viernes, 31 de enero de 2014

El día que Nietzsche lloró - Irvin D. Yalom

Creo que lo que me atrae es la huida, no del peligro, sino de la seguridad. Quizás haya vivido demasiado seguro.
-Puede que vivir de manera segura sea peligroso. Peligroso y mortal.
-La vida de la que quiero escapar es la de la burguesía médica vienesa de 1882. Sé que los demás envidian mi vida, pero a mí me aterra. Me aterra lo que tiene de monótono y previsible. ¿Sabe lo que quiero decir Friedrich? Nietzsche asintió.
- ¿Recuerda que me preguntó, si tener migraña tenía alguna ventaja? Fue una buena pregunta. Me ayudó a pensar en mi vida de modo diferente. ¿Y recuerda que le respondí que la migraña me había obligado a renunciar a la universidad? Todos lamentaron mi desgracia y estoy seguro de que la historia dirá que la enfermedad de Nietzsche terminó con su carrera de una forma trágica. Pero no es así. Lo contrario es verdad. La cátedra en la Universidad de Basilea era mi condena a muerte. Me condenaba a la vida vacía de la academia a y pasar el resto de mis días trabajando para poder mantener a mi madre y a mi hermana.
-Y luego, Friedrich, la migraña descendió sobre usted.

No hay comentarios:

Publicar un comentario