Mel Slater
El investigador Icrea estudia cómo percibimos que somos autores de un acto | ¿Quién es responsable si se controla un robot por realidad virtual y el robot hace algo mal?
Mel Slater era especialista en informática pero, más que los ordenadores en sí, lo que le fascinaba era cómo las personas interactúan con los ordenadores. Siguiendo sus intereses, cursó un máster en sociología y aprendió neurociencias de manera autodidacta. Esta trayectoria atípica le ha dado una perspectiva sobre la interacción entre hombres y máquinas que no tienen ni los informáticos convencionales ni los neurocientíficos. Se ha convertido así en un pionero en estudiar cómo la realidad virtual cambia la percepción que tenemos de nuestro cuerpo. En uno de sus últimos trabajos, ha observado cómo se puede engañar al cerebro y hacernos creer que hemos dicho palabras que en realidad no hemos pronunciado.
¿Cómo se engaña al cerebro?
En nuestro experimento, un grupo de voluntarios se sumergió en un entorno de realidad virtual. Llevaban un dispositivo en la cabeza con pantallas ante los ojos. Lo que veían a través de las pantallas simulaba lo que veía un avatar en un entorno virtual. Si ellos movían una mano, por ejemplo, veían cómo la mano del avatar también se movía.
¿Qué descubrieron?
Sabíamos, por experimentos anteriores, que la realidad virtual cambia la percepción que tenemos de nuestro cuerpo. Por ejemplo, si un adulto se sumerge en un entorno virtual en que su avatar es un niño, tiene la percepción de que el mundo se vuelve más grande. Entonces se nos ocurrió una pregunta interesante: ¿qué ocurrirá si el avatar habla?
¿Por qué interesante?
Imagine que el avatar tiene voz de mujer y que el voluntario del experimento es un hombre. ¿Creerá que habla él? Esto nos permite estudiar un fenómeno psicológico muy fundamental: ¿cómo sé yo que he hecho algo y que no lo ha hecho otra persona? Es importante desde un punto de vista científico, pero también puede serlo en el futuro desde un punto de vista legal.
¿Qué ocurrió en el experimento?
Que los participantes tenían la sensación de haber dicho palabras que en realidad no habían dicho ellos sino el avatar. Además, cambiaron involuntariamente el tono de su voz para que se pareciera a la del avatar. Descubrimos que la sensación de tener nuestro propio cuerpo está separada de la sensación de ser autores de nuestros actos.
¿Le sorprendió el resultado?
Desde un punto de vista teórico, pensaba que podía ocurrir. Pero sí que me sorprendió. Siempre me fascina cómo la realidad virtual engaña al cerebro.
¿Por qué dice que puede ser importante legalmente?
Porque, a medida que creamos entornos virtuales cada vez más ricos y complejos, podemos tener más experiencias separadas de nuestros cuerpos. Imagine que, en un futuro, usted controla un robot por realidad virtual y que el robot agrede a alguien. ¿Quién será responsable, usted o el fabricante del robot?
¿Usted quién cree que sería responsable?
No tengo la respuesta. Por eso es importante comprender bien lo que en psicología llamamos agencia, es decir, cómo el cerebro sabe que es autor de sus actos. Es un concepto muy fundamental.
¿Qué sabemos de la agencia?
Interviene en todos nuestros actos desde que apagamos el despertador por la mañana hasta que nos dormimos por la noche. Y actúa de manera muy rápida. Yo sé que cada palabra que le digo se la he dicho yo y usted sabe que son sus dedos los que teclean ahora en el ordenador. ¿Pero cómo consigue el cerebro hacer esto que es tan complejo de una manera tan rápida y aparentemente sin esfuerzo? No lo sabemos.
¿Alguna idea?
Tenemos una hipótesis sobre qué partes del cerebro se activan para controlar la agencia. En un plazo de un año iniciaremos un estudio con una técnica de imagen cerebral para comprobar si la hipótesis es correcta.
Volvamos a los robots controlados por realidad virtual, ¿Quién los utilizará?
Creo que muchas personas. Por ejemplo, si hay un incendio en un edificio o un accidente en una nuclear, puede ser mejor que entren robots que bomberos.
¿Algún uso más lúdico?
Si quiere visitar un lugar lejano pero no puede viajar allí, podría disfrutar de una experiencia de realidad virtual. Personalmente, me interesan los posibles usos educativos de esta tecnología.
¿Qué se podría aprender?
Es algo que habrá que investigar. Si nuestro cerebro se adapta a lo que hace nuestro avatar, ¿podríamos mejorar un movimiento de danza, por ejemplo, utilizando el avatar como modelo? ¿O podríamos mejorar nuestro acento al hablar alemán? ¿O ayudar a los cirujanos a mejorar sus movimientos en el quirófano? Esta es una de las líneas en las que quiero trabajar en el futuro.
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