“No sé qué me pasa, me siento mal, estoy triste, frustrado, estresado, cabreado.. No me aguanto ni yo”. ¿Te suenan estas frases?
Muchas veces, nos quedamos enganchados en las emociones y vamos por nuestro día a día cargados de esas emociones negativas. Nos las llevamos al trabajo, a casa, de cervezas con los amigos y nos descubrimos “saltando” por cualquier cosa que pasa de una manera desproporcionada. ¿Nuestras víctimas favoritas? Nuestros allegados, aquellos que están más cerca; nuestros amigos más próximos, nuestras parejas, nuestra familia.
“¿Se puede saber qué te pasa? Nada, hoy tuve un mal día. Había atasco y he llegado tarde a mi cita, la persona con la que había quedado me ha dicho que tenía otro compromiso y que no me podía atender, llego a casa y se me estropea el ordenador por lo que no he podido hacer lo que tenía previsto y llevo un cabreo que ahora lo que me faltaba es que vengas tú y me preguntes si me parece bien que vengan invitados a casa a cenar.”
El caso es que muchas veces nos quedamos enganchados en esas emociones negativas de enfado, tristeza o frustración. Lo que no se nos ocurre es poner el foco en el tipo de pensamientos que provocan esas emociones. Si me descubro en una emoción negativa, lo mejor que puedo hacer es parar y poner atención en qué tipo de pensamientos estoy teniendo ya que en función del pensamiento, se produce la emoción y es la emoción la que produce más pensamientos que reafirman esa emoción. Sin darnos cuenta, estamos en una rueda como un hámster corriendo del pensamiento a lo que siento y de lo que siento a lo que pienso.
Analizar qué tipo de pensamiento tenemos es clave para poder cambiar aquello que sentimos. El pensamiento puede ser echar la culpa a otros o a situaciones. Ponemos el foco fuera de nosotros responsabilizando a otras personas o situaciones de lo que nos pasa o bien nuestros diálogos internos se centran en machacarnos a nosotros mismos dedicándonos unas lindezas y unos castigos desproporcionados.
Pues bien, la realidad es la que es. Sí, has llegado tarde a tu cita, eso no lo podemos cambiar, lo que sí podemos cambiar es nuestra manera de vivirlo. Podemos cabrearnos y que nos dure ese cabreo días o meses o podemos elegir sacar un aprendizaje y aplicarlo la próxima vez que nos ocurra y dejar de darle vueltas a nuestra cabeza.
Como dice Byron Katie en su libro “Amar lo que es”, cada vez que discuto con la realidad, pierdo. No es malo tener un pensamiento, lo que es malo es engancharnos a él y no gestionarlo porque nos produce emociones negativas.
Una vez que detectamos nuestros pensamientos podemos hacernos cuatro preguntas que nos propone Katie y que ayuden a analizarlo
1.- ¿Eso es verdad? Cuestiona si tu pensamiento es cierto.
2.- ¿Tienes la absoluta certeza de que eso es verdad? Cuestiona si es absolutamente así o puede haber alguna duda sobre su veracidad
3.- ¿Cómo reaccionas cuando tienes ese pensamiento? Las emociones que aparecen cuando tienes ese pensamiento
4.- ¿Quién serías sin ese pensamiento? Si no tuvieras ese pensamiento, qué es lo que cambiaría.
Se trata de aceptar la realidad y desde la aceptación de lo que nos pasa, es cuando podemos reflexionar desde la serenidad y podemos cambiar la manera de vivir nuestras experiencias. Si estamos enganchados a una emoción o pensamiento negativo no tenemos la serenidad y por tanto, no hay reflexión.
Vamos a observar qué tipo de emociones negativas tenemos y vamos a tomárnoslas como un indicador, como una señal de que tienen un mensaje para nosotros o un aprendizaje y no como algo que hay que eliminar.
¿Qué emociones tienes últimamente? ¿Qué tipo de pensamientos van asociados a ellas? ¿Te apetece cuestionarlos?
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