Matemáticamente no me conviene atacar a las 3 al mismo tiempo. Porque tendría 3, 3, y 4 hombres, contra 4, 4 y 4. No es que sea imposible ganar, pero a simple vista es más probable perder, y suena poco inteligente mi estrategia de ataque, digamos.
Aunque pasado a la vida real sea desagradable “atacar gente”, para planificar recordemos que es un juego: Si los aldeanos son los más indefensos, puede que me convenga dejarlos para el final, y atarcar primero al resto con 5 y 5 soldaditos. AUNQUE si los aldeanos son los únicos que pueden volver a crear caballerizas, casas de infantería, o seguir agrandando el imperio… puede que me convenga primero ir por ellos. Viendo todo, cada uno analizará el plan según su manera de jugar.
Lo cierto es que, abarcar todas las batallas al mismo tiempo con las mismas fuerzas que tengo ahora, no suena como lo más inteligente de hacer. Me conviene tener un plan, establecer prioridades, fijar objetivos, “perder” algunas batallas, o al menos saber posponerlas para abarcarlas una vez que esté más fuerte.
A veces en la vida es igual de necesario saber decir que no a algunas cosas, perder batallas que no sean fundamentales para la guerra, objetivos que no sean fundamentales para el sueño, o hasta ceder en algunos frentes no prioritarios (aunque en el momento cueste), para estar fuerte para ir por los objetivos, sueños, y flancos que realmente importan. “A veces hay que perder para ganar y crecer” decía una banda amiga en sus letras.
Desde discusiones (con la pareja, con amigos, con conocidos, a través de Facebook, por política, por fútbol, por tantos temas que nos ponen al guerrero medio a flor de piel), hasta planes de trabajo, planes personales, viajes, sueños, o cualquier tipo de decisiones. Es más lógico hacer un plan, saber los pasos que conviene dar, los que no, las cosas que conviene evitar, dónde avanzar y dónde frenar.
No tener absolutamente todo planeado y no improvisar nunca, pero tener las prioridades claras como para saber para qué lados improvisar y con qué cosas conviene no joder. O hasta en qué direcciones o con qué situaciones conviene no hacerse la cabeza de más.
En un campeonato, el campeón no es el equipo que hace más goles (ni siquiera el que gana más partidos), sino el que hace o gana los necesarios, los fundamentales. En la verdadera guerra (esas asquerosas peleas por caprichos entre gente grande con más daños que soluciones) no se considera vencedor al que gana más batallas, sino al que gana las necesarias. En una elección presidencial, no gana el que consigue llevarse la mayoría de los distritos, sino el que logra ganar a los distritos fundamentales.
Y a eso apunto: Pararse a pensar a un nivel un poco más estratégico. Usar las fuerzas, las ganas, el ánimo, los recursos, y hasta la paciencia de una manera más eficiente, más productiva, más enfocada no en gastarla, sino en invertirla en base a nuestros objetivos o sueños fundamentales. Mirar el cuadro completo, y no sólo lo que tenés adelante de la nariz. O sea: Empezar a elegir tus batallas más inteligentemente.
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