencia. "No hay que pensar la innovación como un teléfono. Son mejoras pequeñas que agregan valor y son novedosas", aclaró. En su opinión, uno de los sectores que podría sacar más partido de esto es el Estado.
"Esto tiene que bajar a los gobiernos, pensando en el ciudadano, en qué se le tiene que dar para que esté mejor". Bachrach dijo ser consciente que "los Estados son monstruos" pero también que su transformación depende solamente de una decisión política, y de las personas. "Cuanto más burocracia, más gente y más años trabajando igual es más difícil cambiar, pero si el líder se siente atraído es posible", agregó.
Para Bachrach, la clave es demostrar que "a nadie se le quiere sacar nada", sino al revés. "Innovar significa pensar distinto, hacer cosas que no habían hecho antes partiendo de la base de que ya está trabajando bien pero pueden mejorar y sentirse más cómodos y conformes con lo que hacen".
El especialista se mostró optimista en cuanto a ejecutar cambios en Uruguay. "En mi país (Argentina) es muy difícil por cuestiones políticas y de corrupción. Uruguay es ideal porque es pequeño, todos se conocen y, en general, es más ordenado que Argentina", subrayó el científico.
Según dijo, lo bueno de cambiar la forma de trabajar y modificar el modo en que el cerebro piensa, es que, inevitablemente, se obtienen modificaciones en la vida cotidiana, las relaciones personales y la vida familiar. "Si tu cerebro cambia, vos cambiaste", enfatizó.
Perfiles.
Bachrach explicó que para innovar, ser creativo y cambiar la forma de pensar el trabajo es necesario saber qué tipo de trabajador se es al momento de comenzar el proceso.
El científico identificó seis perfiles: el resistente (va a trabajar pero no le importa), el apático (lo hace porque tiene que hacerlo), el conforme (siente que cumple al ir a trabajar), el que está de acuerdo (cree que es importante), el comprometido (siente que es bueno para él) y el apasionado, al que le gusta ir a trabajar.
Todas las personas pasan por alguno de estos estados en su vida, pero para innovar hay que esforzarse y enfrentar la actividad como los últimos dos perfiles, el comprometido y el apasionado.
Esto tiene detrás algo que para Bachrach es "el principio número 1" y es que el cerebro es "extremadamente egoísta" y todo lo hace para sentirse bien o, dicho de otro modo, para no sentirse mal.
"Cuando ustedes se quedan cuidando a su hijo porque tiene fiebre… es feo lo que voy a decir pero lo hacen por ustedes, no por su hijo. Su cerebro no quiere pasar mal y si lo ve con 39 de fiebre pasa mal. Entonces, se quedan a cuidarlo. Así sobrevive la especie humana", dijo en el Encuentro Genexus.
Entonces, si un trabajador "no se da cuenta" que tiene que ir a trabajar por él (no por su jefe ni la firma), porque si va aprende, se desarrolla, crece, se conecta con otros y eso es bueno para él, agregó, no va a desarrollar su creatividad.
"El discurso de que hay que estar comprometido con la compañía o el cliente, para la neurociencia es una estupidez", remarcó. "Si uno no se da cuenta que desarrollar la creatividad le sirve, no va a hacer un mejor producto para la compañía", porque su cerebro no siente que le sirva como desafío profesional o intelectual.
Desafíos.
Para lograrlo, otro desafío a enfrentar es que de 65.000 pensamientos promedio que una persona tiene en un día, 95 de 100 "son siempre los mismos". Otro aspecto a superar es que la creatividad implica hacer algo nuevo, que tenga valor y eso al cerebro no le gusta. "Si ustedes van a resolver un problema y piensan en la ballena azul el cerebro les va a decir `pará, por qué pensás en la ballena azul` si esto se resuelve con lo que tenemos acá", ejemplificó. Del mismo modo, las ideas están ordenadas en áreas y categorías (algo que para Bachrach es una consecuencia de la educación tradicional).
Para modificar o generar algo nuevo es necesario vincular conceptos y puntos de vista. "Todo lo que tenés en la cabeza sirve; ser creativo es hacer algo nuevo con cosas que ya existen". Después sí es importante diagramar una estrategia, prepararse y ver qué cambiar.
También hay que identificar los prejuicios de los que se parte. Luego hacer una lluvia de ideas y plantearse decenas de ellas aunque no tengan relación lógica y tratar de tener momentos de humor y juego porque generan dopamina (hormona necesaria para las ideas). Después sí, implementar.
Detrás de todo ese proceso hay dos elementos básicos: desinhibirse (la inhibición es mental no cerebral, el cerebro puede hacer lo que uno quiera, según Bachrach) y tener intención. Si no se quiere hacer algo el cerebro no lo hace, enfatizó.
Así y todo, Bachrach fue enfático en que cualquier persona y en cualquier empresa puede haber innovación. "Innovar puede ser ver cómo llevarse mejor dentro de la compañía, que la comunicación mejore, que el cliente tenga una experiencia más positiva de lo que recibe… en cualquier lugar se puede hacer", concluyó.
La cifra
60.000
Pensamientos son los que, en promedio, tiene una persona en un día. De cada 100 ideas, 95 son siempre las mismas.
CIENTÍFICO INNOVADOR
Estanislao Bachrach es Doctor en Biología Molecular de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Montpellier en Francia. Además, posee una maestría en Dirección de Empresas por la Universidad Torcuato Di Tella, donde hoy se desempeña como profesor full-time de Liderazgo e Innovación. Enseñó e investigó en la Universidad de Harvard durante cinco años donde sus estudiantes le otorgaron el Certificate of Distinction in Teaching Biological Sciences por cuatro años consecutivos. En septiembre de 2012 publicó su primer libro, "ÁgilMente", que se convirtió en best seller y el libro de no ficción más vendido de Argentina.
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