El Dalai Lama está estos días girando por EEUU, donde ha impartido diversas conferencias. Pero la que más ha llamado la atención es la que ha celebrado en la Universidad de Santa Clara, en pleno Silicon Valley, sobre “Negocios, Ética y Compasión”, a la que asistieron más de 4.000 personas que pagaron 130 dólares por escuchar a su santidad
¿Qué tiene que aportar el XIV Dalai Lama, líder espiritual del budismo tibetano, al vertiginoso mundo de la innovación tecnológica? Como es habitual, sus palabras han girado en torno a la compasión, la cualidad que siempre defiende como esencial en el ser humano. También cuando se está haciendo negocios, algo a lo que no es ajeno el líder espiritual, que recaudó 520.000 dólares en la conferencia.
Para el Dalai Lama, la compasión es esencial para reducir la ansiedad, el estrés y mejorar nuestra salud. “El sistema sanitario moderno está organizado como un negocio, pero incluso los negocios necesitan un sentido de la ética”, ha explicado el líder budista en un diálogo mantenido con Lloyd Dean, CEO de Dignity Health, la quinta cadena de hospitales de EEUU. “Ya que tenemos un cuerpo y una mente, necesitamos la paz mental y el bienestar físico que proporciona la compasión. Es por ello que tenemos que educar a la gente para aumentar su preocupación por el bienestar de los demás”. Incluso una actividad tan deplorable como la guerra, aseguro el líder espiritual, “llevada a cabo con compasión puede limitar el daño”.
Ante todo somos animales sociales. Hay emoción. Hay algo que nos une. Tanto en las comunidades como en las empresasEl Dalai Lama aseguró que, incluso en un lugar en el que la competencia es feroz, se puede trabajar la compasión, siguiendo unas máximas: “Sé honesto, veraz, transparente y hazte cargo de tus trabajadores”. El líder budista se refirió, en concreto, a las relaciones laborales. En su opinión, la infelicidad es el principio de todo tipo de explotación, tanto étnica como laboral. “Ante todo, somos animales sociales. Hay emoción. Hay algo que nos une. Tanto en las comunidades como en las empresas”.
¿Puede la compasión triunfar en Silicon Valley?
En la segunda parte del evento, el Dalai Lama mantuvo una charla con dos pesos pesados de la innovación tecnológica, el cofundador de Adobe, Charles Geschke, y el antiguo presidente de Intel, Jane Shaw. Este último aseguró que la compasión puede estar presente en el día a día de las decisiones empresariales, y puso como ejemplo el momento en el que, siendo presidente de Intel, decidió no usar ningún mineral para la fabricación de sus procesadores que procediera del Congo, donde el conflicto armado había provocado un descenso brutal del precio de diversos materiales.
El monje es hoy una superestrella de la espiritualidad que llena auditorios allá donde vaNo todos los días se escuchan en Silicon Valley palabras sobre ética y compasión, pero no es la primera vez que el Dalai Lama, que cuenta ya con 78 primaveras, lleva su mensaje al entorno empresarial y tecnológico. En su página web, el líder espiritual ha trasladado su opinión sobre muchas materias, incluida la ciencia y la innovación. En su opinión, “ya no es adecuado pensar que nuestra responsabilidad como sociedad debe limitarse a avanzar en el conocimiento científico, mejorar aún más la tecnología, y dejar la decisión sobre qué hacer con ese conocimiento y poder en manos de cada individuo”. Unas palabras que parecen chocar con el mismo espíritu del “valle del silicio”.
Poco importa. Según apuntó el periódico San Jose Mercury News, a la conferencia de Silicon Valley acudieron todo tipo de curiosos: estudiantes, emprendedores, monjes budistas… El Dalai Lama es hoy una superestrella de la espiritualidad, que llena auditorios allá donde va. Basta observar su apretada agenda: su gira por EEUU (que ha sido muy criticada por China) finalizará el 7 de marzo con un discurso en Washington. Sólo una semana después estará en la India, donde tiene programadas 7 conferencias; en junio visitará Italia, donde dará otras tres charlas; en julio pasará otra semana en la India, y en agosto en Alemania. Una agenda que, a juzgar por el precio de las entradas, se parece más a la de una banda de rock que a la de un líder religioso.