miércoles, 5 de marzo de 2014

LA MIRADA DEL VIAJERO

http://www.alexrovira.com/reflexiones/blog/articulo/la-mirada-del-viajero 

Esta semana, un breve cuento que nos habla de cómo miramos al otro, de cómo nuestra realidad mezcla objetividad y subjetividad. De cómo nuestro modo de mirar el mundo hace, en parte, que el mundo nos hable de una determinada manera.

Érase una vez, un sabio anciano estaba sentado en una roca, justo al lado de una enorme puerta que daba entrada a una gran y próspera ciudad amurallada en el desierto. Un viajero procedente de un país muy lejano, se acercó al anciano antes de traspasar el umbral de la puerta de acceso a la ciudad, y le preguntó:
―Dígame señor, ¿cómo es la gente que vive en esta ciudad?
―Dígame usted algo antes de que yo le responda: ¿cómo es la gente de la ciudad de donde usted procede?―respondió el anciano.
―¡Mala gente! ―exclamó el viajero―. Son poco de fiar: holgazanes, perezosos, criticones,  egoístas, vanidosos, embusteros… ¡Por eso me marché de allí y busco un lugar mejor en el que vivir!
―¡Vaya! ―dijo el anciano―. Pues me temo que en esta ciudad se va encontrar con lo mismo.
Tal fue la frustración del viajero al oír eso que, cabizbajo y triste, decidió no entrar en la ciudad y seguir su viaje a la búsqueda de un mejor lugar donde vivir.
Ese mismo día, por la tarde, un nuevo viajero más joven y alegre llegó a la puerta de la ciudad, donde el anciano seguía sentado sobre su roca. El joven se acercó a él, y le preguntó:
―Por favor, amable señor, voy a entrar en esta ciudad, pero antes quisiera saber cómo es la gente que vive aquí. Si usted me pudiera decir algo sobre ellos, se lo agradecería.
―Claro que te diré cómo son ―respondió el anciano―. Pero antes dime, muchacho, ¿cómo es la gente de la ciudad de donde tú procedes?
―¡Buena gente! ―exclamó el joven sin pensarlo demasiado―. Obviamente hay de todo, pero en general creo que la mayoría son bella gente que hacen lo que pueden con lo que tienen. Puedes contar con ellos, sin duda. Por supuesto que también hay algunos personajes retorcidos y menos de fiar, pero incluso a esos, según cómo les tratas y entras, puedes darles la vuelta. Sí, yo diría que la amplísima mayoría son buena gente.
El anciano sonrió, y seguidamente respondió al joven viajero:
―¡Bienvenido, muchacho! Entra en esta ciudad que te espera, porque vas a encontrar tanta buena gente como encontraste en la ciudad de la que procedes. ¡Buena Suerte!

Besos y abrazos,

Álex

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