Creo que la gran mayoría de nosotros conocemos a este personaje por la película que protagonizó Robin Williams hace ya varios años. Sin embargo les puedo decir que el verdadero Patch Adams está lejos de aquella interpretación que realizó el actor estadounidense; él sí que está loco, pero ojalá hubiera más locos como en él en el mundo.
Patch Adams es, en pocas palabras, una persona que combate la violencia a través de impactar el estado emocional de los individuos con sus “payasadas”, es un hombre que aborrece la fama, que critica abierta y decididamente al gobierno de los Estados Unidos por ser el país que más muertes provoca en el mundo, que increpa a Barack Obama por no haber cumplido su promesa de cerrar Guantánamo, que plantea la ética como una forma de vida, que todos los años organiza un viaje a diferentes países de África con un grupo de voluntarios para atender y llevar medicamentos a los niños, pero más importante aún, llevar un poco alegría y consuelo, es un individuo que pregona la importancia de seguir nuestra esencia y personalidad más allá de lo que pueda pensar la sociedad de estas.
Pero quizá, y desde un área que como ustedes saben es de mi particular interés, lo que más me sorprendió de este “médico payaso” es su profundo conocimiento de la comunicación no verbal, de la naturaleza y del comportamiento humano;Patch Adams es capaz de interpretar emociones como ya quisiéramos muchos poder hacerlo y para mí es evidente que esta aptitud la pulió y perfeccionó a través de una práctica de vida; quizá en esta capacidad radica el éxito de su “risoterapia”.
Y precisamente por lo anterior, es que vino a mí la motivación para editar un texto que ya había publicado en este blog. Espero que sea de su interés:
(…) “Un leve dolor en la ingle me llevo a consultar al médico. No parecía haber nada anormal hasta que miró los resultados de un análisis de orina: la misma tenía restos de sangre.
–Quiero que vaya al hospital y se haga algunas pruebas…de funcionamiento del riñón, citología…– dijo en tono formal.
No sé qué dijo a continuación. Mi mente quedó paralizada al oír la palabra citología. Cáncer.
Recuerdo vagamente que me explicó dónde y cuándo hacerme los análisis… pero tuve que pedirle que me las repitiera tres o cuatro veces. Citología… Mi mente no podía dejar la palabra de lado. Su sola mención me hacía sentir como si me hubieran asaltado en la puerta de mi casa.
¿Por qué tuve que reaccionar tan exageradamente? Mi médico sólo estaba actuando concienzuda y competentemente… En el reino de la enfermedad, las emociones son soberanas y el temor es un pensamiento dominante. (Goleman, D. 197).
Este ejemplo expuesto por Daniel Goleman en su obra “La Inteligencia Emocional” nos habla de lo vulnerables que somos los seres humanos cuando estamos o pensamos que podemos estar enfermos (en especial cuando es o puede ser una enfermedad grave).
Si a lo anterior le sumamos la falta de tacto e inteligencia emocional que pueden llegar a tener algunos médicos, la experiencia se torna aún más complicada para el paciente. Y es que para nadie es un secreto que anteriormente las emociones de los pacientes poco o nada le importaban a medicina occidental. De hecho, su entrenamiento como médicos los llevaba disminuir su sensibilidad ante éstas para poder ser fríos, calculadores y objetivos en sus decisiones.
(…)Este descuido por la realidad emocional de la enfermedad deja de lado un conjunto creciente de pruebas que demuestran que los estados emocionales de las personas pueden jugar a veces un papel significativo en su vulnerabilidad ante la enfermedad y en el curso de su recuperación. (Goleman, D. 198).
En otras palabras, que la mente es reina, y si esta se enfoca en la posibilidad de que estemos enfermos, el miedo podría terminar por generar más sufrimiento que dolor físico, por simular algunos síntomas, por afectar nuestra recuperación o incluso, por enfermarnos aún más.
Afortunadamente y a raíz de los más recientes estudios sobre cómo las emociones afectan nuestra salud, esto está cambiando. Cada día es más común encontrar a médicos que preocupan por el estado emocional de sus pacientes, que los consuelan, que los tranquilizan y que les recomiendan sonreír y ser más felices como parte de su tratamiento. Y por supuesto que no pretendo que todos los doctores sean como Patch Adams, pero quienes, como yo, le tenemos pavor a los hospitales no me dejaran mentir: es mucho más llevadero y agradable encontrarte con médico que tiene la capacidad de empatizar con nuestros nervios, preocupación y miedos.
(…) Más allá del argumento humanitario de que los médicos deben mostrar preocupación además de ofrecer una cura, existen otras razones apremiantes para considerar la realidad psicológica y social de los pacientes como algo que pertenece al reino médico en lugar de estar separado del mismo. En la actualidad, se puede afirmar que existe un margen de eficiencia médica, tanto en la prevención como en el tratamiento, que puede lograrse tratando el estado emocional de las personas junto con su estado físico.(Goleman, D. 198).
La medicina es sin duda una de las disciplinas que más actualización en los conocimientos exige, así que a todos esos médicos que a raíz de ese constante deseo por ser cada vez mejores en su profesión han ido cambiando su forma de relacionarse con sus pacientes y han incluido a las emociones como parte de su diagnóstico pero también de su tratamiento: muchas felicidades.
Fuentes:
Daniel Goleman: La inteligencia Emocional, cuando lo inteligente es tonto. Ed. Vergara 2000 México DF.
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