Internet y las redes sociales son un sustrato ideal para la propagación de rumores. Tendemos a confiar en la información que recibimos de amigos, y ahora podemos reenviarla a la vez a toda nuestra red. Esto facilita el desarrollo de “cascadas” o efecto-dominó, con una capacidad de propagación que puede llegar a ser arrolladora.
El segundo día de la 2015 Collective Intelligence Conference arrancó esta mañana con una sesión plenaria dedicada precisamente a los “memes y rumores”, y cómo se propagan las ideas socialmente. Hemos tenido cuatro ponentes de mucho nivel que abordan este fenómeno desde perspectivas distintas.
La propagación de rumores no es algo necesariamente malo. Depende en definitiva de la veracidad del contenido y de la capacidad que tenga el sistema para corregir el error si se demuestra que es falso, algo que como hoy se ha repetido por varios ponentes, falla más que una escopeta de feria porque ese ajuste pocas veces se produce con la misma intensidad que la difusión del rumor. En cualquier caso, compartir rumores puede ser útil y funcionar como una fuente de información alternativa en situaciones en las que los canales oficiales fallan.
El primer ponente fue Michele Coscia, investigador de Harvard y experto en Memética. Antes de seguir, y por poner el tema en contexto, los “memes” son piezas de información que se propagan, se auto-replican como cascadas, con unas tasas de difusión muy elevadas. La mayoría de los estudios intentan descifrar las claves que explican por qué unas ideas se propagan de forma viral, y otras no. Aunque los científicos van descubriendo nuevos pistas, faltan respuestas o quizás nunca las tendremos del todo, porque pinta que esto de la viralidad es más un arte que una ciencia, con una complejidad que parece difícil de decodificar. Según Coscia, la esencia de los memes es pura competencia por la atención.
Resulta curioso comprobar cómo este fenómeno ha dado lugar a la aparición de numerosos sitios web que recopilan y analizan memes. Vale la pena darse un paseo por ellos. Por ejemplo: KnowYourMeme.com (Conozca su Meme) es una especie de enciclopedia que reúne e investiga los memes que circulan por Internet así como los fenómenos virales. Al igual que las wikis, cualquier usuario registrado puede enviar un meme para que sea investigado por la comunidad. Quickmeme es otro de los repositorios meméticos más grandes, igual que Memegenerator. Y de todos ellos el que me ha parecido más interesante y divertido es Snopes.com, un sitio muy popular que documenta memes y leyendas urbanas, y que se presenta así: “Bienvenido a Snopes.com, la fuente de referencia de Internet definitiva de las leyendas urbanas, folk tradición, mitos, rumores y la desinformación“. En este último sitio, que recomiendo visitar, los usuarios “snopean” los rumores con comentarios para avisar que una información publicada es incorrecta, o para validar que el rumor es cierto aunque sea difícil de creer. La proliferación de estos repositorios está significando una ayuda definitiva para que la Memética o “Ciencia de los Memes” se desarrolle como lo está haciendo.
Coscia afirma que un buen meme no es un “hit maravilla”, sino uno que se mantiene consistente en el tiempo y en interacción con otros memes. Habla incluso de “organismos meme”, o sea, grupos coherentes de memes que colaboran entre sí y se agrupan para reforzar su viralidad mutua. Si bien la estructura de conectividad de las redes sociales influye en la posible viralidad, también son factores importantes el timing o momento en que se publican, así como el tipo de contenido.
El segundo ponente fue Jacob G. Foster, de UCLA. Es un sociólogo computacional interesado en “la evolución y dinámica poblacional de las ideas”. Se dedica al estudio del nacimiento, vida y muerte de las ideas, o sea, cómo nacen, por qué algunas se propagan y otras no, o cómo las estructuras sociales afectan la génesis, difusión y extinción definitiva de las ideas. Dentro de ese marco, busca regularidades en la evolución del conocimiento científico, y sobre todo las creencias dominantes, sesgos cognitivos, preferencias y estrategias que se dan en esa evolución. Una premisa en su trabajo, tal como insistió en su ponencia, es ponderar la importancia del contexto socio-económico en la ecología de las ideas científicas. Foster recuerda que hay aspectos ocultos y menos visibles en la producción del conocimiento científico que forman parte de los “contenidos implícitos” que sólo una persona preparada puede extraer de cualquier artículo. A partir de un complejo análisis de datos demuestra cómo los científicos usan las “señales sociales” para seleccionar los problemas de investigación y cómo estas heurísticas conducen a más (o menos) eficiencia en la búsqueda del conocimiento. Según él, en la Ciencia se produce una constante tensión entre tradición e innovación, y esto hace que se produzcan “agujeros culturales” en los campos científicos. Coincido con Foster en que el progreso científico depende en gran medida de cómo los científicos eligen los problemas de investigación que deciden abordar. Este es un tema que siempre me ha inquietado, porque hay múltiples factores como la reputación, las modas y el efecto-contagio, las presiones institucionales y sociales, los sesgos disciplinares y otros que pueden incidir en que la elección de los temas/problemas se distancien del óptimo social.
El tercer ponente fue Dean Eckles, “data scientist” (palabro de moda) en Facebook, y especialista en estudiar los efectos virales que se producen en esa red social. Lo más interesante de su exposición fue analizar en qué medida la publicación de un desmentido a un rumor o meme falso influye en su comportamiento de difusión posterior, o sea, qué efecto tiene el “contra-rumor” en la prevalencia del mismo. Eckles le sigue el rastro a rumores que han sido reportados en Snopes.com, para ver cómo afectan las alertas en la propagación del rumor. Por ejemplo, si la gente borra o revierte su “Like” en FBK cuando se entera por Snopes.com que es falso. Otra idea interesante es que los rumores y memes pueden tener un pico de viralidad y después desaparecer pero algunos se ponen en estado de latencia y vuelven a aparecer años después con una versión actualizada. Dicho de otro modo, es habitual que “muten” en el tiempo.
El cuarto y último ponente, Walter Quatrochiocci, del IMT Lucca, intervino por Skype. Me pareció la charla más provocadora, y que da sentido a una parte del título de este post. Este investigador italiano es experto en “DESinformación colectiva”, y su exposición de hoy se centró en los peligros de las teorías conspirativas que pululan alegremente por Internet, sobre todo dentro de los movimientos de ciber-activismo político, que pueden llevarnos a situaciones de “estupidez colectiva”.
“Los conspiradores tienden a explicar (sin evidencias) los aspectos sociales o políticos importantes como un complot secreto concebido por personas u organizaciones poderosas”, explica Quatrochiocci. Entonces, qué pasa si afirmaciones sin fundamento que proliferan por Internet se utilizaran como base para la formulación de políticas (eso ha ocurrido, como sabemos, y en todos los bandos). Algunas conclusiones interesantes de su estudio son estas:
- Cuanto más tiempo los usuarios de redes sociales están expuestos a rumores sin fundamento, más probable es que se los terminen creyendo
- Los actuales mecanismos para corregir mensajes falsos, una vez difundidos, no son efectivos. Si el rumor coincide con el sistema de creencias del receptor, es difícil que lo corrija aunque después se aporten evidencias de que es falso, porque queda atrapado en el “sesgo de confirmación”. Por eso Cass Sunstein, en uno de sus artículos, se pregunta si es mejor refutar las teorías de conspiración (lo que puede servir para reforzar la idea de la conspiración) o hacer caso omiso de ellas dadas las pocas probabilidades que existen de que quienes se la creen cambien de idea
- La homofilia (grupos de “amigos” con intereses y creencias parecidas) induce a la polarización de ideas (enfoques sectarios) y eso refuerza la viralidad de ciertos tipos de contenidos falsos que se basan en teorías conspirativas. A más homofilia, más riesgos de viralidad desinformativa y especulación, y de menos ciencia.
- Los temas que más se prestan a la rumorología y las creencias sin fundamento (al menos en el Facebook italiano) son cuatro: medio ambiente, alimentación, salud y política.
De las ideas más provocadoras de este investigador italiano, que todavía estoy rumiando, es lo que él llama la “paradoja del pensamiento conspirativo”. Según afirmó hoy, sus estudios indican que los usuarios de redes sociales que acostumbran a consumir fuentes de noticias alternativas para evitar ser manipulados por los medios convencionales del mainstream, terminan siendo más vulnerables a la manipulación al estar más expuestos a afirmaciones sin fundamento, no contrastadas, a fuentes especulativas que tienden a generar creencias potencialmente conspirativas. Dejo ahí esa paradoja para que cada uno/a saque sus propias conclusiones.
Dice Quatrochiocci que afortunadamente se observa la proliferación de grupos en Internet cada vez más activos en la labor de desmontar las tesis conspirativas contrastando los mitos con la realidad. Del mismo modo que se expande la incidencia de rumores y memes, emergen iniciativas de réplica del propio sistema para contrarrestarlos, aunque como dije antes, es todavía una reacción insuficiente pero que se consolidará en el tiempo.
Es una buena noticia que haya gente que se dedique a estudiar cómo los fenómenos de la desinformación masiva afectan la calidad de la atención. Las Redes Sociales pueden ayudar a la Inteligencia Colectiva, pero también parecen fomentar una cierta“ingenuidad colectiva” (“Collective credulity”) del tipo “Si-lo-dice-Internet-debe-ser- cierto”, porque curiosamente las personas no reaccionan a los rumores con sano escepticismo.
Así que, por concluir, si bien gran parte de la información que nos llega a través de nuestras redes sociales es interesante y útil, bien vale la pena perder unos minutos en investigar antes de dar crédito inmediato y compartir/retuitear un contenido que puede ser falso o sin fundamento. Al final, toca repetir lo de siempre: necesitamos desarrollar más cultura y pensamiento científico, como ya expliqué en este post, que es de mis favoritos: ¿Qué podemos aprender de los científicos? [por cierto, esa es la razón principal por la que voy todos los años a eventos como este]
Nota: La imagen del post pertenece al album de Valerie Tyler en Flickr
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