Hace pocas semanas me enteré que dentro de 4.000 millones de año nuestra galaxia va a colisionar contra Andrómeda y aun así, según dicen los expertos, no se producirá un cataclismo destructivo para nuestro sistema solar (al menos si los humanos no lo destruimos antes por razones de nuestra desquiciada evolución cultural).
Incluso en condiciones de extrema inestabilidad —el choque entre dos galaxias parece ser algo mucho más revulsivo que una crisis financiera de mierda— hay un orden natural simple: lo viejo es sistemáticamente remplazado por lo nuevo.
La máquina de vapor fue desplazada por el motor de combustión interna, los dinosaurios fueron desplazados por especies más pequeñas con mejor capacidad de adaptación; y tú, viejo, debes enterarte: jóvenes llenos de ideas y mucha energía van a sustituir tu trasero en la poltrona que ahora ocupas. Lo siento por ti.
La destrucción creativa, ya sea en la tecnología, la economía, la cultura o en la biología, puede ser dolorosa pero es insoslayable.
No estoy reflexionando sobre “la (actual) crisis”; estamos teniendo una crisis tras otra desde que registramos nuestra historia. Cuando no han sido los ciclos económicos o las disrupciones tecnológicas, han sido cataclismos naturales, o conflictos “de alcoba” que se resolvieron en campos de batalla donde “mal cogidos” (español-AR) pulverizaron a centenares de millones de personas con nombres y apellido, que tenían familias e ilusiones.
En el drama humano nunca nada ha sido un “mero problema”. En la humanidad no hay problemas sencillos; sólo Armagedón.No es extraño que estemos sufriendo gran malestar. Además de nuestros temores reales, tenemos expectativas subjetivas que todo va a empeorar. En medio de una brutal recesión y con los “pozos sin agua”: esto es de esperar.
El problema, el gran problema contemporáneo, es que repentinamente nos olvidamos de lo que hemos estado logrando durante los últimos 150.000 años. La humanidad ha creado y padecido grandes problemas, pero la tendencia es que en general siempre se han creado mayor cantidad y mejores soluciones. En caso contrario: no estaríamos aquí, tú y yo, compartiendo este contenido.
Los dinosaurios no se reunieron en un comité para acordar su futuro cuando sobrevino un asteroide gigante a toda velocidad sobre ellos, porque fueron inconscientes que ese evento quebró su evolución. ¿Saben cómo se resolvió ese problema? Les cayó un asteroide gigante que enrareció su ambiente y se murieron. Punto.
Otras especies, con mejor capacidad de adaptación, sobrevivieron un tiempo hasta que mutaron a nuevos y mejores sistemas orgánicos cada vez más flexibles que más tarde aprendieron, además, a ser “plásticos” (una condición superior para anticiparse a los cambios cuando resultó insuficiente, simplemente, adaptarse a ellos).
El viejo orden de los capataces autoritarios por imposición, los directores quejumbrosos y conservadores de su estatus quo son los dinosaurios en nuestro presente que, como los del pasado, no tienen idea de lo que está viendo sobre sus cabezas. Ellos no pueden ver el asteroide que llega a toda velocidad desde la profundidad del espacio; están ocupados en debates inútiles.
El futuro está impulsado por personas que son lo suficientemente “jóvenes”, sin condicionamientos físicos ni psicológicos por su edad biológica, que se proponen cambiar el mundo. Tienen las ideas, están dispuestos a asumir los riesgos, poseen la perspicacia técnica y la creatividad que nos empuja a todos hacia adelante y desplaza a los “viejos dinosaurios”.
El antiguo régimen todavía sigue discutiendo mientras que nuevas rocas estelares están cayendo sobre ellos para aplastarlos. Claro, el “viejo orden” tiene el dinero y el poder, pero se les está acabando el tiempo, la visión y la unidad. Esas ventajas se están transfiriendo a la juventud.
No digas que no te hemos avisado.
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