«Lo esencialmente confuso, intrincado, es la realidad vital concreta, que es siempre única. El que sea capaz de orientarse con precisión en ella; el que vislumbre bajo el caos que presenta toda situación vital la anatomía secreta del instante; en suma, el que no se pierda en la vida, ese es de verdad una cabeza clara. Observad a los que os rodean y veréis cómo avanzan perdidos por su vida, van como sonámbulos, dentro de su buena o mala suerte, sin tener la más ligera sospecha de lo que les pasa. Les oiréis hablar en fórmulas taxativas sobre sí mismos y sobre su contorno, lo que indicaría que poseen ideas sobre todo ello. Pero si analizáis someramente esas ideas notaréis que no reflejan mucho ni poco la realidad a la que parecen referirse, y si ahondáis más en el análisis hallaréis que ni siquiera pretenden ajustarse a tal realidad. Todo lo contrario: el individuo trata con ellas de interceptar su propia visión de lo real, de su vida misma. Porque la vida es por lo pronto un caos donde uno está perdido. El hombre lo sospecha; pero le aterra encontrarse cara a cara con esa terrible realidad, y procura ocultarla con un telón fantasmagórico donde todo está muy claro. Le trae sin cuidado que sus «ideas» no sean verdaderas; las emplea como aspavientos para ahuyentar la realidad.
El hombre de cabeza clara es el que se liberta de esas «ideas» fantasmagóricas y mira de frente a la vida, y se hace cargo de que todo en ella es problemático, y se siente perdido. Como esto es la pura verdad -a saber, vivir es sentirse perdido-, el que lo acepta ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme.»
'Las Atlàntidas y del Imperio Romano'
José Ortega y Gasset
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