Europa vive una oleada muy positiva de potenciación del emprendimiento como palanca de desarrollo. El cambio cultural que supone que muchas personas no aspiren a ser funcionarios o a ser empleados y quieran ser motor de proyectos empresariales es, sin duda, esperanzador. Esta oleada de emprendimiento ¿está generando grandes empresas y creando mucho empleo? No. Todavía, no. Seguramente estamos ante un cambio que no da resultados a corto plazo. No se improvisa un ecosistema emprendedor en una década.
Hay todavía demasiado raquitismo emprendedor. Se crean muchas empresas pero casi ninguna crece. Se produce mucho autoempleo y mucha microempresa en unas economías sedientas de empresas grandes capaces de crear mucha riqueza y ofrecer mucho empleo. Las causas reales de este raquitismo emprendedor requieren una investigación detenida. Ruego al lector perdone mi atrevimiento al aventurar alguna de las causas probables de nuestro raquitismo emprendedor:
1.- mercados de origen muy pequeños
2.- cultura emprendedora más orientada a la propiedad que al crecimiento
3.- mucho emprendedor que no quiere devenir empresario para limitar su gestión del riesgo
4.- un entorno de capital riesgo creciente pero todavía limitado
5.- unas universidades donde el formar para emprender es reciente y demasiado teórico
6.- una infraestructura de incubadoras y aceleradoras regidas por gente de poca experiencia empresarial o con una trayectoria de riesgo personal próxima a cero
7.- políticas públicas orientadas más a la norma y a la pequeña subvención que a la agilidad administrativa y a la innovación pública
8.- grandes empresas con poca tradición de emprendimiento corporativo
Muchas regiones no entienden porqué sus emprendedores no las convierten en pequeñas californias si aparentemente disponen de todo lo necesario: empresas de referencia, un poco de capital riesgo, universidades y una política de la administración que potencia el emprendimiento y siembra una incubadora en cada esquina. Al final mucho power point, mucho elevetor picht, mucho plan de negocio estándar y todavía pocos resultados.
Un ecosistema emprendedor necesita muchas start–ups pero no se consolida sin unas cuantas scale–ups. Necesitamos start–ups que crezcan y vertebren un sistema emprendedor mucho más potente basado en scale–ups. Emprender requiere competencia y riesgo, crecer supone mucho más talento y todavía más riesgo, además de todas las horas del mundo. Los ejemplos locales de emprendedores, jóvenes o no tan jóvenes, que consiguen hacer crecer sus empresas son todavía escasos pero por suerte proliferan, aunque seguramente a un ritmo demasiado lento para sociedades con necesidades de recuperación y crecimiento acuciantes.
Sin duda el camino del emprendimiento busca muchas veces innovar y trascender el valor para los clientes que las empresas consolidadas les están ofreciendo. Pero también hay otra opción que no consiste en contraponer empresas consolidadas con emprendedores, sino en intentar juntarlas. Quizás la clave del crecimiento esté ahí. En combinar ideas nuevas y musculatura financiera y de gestión consolidada. En vincular pasión y experiencia. En sumar competencia e ilusión. En juntar lógicas frescas, distintas, y todo el networking de mundo. En sentar en la misma mesa los que saben que es imposible y los que, por suerte, no lo saben.
La cuestión está en cómo los emprendedores aprenden a crecer y cómo las grandes empresas no pierden la capacidad de emprender. Normalmente contraponemos emprendedores y gran empresa y quizás es el dueto que mejor nos permitiría crecer. Algunas grandes empresas luchan por desburocratizarse y no perder el nervio innovador que las hizo crecer. Saben que su miedo a lo mucho que tienen que perder las paraliza. Saben que producen más anticuerpos a la innovación que productos o servicios nuevos que se adapten al cambio que demandarán sus clientes. Muchas empresas consolidadas saben que deben entrenar para salir de la commoditización a la que tienden y se exasperan si ya no saben diferenciarse. Muchas grandes empresas desesperan de sus tempos de decisión y ven como muchas oportunidades se malogran por su falta de agilidad. Lo que necesitan es justo parte de lo que tienen los emprendedores que empiezan y que tienen poco que perder.
Por su lado muchos emprendedores cometen errores de bulto que los condenan a desaparecer o a no crecer. Muchos languidecen por falta de financiación o por falta de competencias. Ponen toda la energía pero no siempre está bien orientada. A veces es falta de perspectiva, otras de capital relacional, otras de acceso a los mercados. Otras simplemente saber pivotar rápido cuando se dan cuenta que su plan de negocio se estrella ante el primer cliente que tocan. Muchos tienen más pasión que competencia, al contrario que en muchas empresas grandes en las que la competencia es tan alta como las inercias que las matan.
Lo que realmente necesitamos son empresas consolidadas poco anquilosadas (como el ejemplo que ponía Javier García sobre General Electric), con capacidad de crecer gracias a la innovación y el sentido emprendedor. Y lo que necesitamos acuciantemente son más emprendedores crecederos. Hay que propiciar mucho más un camino de encuentro entre emprendedores y empresas consolidadas que puede ser muy prolífico. Emprendimiento clásico o emprendimiento corporativo, o los dos a la vez, pero emprendimiento orientado al crecimiento. El reto no es nacer o consolidarse, el reto es mantener el crecimiento como hilo conductor.
(Este texto es fruto de la inspiración que, una vez más, nació de las palabras enfáticas e inteligentes de Jay Rao en el Babson College. Su capacidad para iluminar sobre las causas reales del crecimiento y decrecimiento de las empresas es simplemente extraordinaria. Gratitud y tributo).
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