martes, 24 de mayo de 2011

La buena suerte

http://franciscoalcaide.blogspot.com/2010/02/la-buena-suerte.html

En mi libro "Who´s Who en el Management Español" hice un análisis extenso del libro "La buena suerte" de Álex Rovira y Fernando Trías de Bes que ha sido uno de los best-sellers de los últimos años y ha sido traducido a numerosos idiomas en múltiples países.

A raíz del post de ayer, "No dejes la suerte en manos del azar", el comentarista Economía Sencilla (Pablo Rodríguez) hacía referencia a este libro. Así que dejo aquí el análisis del libro:

La trama es la siguiente. El mago Merlín convoca a todos los caballeros de un reino y les comunica que en el bosque encantado nacerá después de siete días un trébol mágico de cuatro hojas; a quien lo encuentre le sonreirá la fortuna de manera indefinida. De todos los caballeros asistentes, tan sólo dos aceptan el reto. El bosque es enorme y, por tanto, las posibilidades de éxito limitadas. Uno de los caballeros, Sid, con atuendos blancos, representa la “afirmación” y la “actitud positiva”; el otro, que responde al nombre de Nott, es símbolo de la “negación” y la “actitud derrotista”. A lo largo de su periplo por el bosque, los caballeros van encontrándose con una serie de personajes que les van suministrando información que cada uno de ellos interpreta de manera diferente según su paradigma de vida. Mientras Nott hace de cada dato un nuevo problema, Sid utiliza esa información a su favor convirtiéndola en una herramienta de valor. De las aventuras de los dos caballeros se desprenden diez reglas de la “buena suerte”.

Primera Regla. La “suerte” no dura demasiado tiempo, porque no depende de ti. La “buena suerte” la crea uno mismo, por eso dura siempre.

Desde el primer momento hay una clara intención de dejar claro que una cosa es la “suerte” y otra diferente la “buena suerte”. La “suerte” es fruto del azar, no depende de uno, tiene un carácter efímero, y no se puede hacer nada especial por atraerla. Hay personas que hacen depender su vida de la “suerte” esperando que les permita ser lo que quieren ser. Rara vez ésta aparece, y cuando lo hace, habitualmente con la misma rapidez que viene, se va. Según los autores, “la mayor parte de los que resultan agraciados con un premio de lotería pierden casi todo lo recibido en un tiempo que oscila entre los cuatro y los siete años desde el gran acontecimiento. No tiene por qué tratarse de derroche, sino que uno desconoce el dinero que precisará mensualmente en una situación patrimonial a la que no está habituado. Gastos de jardinería, mantenimiento, impuestos, seguridad… muchos conceptos desconocidos o innecesarios hasta el momento, aparecen como por arte de magia en forma de facturas. No es lo mismo ir recibiendo una cantidad cada mes que de golpe”. La “buena suerte”, por el contrario, es el resultado de decisiones inteligentes y valientes donde interviene la creatividad de cada persona para diseñar sus propias circunstancias. Para la “buena suerte” cada persona es el resultado de sus decisiones.

Segunda Regla: Muchos son los que anhelan tener “buena suerte”, pero pocos los que deciden ir a por ella.

Uno puede ir de un lado a otro zarandeándose y quedar a merced del azar o poner los medios y esfuerzos para llegar a ser quién quiere ser. Frente al discurso “victimista” y el determinismo empalagoso propio de personas inseguras, los autores reivindican el optimismo de la acción que empuja hacia la meta añorada. Siguiendo a William Ernest Henley (1849-1903): “Yo soy el dueño de mi destino, el capitán de mi alma”. Toda persona debe saberse responsable de su proyecto de vida. Al final, la vida es como un boomerang, lo que uno siembra, recoge. No hay más. Quien cosecha trabajo, obtiene premios; quien entrega esfuerzos, logra reconocimientos; Quien pone empeño, alcanza objetivos. Con frecuencia, la “suerte” es el recurso del vago para explicar los éxitos de la persona trabajadora. Con gran agudeza Víctor Hugo llamaba “mezquina” a la suerte porque según el escritor “su falso parecido con el verdadero mérito engaña a los hombres”.

Tercera Regla. Si ahora no tienes “buena suerte” tal vez sea porque las circunstancias son las de siempre. Para que la “buena suerte” llegue es conveniente crear nuevas circunstancias.

Ello significa adoptar nuevos paradigmas y patrones de comportamiento frente a los tradicionales y aprendidos. Para los autores el ser humano es más “reproductivo” que “productivo”. La mayor parte de las veces actuamos como autómatas, haciendo uso de la rutina, que es cómodo y no nos obliga a salir de esa zona de confort que nos resulta familiar y por la que deambulamos tranquilamente. Ejecutamos según pautas de actuación aprendidas sin cuestionarnos si son adecuadas o no. Fotocopiamos comportamientos. Nos cuesta saltarnos los esquemas mentales asimilados. En cierto modo, para llegar lejos hay que ser un “loco sensato”, atreverse a probar cosas diferentes sin miedo a tomar riesgos y equivocarse. Ensayo y error.

Cuarta Regla. Preparar las circunstancias para la “buena suerte” no significa buscar sólo el beneficio propio. Crear circunstancias para que otros ganen atrae a la “buena suerte”.

Para Rovira y Trías de Bes, si tuviesen que quedarse con una de las diez reglas, ésta sería la elegida. Quien se instala en un individualismo exacerbado acaba empequeñeciéndose, porque la vida está construida sobre la base de la “complementariedad” y el “beneficio mutuo”. La vida se conjuga siempre en “plural”: donde uno no llega, los demás, sí; donde los demás no alcanzan, uno sí. Con el traje de “llanero solitario” las posibilidades de éxito son siempre limitadas, porque nada interesante se puede lograr sin la unión de otros esfuerzos que nos complementen. Cualquier persona tiene taras que necesitan ser equilibradas con las fortalezas de otros miembros de la organización. Las individualidades tienen un recorrido de escaso alcance. Tal vez produzcan algún rédito en el corto plazo pero no tienen afán de pervivencia. Saber buscar las alianzas estratégicas es la mejor manera de crecer. Se trata de crecer haciendo crecer a los demás. La renuncia en un aspecto puede ser el mejor modo para ganar abundantemente en otros muchos. Visión estratégica de la vida. Sacrificios de beneficios limitados presentes por satisfacciones duraderas futuras. Lo dice un proverbio africano: "Si quieres ir rápido, ve sólo; si quieres llegar lejos, ve con otros". Según los escritores, Bill Gates, el hombre más rico del mundo según la revista Forbes, tan sólo posee el 10% de las acciones de Microsoft, cuando un día tuvo el 100%: “Nos dimos cuenta de que Bill Gates era el hombre más rico del mundo precisamente porque ya sólo tiene un 10%, es decir, porque ha cedido el 90%. Probablemente, si hubiera querido concentrar ese 100%, ahora sería tan sólo un pequeño empresario de la Costa Este. Compartir es importantísimo. Al final, la buena suerte es como el agua: si la dejas estancada, se pudre, cuando lo que necesita es fluir”.

Quinta Regla. Si dejas para mañana la preparación de las circunstancias, la “buena suerte” quizá nunca llegue. Crear circunstancias requiere dar un primer paso… ¡Dalo hoy!

Todos tenemos buenas ideas, pocos la voluntad y el arrojo para llevarlas a cabo. Como afirmaba Joulabert, “el genio comienza las obras más grande, más sólo el trabajo las finaliza”. Hay que pasar del plano de las “ideas” al de los “hechos”; del plano “imaginativo” al de la “realidad” a través del esfuerzo incondicional. A los genios, cuando se les habla de su talento sobrenatural, se sonrojan y ponen cara de asombro porque saben que detrás de cualquier conquista hay muchas jornadas de sacrificio. Pocas veces las cosas salen bien a la primera; ni siquiera a la segunda o la tercera, tardan tiempo en llegar. Mientras algunos abandonan, otros perseveran; mientras unos se quejan, otros aprenden. Winners never quit; quitters never win. Los ganadores nunca desisten; los que desisten, nunca ganan. Las respuestas se encuentran siempre en la acción. No hay que esperar a que se den las condiciones óptimas para emprender una aventura, porque de ser así, probablemente nunca se den esas circunstancias o, en su caso, aparecerán otras que posterguen nuestras decisiones. Para Rovira y Trías de Bes la “calidad” es hija de la “cantidad” (ver post con ese título: La calidad es hija de la cantidad).

Sexta Regla. Aun bajo las circunstancias aparentemente necesarias, a veces la “buena suerte” no llega. Busca en los pequeños detalles circunstancias aparentemente innecesarias, pero ¡imprescindibles!

La curiosidad está en el perfil de todo aquél que quiere hacer grandes épicas. La belleza del desierto reside en que en algún sitio esconde un pozo. Hay gente que sólo sabe ver arena, y hay gente que sabe ver un poco más allá de lo que tiene delante de la vista. La curiosidad te hace ver esas cosas invisibles que pasan desapercibidas para el ojo humano. Las lentes con las que uno mira son mucho más importante que la propia realidad que nos rodea. La capacidad de ver la jugada de otra manera. Cuestionar cosas, es un primer paso en este proceso. Actitud mental positiva ante el entorno inmediato, la segunda.

Séptima Regla. A los que sólo creen en el azar, crear circunstancias les resulta absurdo. A los que se dedican a crear circunstancias, el azar no les preocupa.

Para las personas exitosas el resultado obtenido es casi siempre la consecuencia de un proceso inteligente planificado. Preocuparse demasiado por el fin es contraproducente. La cuestión es hacer lo que se tiene que hacer, y entonces, el desenlace acaba emergiendo sin necesidad de forzar las circunstancias. “Ocúpate de los medios”, decía Ghandi, “que el fin se ocupará de sí mismo”. La persona dispuesta a alcanzar objetivos trabaja incansablemente hacia la colina. Cuando aparecen obstáculos, inventa alternativas; cuando las alternativas fallan, diseña otras nuevas. Cuando todo parece perdido, reflexiona. Cuando aún así todo parece igual, mantiene la ilusión, la esperanza y, sobre todo, la capacidad de trabajo. No espera golpes de fortuna repentinos, sino que confía en sí mismo y tira hacia delante. Cuando un camino se agota, fabrica nuevos senderos. Así una y otra vez hasta que alcanza la cota deseada.

Octava Regla. Nadie puede vender suerte. La “buena suerte” no se vende. Desconfía de los vendedores de suerte.

La “buena suerte” es un proceso consciente auspiciado por uno mismo. Cada persona es el único determinante de su “buena suerte”. A pesar de todo, aparecen cada día nuevas iniciativas por parte de aprovechados de circunstancias, que con gran psicología, nos venden el elixir, y muchos caen en la tentación de comprarlo con el deseo de solucionar todos sus problemas. La “buena suerte” se hospeda en el interior de cada persona. Hacerla depender de factores ajenos es una ingenuidad. Conviene recordar, siguiendo el dicho popular, que nadie da duros a cuatro pesetas. Cada año se suceden los engaños y estafas por parte de quienes prometen altas rentabilidades y ganancias sin riesgo alguno o con el mínimo esfuerzo. Cuando esto ocurre podemos concluir sin miedo a equivocarnos que hay gato encerrado. Nadie se ha hecho grande de la noche a la mañana, y si ha sido así, hay que poner en entredicho las conquistas, porque probablemente esconda alguna sorpresa nada agradable.

Novena Regla. Cuando ya has creado todas las circunstancias, ten paciencia, no abandones. Para que la “buena suerte” llegue, confía.

Las tres claves del éxito son: ilusión, trabajo y paciencia. En primer lugar, “ilusión”, porque sin pasión no hay excelencia; sin entusiasmo no hay resultados excelentes; y eso sólo ocurre cuando uno disfruta con lo que hace, cuando pone el alma en la tarea que tiene entre manos. En segundo lugar, “trabajo” porque de ilusión no se vive. Cualquier meta elevada reclama lo mejor de la persona. Resultados extraordinarios van precedidos de esfuerzos extraordinarios. Por último, “paciencia”, porque ningún reto importante se logra de manera inmediata. Hay personas que tienen “ilusión” y gran “capacidad de trabajo”, pero les falta “paciencia”. Abandonan demasiado pronto y carecen de capacidad de esperar. Que no nos pase como aquel que decía: “Señor Dios mío, dadme paciencia, dadme paciencia, pero ¡dádmela ya!”. Saber esperar el momento es uno de los rasgos que caracterizan a las personalidades que vuelan más alto.

Décima Regla. Crear “buena suerte” es preparar las circunstancias a la oportunidad. Pero la oportunidad no es cuestión de suerte o de azar, ¡siempre está ahí!

Las oportunidades están en cada rincón y lo que cambia es la habilidad para descifrarlas y leer entre líneas. Más importante que las “aptitudes” son las “actitudes”. El estar en permanente alerta para descubrir nuevos nichos sin explotar. Dar la vuelta a la realidad y ponerla del derecho y del revés, contemplarla de un ángulo y de otro, preguntarse constantemente acerca del “por qué” de las cosas intentando darles una explicación diferente a la habitual que nos indique senderos nuevos.

En resumen, la “buena suerte” se puede sintetizar en “crear circunstancias”. Para este experto hay una fórmula que resume su filosofía: I x D = R; o lo que es lo mismo: Imaginación por Deseo igual a Realidad. Todo lo que ha sido “creado” ha sido previamente “imaginado” y “deseado”. La creación de circunstancias es, en última instancia, activar la imaginación y el deseo; en ese momento, las oportunidades aparecen.

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