Quienes sostienen que la escuela del futuro quedará en “la nube”, se van a caer de boca desde el cielo al suelo. Una y otra afirmación tiene la misma consistencia: pura especulación.
Si bien la tecnología ya permite gestionar los procesos didácticos con una amplia gama de recursos bastante eficientes y crear experiencias de aprendizaje bastante eficaces, encuentro muy cuestionable que la “naturaleza social” de educadores y educandos pueda adoptar la virtualización { digital } de su interrelación, aún cuando las personas puedan adaptarse al desempeño en ámbitos exclusivamente virtuales si cuentan con los conocimientos, los recursos y las actitudes necesarias.
Adaptarse a algo, no implica adoptarlo.
En la sociedad (humana), desde el principio de los tiempos, el componente crítico del aprendizaje, su factor catalizador, lo que provoca que los datos se transformen en habilidades y competencias es precisamente el contexto social en el que el proceso de enseñanza-aprendizaje tiene lugar. Esto significa que ese proceso implica mucho más que contenidos, métodos y ámbitos.
La escuela (en todos sus niveles) no es un aparato que imparte instrucción; es un conjunto de relaciones interpersonales modeladas por las necesidades y los patrones culturales de la sociedad donde se crea y funciona para satisfacer esas necesidades y desarrollar la cultura.Los procesos de enseñanza-aprendizaje pueden tener múltiples configuraciones y niveles de calidad. Pueden tratar sobre física cuántica o el cultivo de rabanitos; pueden estar basados en relatos boca-a-boca, literatura impresa, juegos de rol o a través de vídeos en Youtube. Pueden ocurrir adentro de un edificio, debajo de un árbol, o utilizando un espacio virtual de aprendizaje.
Frente a hechos tales como que los niños de 2 años de edad están influyendo en la decisión de compra e incorporación de las tablets en los hogares modernos creando dimensiones de usabilidad que no fueron previstas ni por sus creadores tecnológicos, ni por los empresarios que las convirtieron en un valor para el mercado, cabe pensar que MIT, el Instituto Tecnológico de Monterrey, la UTN o la Escuela Elephas quepan y se puedan gestionar (para enseñar y aprender) en una pantalla de 9,7”.¿Realmente te lo crees?
La flexibilidad horaria del “24×7” y la ubicuidad son mitos creados por los argumentos comerciales para “vender” servicios de “educación en la nube”. El encuentro virtual es cada vez más sencillo y económico, pero es impersonal.
La escuela utilizará cada vez más recursos de “la nube”, pero educandos y educadores tenemos que mantener los pies en el suelo en términos de ser realistas; aunque estamos a punto de oler lo que se proyecta en la pantalla de un ordenador (ya se pueden generar olores que emanan desde un dispositivo conectado por USB), la escuela en “la nube” es totalmente viable desde el punto de vista tecnológico, pero luce como un peligroso trampolín para saltar hacia la la impersonalización de la educación.
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