sábado, 24 de diciembre de 2011

La lectura y la escritura

http://matosas.typepad.com/competir_con_la_mente/2011/12/la-lectura-y-la-escritura.html 



La lectura y la escritura (I)

Roberto Matosas

 En un reciente reportaje a José Manuel Blecua, director de la Real Academia Española se le preguntó:

 'Si el futuro ministro de Educación le pidiera un consejo...

 Le sugeriría incrementar la práctica de la lectura y la escritura durante la primaria.

La Contra (La Vanguardia, diciembre de 2011)

Al leer esta sugerencia recordé un libro excelente de Juan Domingo Arguelles: Escribir y leer (con los niños, los adolescentes y los jóvenes) de editorial Oceano (2010), que recomiendo enfáticamente! Del mismo quiero compartir algunas ideas del autor, reflexiones de un lector inveterado, cuyo objetivo principal en la vida no ha sido leer libros sino tratar de ser feliz. No vivir para leer, sino leer para vivir o, mucho mejor, leer un poco para vivir algo más.
  • Escribir y leer son dominios que, generalmente, se consiguen en la infancia. Pero saber escribir y leer, es decir conocer el alfabeto, no garantizan a nadie volverse escritor y lector. Hay muchas personas alfabetizadas a las que no les gusta leer libros, y hay otras muchas que los leen tan sólo por las necesidades que imponen la escuela y el trabajo.
  • El viejo refrán que dice que "cuando los problemas entran por la puerta, el amor sale por la ventana", lo he reformulado así: "cuando la obligación de leer entra por la puerta, el amor a los libros se va por la ventana". Habría que preguntarnos cuántos lectores provienen de la pedagogía de la obligación y cuántos de ellos tenían realmente, desde un principio, inclinación por la música o por los libros. 
  • La imposición de leer libros más que producir lectores apasionados ha conseguido todo lo contrario: vacunar contra la lectura. Habría que recordar, en este punto, una antigua sentencia muy al caso: "una excesiva tensión rompe el arco".
  • Daniel Pennac nos recuerda que "nuestras razones para leer son tan extrañas como nuestras razones para vivir". Gabriel Zaid estima que se puede leer de muchos modos, según lo pida el texto y el ánimo lector, pero un método muy recomendable es el de leer por gusto, pues "cuando se lee por gusto, la verdadera unidad metodológica está en la vida del lector que pasa, que se anima y se vuelve más real, gracias a la lectura".
  • Cuando se habla del "hábito de la lectura", muchos promotores y fomentadores del libro, excitados por el fanatismo bienintencionado, no llegan siquiera a meditar que los hábitos no son siempre, necesariamente, placenteros: hay muchos que nos daría gran satisfacción no tener, o bien otros que nos resultan absolutamente ajenos como para tener algún mínimo entusiasmo de adquirir. Tengo buenas razones para sospechar que una de las causas del fracaso de la promoción y el fomento de la lectura es, precisamente, no considerar esta premisa básica.
  • A partir de mi experiencia- dice Arguelles- y de la observación directa, yo afirmo que lo mejor no es el hábito (sabemos que no hace al monje), sino la afición y el gusto.
  • Los libros nos hablan en silencio; llaman nuestra atención del modo más sutil. Por ello, no vale la obligación de leer. Lo que cuenta es la seducción. Francisco de Quevedo escribió:
                  Retirado en la paz de estos desiertos,
                  con pocos pero doctos libros juntos,
                  vivo en conversación con los difuntos
                   y escucho com mis ojos a los muertos
  • Pocos libros; ni siquiera se necesitan muchos, porque la lectura no es asunto de implantar marcas mundiales, sino de gozar, de disfrutar, de hallar placer y contento en lo que se lee. Y si el gusto nace en la infancia, sin imposiciones, difícilmente lo perdemos cuando ya somos adultos.
  • Lo que no debemos olvidar es que, tanto para leer como para escribir libremente, es necesario alimentar el fuego de la infancia y la tinta de la niñez, donde se encuentran las raíaces de nuestra vocación cuando realmente la hay, pues en la vocación encontramos, casi siempre, el entusiasmo de quien juega y se toma ese juego con ímpetu apasionado.
  • Escribir y leer son dos cosas extraordinarias cuando realmente las disfrutamos, cuando nadie nos obliga a ejercitarlas, y cuando nos damos cuenta que si las gozamos, con juicio y con emoción, sin apartarnos de la ética, las consecuencias espirituales e intelectuales son, por lo general, muy positivas. Gelman diría:
                        El día que el corazón aprenda a leer y a escribir
                      se verán cosas grandes.


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