El miedo al éxito es la contracara del temor al fracaso. El problema no está en no saber cómo llegar, sino la angustia que produce alcanzar la meta... y mantenerla.
Autor: Daniela Arce
¿Se ha percatado que sus amigos o conocidos avanzan en su carrera profesional mientras usted está hace varios años en el mismo cargo? ¿Se propuso duplicar su salario en un tiempo estimado y no se ha materializado? Peor aún, ¿logró sus objetivos y ahora se siente incapaz de conservarlos?
Si se identificó con las antes mencionadas interrogantes, puede que sea hora de considerar que le teme al éxito. Sí, muchos especialistas en el tema concuerdan en que un importante número de personas que logran alcanzar sus objetivos resultan después ser víctimas de sí mismos. Es decir, actuarían consciente o inconscientemente en contra de su persona, arruinando las oportunidades que tienen de conseguir o mantener el anhelado éxito.
Sigmund Freud abordó este tema en el segundo capítulo del artículo “Varios tipos de carácter descubiertos en la labor analitica”, llamado “Los que fracasan al triunfar”, en que se describe como una dinámica inconsciente relacionada con la posición de ese futuro saboteador en la situación edípica.
De esta forma, quienes triunfan y por consecuencia cambian de estatus, innegablemente asumen nuevos riesgos, responsabilidades, presiones y cargas. Es este nuevo escenario el que provoca muchas veces estrés en estas personas, que se ven obligados a rendir mejor que antes y, de cierta forma, reafirmar el por qué están en el lugar que están. Casi inmediatamente después de lograr su objetivo comienzan a sentir ansiedad y se desorganizan hasta el extremo de verse fracasados.
El miedo en general es “una emoción básica y natural que aparece en forma adaptativa como respuesta a estímulos externos percibidos como amenazantes o definitivamente riesgosos para la supervivencia”, explica María Francisca Urra, coordinadora de Psicología, Centro Salud Mental Golden Cross.
A diferencia del miedo al fracaso, “el miedo al éxito está relacionado directamente con la situación que se busca, está determinado por la percepción negativa de dicha situación, en definitiva, de nosotros mismos y de cómo sus resultados nos pueden afectar”, el temor al éxito “se genera por la aversión al riesgo y al posible fracaso y en estos términos, el miedo al éxito y el miedo al fracaso son dos caras de la misma moneda”, explica Diego Cardona, director de Investigación de la Facultad de Administración de la Universidad del Rosario, de Colombia.
Para Urra, es natural que las personas tengan un aparato cognitivo que asigna valor de riesgo o amenaza a situaciones dependiendo de la experiencia previa y la crianza, por ello cuando esta emoción comienza a aparecer frente a estímulos o situaciones que no necesariamente son riesgosos, se habla de una desadaptación o una emoción enferma.
La Teoría de la Auto-Eficacia desarrollada por el doctor Albert Bandura en el marco de la Teoría del Aprendizaje Social, plantea que la expectativa de autoeficacia es la percepción que tiene un sujeto sobre su propia capacidad de desempeñarse eficazmente para enfrentar sus problemas. Esto podría estar tras el miedo al éxito.
“Si esta expectativa es alta, la probabilidad de éxito en sus empresas es mayor que si este mismo sujeto tuviera sus expectativas de autoeficacia más bajas. Esto funciona como la profecía autocumplida, si la persona cree que fracasará, es probable que su desempeño la lleve a eso”, dice Urra.
(Fotografía: www.sxc.hu)
“Asimismo, existe en el profesional la percepción de estándares muy altos: que hay que ser muy bueno para llegar arriba. Existe un desbalance entre los recursos propios y los que se creen tener. Se puede ser superado por los miedos y tender a evitar los desafíos. Diría que es una conducta evitativa”, explica Ignacio Fernández, director del magíster en Psicología de las Organizaciones de la Universidad Adolfo Ibáñez.
¿Cómo son quienes enfrentan esta fobia?
Se trata de gente que generalmente tiene altos estándares de sí misma. Suele pasar que se proponen lograr una meta en un plazo estimado y al llegar a ese límite se dan cuenta que no han conseguido sus propios pronósticos. “Se dicen que serán gerentes en unos seis años, pero pasa el tiempo y siguen en el mismo cargo, creen que duplicarán su salario y no ocurre, o cuando existen oportunidades de ascenso no son lo elegidos”, ejemplifica Fernández.
Es así como estas personas se pueden describir en el fondo como tímidas y aisladas socialmente, aún cuando demuestren o sientan ambición. “Son los típicos profesionales que temen hablar en público, están a la espera de lo que digan los demás, están a la retaguardia. Van hacia adelante y hacia atrás. Es un modo de vida”, explica Fernández.
Estas actitudes evitativas se producen debido a que la persona no quiere ser descubierta, es decir, teme mostrarse tal cual es. Tiene miedo de que descubran sus defectos. "Se conocen e intuyen sus debilidades y brechas", dice Fernánde
Esto entorpece su vida laboral, generando que se marginen aún sabiendo que son capaces de efectuar ciertas tareas.“Las personas más evitativas no postulan a cargos de responsabilidad o de mayor demanda, porque se perciben poco eficaces o temen a su desempeño. No necesariamente son personas que no tengan capacidad, sino que ellas mismas se evalúan mal. Sin embargo, lo hacen, y cuando llegan a cargos de este tipo a veces colapsan y aparecen cuadros ansiosos”, agrega Urra.
¿Dónde encontrarlos?
Pero este temor no discrimina sexo, edad ni cargo, por lo que se puede ver tanto en los subalternos como en los altos ejecutivos, quienes muestran una actitud medida. Un temor que se puede aplicar en el trabajo, con los amigos y frente a la pareja.
Sin embargo, se podría presentar con mayor regularidad en profesionales jóvenes con menor formación y con más dudas a cuestas. Cardona propone que “para los altos ejecutivos se agrava por el hecho de que los compromisos adquiridos trascienden el entorno personal e incorporan los objetivos organizacionales, aumentando el impacto negativo que tiene la no consecución de esos objetivos”.
Sin embargo, también aclara que los altos directivos tendrían mayores y mejores herramientas para enfrentar el posible temor a triunfar. “Lo que ocurre es que aquellas personas que tienen mayores niveles de formación supuestamente tienen mayor capacidad para enfrentar los retos y en ese orden de ideas, al incrementarse el nivel de formación, se incrementan las capacidades y por ende disminuye el temor”, explica Cardona. No así con los más jóvenes, quienes carecerían de los conocimientos y habilidades que poseen los mayores.
Férnandez va más allá y considera que existen ciertos perfiles profesionales , en los que es más fácil hallarlos, porque son más conservadores y menos desafiantes e innovadores. Lo que se puede advertir casi con sólo observar en qué área trabaja y qué clase de tarea ejecuta.
Cardona lo complementa. “Considero que las organizaciones en las que sus cuadros directivos no reciben formación formal sino que escalan sobre la base del tezón individual y el conocimiento empírico, están en mayor riesgo de tener episodios asociados a las consecuencias negativas del temor al éxito”, comenta.
Esto se puede desencadenar más fácilmente en organizaciones en que se efectúan cambios continuos y que provocan en sus trabajadores bastante incertidumbre. De forma, que serían una especie de caldo de cultivo para personas con este tipo de mal.
¿Cómo superarlo?
Lo primero para mejorar es tomar conciencia de la incompetencia, lo que será central en el proceso de cambio. No es una tarea sencilla, lo ideal es que los más cercanos se den cuenta y ayuden a la persona a darse cuenta de lo afectada que se encuentra.
Pero también depende de discriminar si se trata de desconfianza o debilidad técnica. Lo primero es más complejo, porque no se trata de trabajar únicamente los conocimientos, sino que en aprender a confiar en sí mismo. “Toma aproximadamente entre uno y dos años vencer los temores o desafíos. Pero es relevante que el fracaso tiene que ver con aspectos emocionales y no técnicos, por lo que hay que abordarlo con estrategia de fortalecimiento emocional. Esto debido a que se trata de gente buena e inteligente, pero débil emocionalmente”, asegura Fernández.
Existen altas probabilidades de que se desencadenen en estas personas cuadros ansiosos y depresivos. “Éstos influyen fuertemente en la autopercepción y la motivación. Hay cuadros se ansiedad en donde además del procesamiento alterado de la información hay un funcionamiento alterado del sistema nerviosos autónomo y la persona experimenta niveles de angustia que la llevan a evitar todo tipo de desafíos y a asegurarse de diferentes manera para no sufrir las alteraciones que implica el enfrentamiento”, comenta Urra. En tales casos, lo más recomendable es visitar a un especialista.
Cardona explica que “no conozco una cura para esta situación que tiene profundas raíces psicológicas. Considero que generar tolerancia al cambio y a la incertidumbre es una excelente forma de disminuir los efectos negativos que pudieran asociarse al miedo al éxito. Lograr que las personas se tengan confianza en sí mismos y en sus capacidades es una manera que evitar este problema”.
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