Hay cosas que vuelven y vuelven, se repiten como Sísifo. Algunas tienen tanta inercia que da pereza hablar de ellas por que nos parecen de solución imposible. Pero esta sensación de hartazgo no supone que estén superadas. Ante cada nueva complejidad resucitan, están ahí y se erigen desafiantes al cambio. Son los eternos tópicos que nos acompañan. Cansan, pero no podrán con nosotros. Podremos con ellos. Veamos algunos ejemplos:
1.- Gestión privada/ gestión pública. Cansa mucho explicar a ciertas personas que gestión pública no es sinónimo de ineficiencia y viceversa, que gestión privada no es sinónimo de excelencia. La confusión entre gestión pública y creación de valor público persiste, alimentada con las nuevas ínfulas de los que solamente entienden que lo público es bueno y lo privado es malo por definición. Uno de los retos más importantes a los que se enfrentan nuestras organizaciones es la de alcanzar una desburocratización radical, y no es un desafío exclusivo del sector público ni mucho menos. La desburocratización y la innovación deberían inundar nuestras organizaciones, públicas y privadas.
2.- El compromiso de los profesionales. Las organizaciones que consiguen un compromiso diferencial de sus colaboradores normalmente obtienen resultados diferenciales. El compromiso no es un estado, es un proceso. Se alimenta de la correcta gestión de expectativas y de la percepción de que los esfuerzos, los riesgos y los incentivos son compartidos de un modo equilibrado. Se da en ecosistemas profesionales bien nutridos de posibilidades de aprendizaje y cuando los crecimientos corporativos y profesionales son razonablemente correlativos. Más que motivar a la gente, necesitamos gente que venga motivada de casa y encuentre líderes que, no solamente no los desmotiven, sino que saquen lo mejor de ellos mismos. Pensar que se consigue el compromiso de la gente con una cena o unas copas, o que con un poquito de comunicación interna en una intranet lo vamos a arreglar todo, es no entender nada.
3.- El papanatismo profundo sobre innovación y emprendimiento. Es tal el abuso de estos conceptos que pronto deberemos inventar sinónimos para no llegar a la náusea conceptual. Innovar y emprender no son actitudes ni iniciativas nuevas. Su abuso viene de la dificultad de generar valor en entornos complejos y volátiles por las vías tradicionales, entonces lo fácil es ampararse a la innovación o el emprendimiento cómo salvación. Eso sí, la mayoría de veces, se quiere innovación casi sin riesgo y emprendimiento con subvención, y claro, ¡así nos va! No hay innovación sin riesgo, aunque el mayor riesgo sea no innovar. No hay emprendedor que tenga credibilidad sin poner un euro de su bolsillo. En nuestro caso, llevamos desde el 2006 exclusivamente focalizados en impulsar la innovación en empresas y apoyar a emprendedores y start up, y cada día que pasa, los retos de innovar y emprender no nos parecen más fáciles. Solamente para los papanatas innovar y emprender es algo fácil.
4.- “Eso ya lo probamos y no funcionó”. La memoria corporativa debe ser un activo, no un pasivo. Es un activo cuando nos evita caer en errores de los que hemos conseguido aprender algo. Pero es un pasivo cuando recordamos las cosas fuera de los contextos en las que se dieron. Hay muchas cosas que fracasaron en un contexto pero pueden tener éxito en otras circunstancias. Igual que hay personas y empresas que una vez nos hicieron una propuesta que no interesó pero que pueden haber evolucionado tanto o más que nosotros mismos. Zappos no existiría si hubiera pensado en las miles de puntocom que se estrellaron intentando vender ropa y zapatos hace 15 años. Cuando usamos la memoria para parapetarnos ante los cambios demostramos más nuestra incapacidad para desaprender, que nuestra habilidad en aprender. En muchas empresas esta distorsión de la memoria corporativa y el síndrome del “no inventado aquí” hacen una pinza que les impide innovar seriamente. No innovan porqué saben demasiado, lo cual, es por cierto, muy frecuente.
5.- “Soy un gran emprendedor pero en este país no hay capital riesgo de verdad”. Francamente, difícil. Cuando los proyectos son solventes porqué aúnan una idea diferencial, expectativas de mercado interesantes y talento para ejecutarla, es difícil que mueran por falta de inversión. A veces hace falta un poco de suerte, pero otras lo que hace falta es humildad. Es cierto que muchos proyectos de éxito acumularon negativas de inversión en sus inicios y que, una vez consolidado el triunfo, se volvieron como boomerangs contra los inversores que les negaron el pan y la sal. Pero también lo es que muchos proyectos que coleccionan negativas reiteradas no se perciben como solventes por falta de un equipo que genere confianza, por debilidad en la propuesta de valor o por incapacidad para comunicar las potenciales de la oferta. La culpa no siempre es de los demás. Este camino de externalizar las culpas no lleva a ninguna parte, y menos en emprendimiento. Hay emprendedores que sin haber hecho nada en la vida exhiben una arrogancia insólita. Más humildad y más trabajo y todo ello sin perder frescura ni ilusión. El dinero llega a los proyectos que lo merecen, normalmente.
6.- Las empresas son sus personas. Pues, no. Todo el mundo es muy respetable y merece un tratamiento de desarrollo personal, pero no todos aportan lo mismo en una organización. Ya es hora de empezar a hablar claro sobre el talento. Si todos son talento, lo más fácil es que todos sean mediocridad. El término talento distingue a aquellos que siempre rinden por encima de la media y lo demuestran, no con discursos, sino con resultados. El éxito de una organización tiene mucho que ver con su media de talento. Cuando en una organización los mediocres se apoderan del aparato de contratación, no hay nada que hacer. Ya sé que tiene sus años, pero para el tema de talento, releer algún apartado del Built to Last de Jim Collins, siempre va bien.
7.-. La falta de visión y el exceso de cortoplacismo. Hay un tipo de gestor para el que no hay media distancia, todo lo que no genera beneficio inmediato es perder el tiempo. También hay accionistas similares para los que la innovación siempre se aplaza para no perturbar los resultados anuales con apuestas de riesgo. La falta de visión, la falta de inversión a medio y largo plazo genera empresas sin capacidad de reacción ante cambios de paradigma. Lo resultados a corto son buenos para el bonus pero no necesariamente para la empresa ni para la sociedad.
8.- El benchmarking mal entendido. Creatividad es, en general, no copiar. Si queremos plantear paradigmas nuevos, mejor papel en blanco y pensar, que partir de lo hecho por otros, ni que sean buenas prácticas. El benchmarking es más importante después que antes. Si partimos de cero y descubrimos el Mediterráneo, no hay problema, nos damos cuenta en seguida. Pero sin este ejercicio de pensar antes que copiar no sale nada significativamente nuevo.
9.- Todo es un problema de comunicación. Normalmente no. La comunicación no es un añadido a la gestión, no es la sal del plato. La comunicación está en la cocina de los proyectos, en su concepción, es parte de la propuesta de valor. La comunicación es un problema cuando, en nuestro mundo hiperconectado, no se concibe como una parte central de los productos y servicios. La comunicación no está en la periferia del valor, es parte del core business.
10.- El debate eterno sobre la universidad. Es muy pesado que cada ministro deba tener su libro blanco y su reforma para la educación superior. La universidad no necesita más BOE sino menos, y el cambio cultural que debe afrontar la universidad ante el riesgo de ser disrumpida tiene mucho que ver su capacidad de innovación, de agilidad, de flexibilidad. No necesitamos más reglamentos, necesitamos más innovación. La Universitat Pompeu Fabra ha demostrado cómo se puede innovar más allá del debate infinito de la gobernanza o la Universitat Politècnica de València ha demostrado cómo se pueden cambiar las reglas de la relación universidad – empresa.
Y un tópico más de regalo, la desazón política. Cargarse a la política y a los políticos es gratis y queda bien. Es bien cierto que muchos sistemas políticos han hecho todo lo posible por desprestigiarse y expulsar al talento. Pero una política con poco talento es un pésimo negocio en términos sociales. Limpiar la política y ofrecer unas condiciones razonables para los que optan por la política ( de privacidad personal, de respeto, de retribución) es necesario para devolver el talento a la política. Contra la política, en el mejor de los casos, la sociedad y la economía avanzan más despacio, y en el peor de los casos, se pierden oportunidades a raudales. No nos podemos permitir una política bajo mínimos, en todo el mundo, pero especialmente en Europa.
No podrán con nosotros, son tópicos que dan pereza simplemente al anunciarlos, pero tienen tanta centralidad que no nos deben cansar. Al contrario, el principio de su derrota es cuando sustituimos las palabras por agendas y nos centramos, cada uno en su ámbito, en vencerlas desde las acciones y el compromiso. Sorteamos los grandes discursos y nos focalizamos en los avances, sin tregua, sin pausa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario