Como sabéis, este blog Soluciones pretende generar contenidos centrados en el emprendimiento y la transformación social. Esta semana, deseo compartir un capítulo del libro que he co-escrito junto con mi amigo Francesc Miralles, “El Mapa del Tesoro”, en el que nos acercamos a un ser humano generador de una transformación social extraordinaria, y cuya vida es un testimonio de que la utopía es posible, aunque el esfuerzo que se tenga que realizar por ella sea titánico.
VICENTE FERRER: LA UTOPÍA REAL
“No quiero que me recuerden cuando muera, que me dejen en paz. Allí volveré a hacer otra fundación Vicente Ferrer.”
Puede sorprender que el último ejemplo de vida que completa este libro sea de alguien que no jugó el rol de empresario ni de emprendedor, pero cuya obra se caracterizó por la iniciativa, la voluntad de crear prosperidad, de innovar, de mejorar la calidad de vida de un entorno que era presa de la miseria endémica. Sus frutos los logró mediante un trabajo perseverante, lleno de audacia y determinación a lo largo de toda su existencia, con tal fuerza y arraigo, que siguen perviviendo aún hoy, tras su muerte.
Quizás este es el mejor ejemplo de un buscador y creador de tesoros, porque nos demuestra cómo la combinación de querer (actitud), saber (conocimiento), hacer (persistencia) y legar (generosidad) con una ética inquebrantable es lo que cambia y puede cambiar, en el futuro, este mundo en el que vivimos.
Vicente Ferrer afirmaba que la India lo eligió a él. Este jesuita emprendedor decidió desde muy joven dedicar su vida y sus esfuerzos a ayudar a la gente más pobre. Ese era el tesoro que perseguía.
Después de la guerra civil española y de haber sido internado en varios campos de concentración, optó por ingresar en la Compañía de Jesús siguiendo el carácter aventurero de San Ignacio de Loyola, del que admiraba su espíritu.
Tras lograr ser destinado al subcontinente indio, tres años más tarde abandonó la formación religiosa convencido de que había llegado el momento de alejarse de la espiritualidad para llegar a la santidad por caminos más terrestres.
Para Vicente Ferrer, actuar siempre es lo más importante.
Se casó con la periodista Anne Perry y juntos fundaron en la India una organización para paliar el sufrimiento de los más desamparados. Uno de sus argumentos frente a los poderosos autóctonos era que si quieres ser rico tienes que dar, mientras que si quieres mantenerte pobre, no debes dar nada a nadie.
Con esta filosofía Vicente Ferrer se creó enemigos de las castas más influyentes en la zona de la India donde actuaba, temerosos de que estuviera convirtiendo al cristianismo a los campesinos. Aunque este nunca había sido su objetivo, fue invitado a abandonar el país y a “tomarse unas vacaciones una temporada” a través de un telegrama de Indira Gandhi que, aunque lo apoyaba, tuvo que calmar la situación de la manera más diplomática.
Y fueron los más pobres los que se manifestaron y exigieron la vuelta de aquel hombre que les ayudaba a mejorar sus vidas a través de la construcción de escuelas, hospitales y pozos de agua.
Vicente Ferrer pudo regresar instalándose esta vez en las aldeas tribales de Anantapur. Volvió rápidamente a su tarea para crear la Fundación Vicente Ferrer junto a su inseparable esposa. La convicción de que podían contribuir a la mejora de la calidad de vida las personas de Anantapur con muy poco les llevó a dotar a más de 1.500 aldeas de pequeñas infraestructuras con las que potabilizaban el agua, conseguían que hubiera camas en los hospitales, libros para aprender a leer en las escuelas y cooperativas agrícolas con las que generaron actividad económica.
Estas poblaciones seguían siendo pobres, pero lograron sacar el máximo provecho del dinero que recibían, dejando atrás la tiranía a la que la extrema pobreza los tenía sometidos.
Vicente Ferrer visitaba España con frecuencia para intentar conseguir más fondos para sus proyectos en la India y explicar a los ciudadanos que la batalla humana no se puede ganar sin una dosis de entrega. Su sueño era que el 90% de los españoles donaran dinero a los países pobres.
Su mujer, Anne, contaba que en las visitas que hacía Vicente a España le recibían como un gran sabio, pues tenía que expresar su visión de la existencia humana de manera filosófica. Sin embargo, en la India sus mensajes espirituales consistían solo en mejorar la vida de los más necesitados.
Vicente Ferrer logró ser un héroe para miles de ciudadanos actuando durante toda su vida para el bienestar de los demás. Su sencilla filosofía de vida se basaba en estas dos premisas que no dejó de aplicar nunca en su larga carrera humanitaria:
1) No hay que dejar nunca de ser optimista y de enamorarse de la vida y de la gente, poniendo siempre en práctica el idealismo.
2) Debemos convencer a la gente de que sin reacción masiva ni heroísmo colectivo no se puede lograr que los más desfavorecidos mejoren su situación. Hay que reconocer que la humanidad está enferma, pero que se puede ganar la batalla.
Vicente Ferrer ponía voz a la lucidez y a la compasión, aunque sus frases y pensamientos estaban llenos del más puro sentido común, tan preciado por lo escaso que es en nuestros tiempos. Un sentido común de alguien que supo conservar la sencillez y la bondad durante toda su vida y que hizo de ello un mensaje de esperanza y una demostración de que las utopías son posibles si se impulsan con la fuerza del amor.
Algunas inspiraciones de Vicente Ferrer:
“No sé lo que es mi felicidad, me parece excesivamente egoísta”.“No olvidemos que los pobres son gente feliz, y aunque resulte difícil de entender, cuanto más poseen son menos felices porque viven con menos tranquilidad”.“Lo que hago es un motivo más que suficiente para dedicarle toda una vida”.“Para mí actuar es lo más importante, la última espiritualidad”.“La fundación funciona sin mí, pero yo no sin ella”.“El hombre está dotado de unas fuerzas espirituales que no necesitan aditivos para explicarse”.“Ninguna acción buena se pierde en este mundo. En algún lugar quedará para siempre”.“Crees que vienes a salvar al mundo, pero a lo que vienes es a salvarte a ti mismo”.“La pobreza no está solo para entenderla, sino también para solucionarla”.“El corazón está partido en dos. Con una mitad, el hombre se ama a sí mismo y con la otra mitad, ama a los demás. Este corazón es una guía continua. Siempre dice: ‘Haz el bien’. Siempre está funcionando a toda mecha. Si dentro de uno el amor a sí mismo es más grande que el amor a los demás, entonces cometerá muchos errores”.
Álex Rovira
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