Dos cajas sobre la mesa. En una se encuentran términos abstractos apuntados en papelitos: «tiempo, viento, alegría…». En la otra, todo lo papable: «Reloj, bicicleta, sifón…». Cada alumno elije una palabra de cada continente y describe ambos conceptos, por separado, utilizando otros términos. Es decir, de cada uno saca una nueva lista de palabras relacionadas. Por último, se combinan ambas tablas. «Puede salir, por ejemplo: Tostadora/Recuerdos», termina de explicar el ejercicio Lucas L. Daglio, «y en dos horas deben inventar algo que combine esos dos elementos que hasta ese momento no tenían nada que ver. Se ha creado algo nuevo».
Stay Hungry Stay Foolish es el taller que Daglio y su compañera Guadalupe González han montado en Barcelona para que nadie en la Ciudad Condal pueda decir que se quedó sin ideas. Estos argentinos formados en publicidad, docencia y diseño creen que la creatividad, más que un don, es una técnica que se puede aprender. Y ellos están dispuestos a impartirla.
Definen su proyecto como “un espacio de entrenamiento creativo». Un gimnasio de la imaginación. «Hemos querido crear un lugar donde las aptitudes, conocimientos y experiencias de cada persona se sometan a prueba a través de técnicas que permiten conducir, manipular y despertar la creatividad. Un lugar para redescubrir lo que a cada uno le apasiona, para trabajar sobre un conocimiento o aptitud con el fin de ponerlo en marcha y potenciarlo».
En una de las clases, Daglio y González les piden a sus alumnos que imaginen un viaje a un lugar donde algo cambia radicalmente respecto al lugar de donde procedemos. «Por ejemplo, una ciudad donde el medio de trasporte es el viento», explica el fundador. «¿Cuántas cosas cambiarían a partir de eso? ¿Para moverse así habría que llevar las mismas ropas? ¿Los horarios serían parecidos? ¿Comeríamos lo mismo? ¿Viviríamos en el mismo tipo de viviendas? Puede ser que ese cambio cambiase nuestro sistema de vida al completo. El alumno debe describir, detalle por detalle, cómo se vive y se solucionan los problemas en esa ciudad imaginaria».
Según estos expertos de la ocurrencia, el truco está en «rascar un poco la superficie para que surjan nuevas ideas». Cuenta Daglio que ser creativo empieza por «cambiar las reglas que seguimos celosamente, apostar por la rebeldía ante los absolutismos, desafiar a las certezas, poner trampas al pensamiento convencional y emboscar a la incredulidad». «Los ejercicios son dispositivos que cumplen la función de incomodar al pensamiento lineal y buscar salidas alternativas y originales».
Durante las tres horas semanales (en 9 semanas) que dura su taller, trabajan por dejar la cabeza de los asistentes minada de retos que acaben sabiendo reconducir bien por sí solos. Técnicas que también utilizan para sus programas con equipos empresariales y que renuevan cada 15 días en otros minitalleres de un día al que también pueden asistir interesados. «Nosotros somos los primeros que no podemos dejar estancada nuestra creatividad y nuevas ideas y métodos», entienden. Dentro de poco pretenden contar con la opción de asistencia online.
«Recombinar, reconectar. De eso va la creatividad», insiste el argentino. «Un invento no es más que algo que se origina de la reconexión que parecía no tener». En Stay Hungry Stay Foolish, nombre inspirado en el famoso discurso de Steve Jobs en la universidad de Standford, entienden la inventiva como «un proceso de complejidad gradual y creciente a partir del cual puedan obtenerse resultados tangibles». Ellos, que han preparado sus cursos para que sirvan a todo tipo de individuos («tengan el trabajo que tengan»), diseñan sus «entrenamientos» desde una perspectiva «orgánica en su análisis, comprensión y génesis, pero fundamentalmente desde la exploración de los recursos internos, la experiencia y las técnicas para conducirla, manipularla y despertarla», define Daglio.
Primero se hace una entrevista personal a cada participante, se analizan sus capacidades y anhelos, y a partir de ahí se prepara un entrenamiento individualizado que logre «desempolvar conocimientos» y otorgue a los participantes nuevas herramientas con las que resolver las más variadas situaciones.
«Ejercicios que incomodan al pensamiento lineal y que obligan a buscar salidas alternativas y originales», afirman, «en definitiva, hacer que la creatividad salga a jugar un rato».
Su experiencia les dice que la creatividad no es un don ni una inspiración divina. Por eso están dispuestos a bendecir con ella a quien quiera conocerles. Al fin y al cabo, aseguran, «esto tan solo se trata de saber estar con los pies en la tierra y la cabeza en la luna».
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