Progresista es una palabra superbuena que suele ser utilizada por los pseudopogresistas. Ellos se adueñan de algunas palabras para atribuirse virtudes y para adjudicar defectos a los demás: Por ejemplo: Yo soy firme, tú eres obstinado y él es un tonto cabeza dura.
Hay que cuidar los pensamientos porque luego se hacen palabras Hay que cuidar las palabras ya que se vuelven actos que, convertidos en hábitos, moldean el carácter que construye el destino. La vida devuelve lo que se siembra. Regada con buenas ideas genera buenos frutos. La palabra conviene que sea como el trigo que da pan y no produce espinas. La tormenta no es sólo un castigo. Los vientos fuertes crean raíces profundas y que el jardín resista. Cuando las hojas caigan serán abono y así existirán siempre flores nuevas. Cada palabra da comienzo a un proceso.
Crecimiento o desarrollo. Se puede crecer en años o en tamaño. Pero desarrollo no es lo que tenemos sino lo que podemos hacer. Muchos crecen pero leen como cuando eran niños. En los tests no superan las 100 palabras comprendidas por minuto. La materia prima del cerebro es la materia gris, la que no crece como la lechuga sino con educación. Educar es la industria pesada de cualquier Nación, ya que fabrica ciudadanos.
El individuo que crece sin desarrollo, es moldeado por la realidad y corre detrás de los acontecimientos. En piloto automático evita los estímulos invasores, pero eso le impide realizar observaciones creativas y cambia sólo ante situaciones desesperadas. No hace autocrítica sino un relato positivo de supuestas políticas virtuosas que no funcionan. Con el tiempo su ineficiencia se convierte en ideología. Pero un día la coyuntura se torna insoportable, destruye su relato progresista y su método de escape será negar lo que es visible o inventar conspiraciones en su contra.
Doble caída. La analogía entre dinero y política demuestra el falso progresismo populista. El dinero nació para facilitar el comercio, la política para lograr objetivos. El dinero era un metal y luego se transformó en papel moneda. La clave fue que laeducaci´n gente lo acepte. El poder político también comenzó con la coerción. Ambos dejaron su lugar a las creencias. Economía y política se asientan en la confianza. Así funciona la sociedad.
Yo soy yo y mis circunstancias, decía Ortega y Gasset. Cuando el que dirige es un populista disfrazado de progresista, crea la ilusión de riqueza vendiendo las joyas de la abuela y falseando realidad. Así propicia su doble caída. Se desploma la confianza en sus recursos y en su legitimidad.
Se volatilizan los principios simbólicos y sólo le sirven las reservas y la coerción, que terminará usando cuando la sociedad se rebele.
Había una vez. Existían lugares donde descubrir estrellas y a la luna llena saliendo del océano. Luego, los hoteles se instalaron en la arena, lo que estaba prohibido hasta hacía poco. El encanto fue reemplazado por construcciones. Tras la aureola del progreso hay proyectos que violan los valores. Dicen que no es posible parar el progreso. Detrás de las palabras hay negocios, no la emoción estética que la naturaleza genera. El progreso exige resignarse. Es un mal necesario, del que hacen percibir sólo las ventajas y no los riesgos y la imposibilidad de integrar los proyectos individuales en un programa colectivo. No es progreso conseguir algo destruyendo valores. Es progreso conduce a una mejora en el bienestar, pero no debe confundirse con rentabilidad. El verdadero progreso contempla la defensa de los valores de una comunidad en armonía con su hábitat.
Roma es una de las ciudades más lindas. La magnitud de su decadencia actual se ve en una investigación del Corriere della Sera. En un ranking de las ciudades con mejor calidad de vida de Italia, Roma se precipitó del puesto 51 al 63 en los últimos dos años. Según la universidad de La Sapienza, está en el puesto 101 de las 110 ciudades más seguras. El descontrol se debe a un desarrollo urbano sin criterio. La ciudad es la mayor empresa italiana por los salarios que paga y con un número de empleados equivalente a más del doble que Fiat ¿De quién es la culpa? De los mismos habitantes, sin sentido cívico y desacostumbrados al respeto de las reglas, y de la clase dirigente, pseudo progresista.
Hay un pensamiento de corto plazo que pretende ganancias inmediatas La planificación estratégica, en cambio, brinda el marco para el desarrollo, metas para conquistar el progreso de modo participativo, con sugerencias inteligentes, limitando la posibilidad de impactar de manera nefasta sobre el medio ambiente. Sin embargo, basta a veces con el acuerdo de unos pocos, entre gallos y media noche. Es necesario que la ciudadanía reaccione y que el sentido de porvenir la impulse. El progreso se alcanza cuando el patrimonio, natural o cultural, no sucumbe a los intereses económicos o lealtades políticas. Plantearse anticipada e integralmente hacia dónde se desea crecer hace que el verdadero progreso se haga realidad.
Es cuestión de educación. Un pueblo educado no puede ser engañado. La lectura es una de las formas más eficaces de acceso al conocimiento y de ahorro de tiempo. Eso quiso decir Newton al expresar que no era un genio sino que estaba parado sobre las espaldas de gigantes. Es muy duro aprender solamente a los golpes y de la experiencia. No alcanzaría toda la vida para hacerlo. Educar es una alianza estratégica intergeneracional que beneficia a las nuevas generaciones. El dinero puede quedar atrapado en fraudes bancarios y devaluarse en cuestión de días. Pero los conocimientos que adquirimos con la lectura no se devalúan nunca, ni se volatilizan. El capital alojado entre las dos orejas nadie lo podrá quitar.
Los cuentos de la aldea de Chelm. Era una aldea de tontos. Una noche alguien espió a la Luna reflejada en un barril de agua. La gente de Chelm imaginó que había caído allí. Sellaron el barril para que la Luna no se escapara. Cuando a la mañana se abrió el barril y la Luna no estaba, creyeron que fue robada. Llamaron a la policía y cuando el ladrón no fue hallado, lloraron y gimieron. Sería una lectura desencantada si no aprendamos algo de ella. Los líderes de hoy insisten en métodos que prueban su ineficacia; al menos los tontos de Chelm fracasaban con métodos distintos. Aquellos tontos eran totalmente inofensivos: podían tener un ligero toque de paranoia; pero no se cebaban, tendían a considerar sus logros y penurias como resultado de sus actos. Nuestros funcionarios de hoy son los tontos de Chelm que han logrado convertir en tontos al resto.
La tormenta perfecta. La gente lleva en la piel como recuerdo, el fracaso del programa del anterior líder populista supuestamente progresista y cuando los indicadores se presentan, la memoria los relaciona para conformar una “tormenta perfecta”. Ya no lo conforma el truco más viejo del progresista: que pérfidos poderes conspiran contra los buenos. Sus días están contados. Para salvarse de la crisis recurre a aprendices de brujos.
El problema es que ya no le resulta ninguna medida porque carece de un método articulado para llevar a la práctica un programa. También, y de tanto mentir ha perdido toda credibilidad: a partir de la evidencia de una traición es muy difícil reconstruir el vínculo.
El pastor mentiroso. Un pastor que tenía sus ovejas en la montaña, pedía muchas veces socorro a los labradores de los campos vecinos, gritando que venía el lobo: cuando llegaban nada encontraban, y se volvían a su trabajo. El pastor repitió su mentira varias veces, pero suponiendo que era otra burla, cuando un día el lobo entró en su rebaño el pastor pidió socorro, pero los labradores no fueron a socorrerlo, y el lobo mató muchas ovejas. Al que acostumbra mentir, nadie le cree cuando dice la verdad. Las historias de quienes evaden la realidad terminan mal.
El militante. Hay un ritual casi místico del falso progresista. Son los gritos de sus fans, los “pibes” que se ofrecen “para la liberación”. Se llenan la boca porque recibieron un regalo del cielo. La bandera del crecimiento con inclusión social les permitió que sus ingresos crecieran, lejos de toda angustia económica. Sólo se le exige su adhesión incondicional a una ideología, mezcla de estatismo a ultranza, declamación de derechos humanos, izquierdismo vociferado y malas palabras. Todo eso es necesario para integrar el campo nacional y popular.
Las dificultades de todo tipo que enfrentan los países y organismos dirigidos por falsos progresistas es la falta de una cultura científica. Sus múltiples problemas sólo podrán resolverse con el pensamiento científico, que interpreta la realidad con evidencias y no acepta dogmas.
Posee un mecanismo de autocorrección, si las predicciones de su modelo mental discrepan con la realidad, sabe resolver la incongruencia.
Hay que desterrar el “analfabetismo científico”. En el mundo actual, donde entre el 90 % de la humanidad no sabe ni puede, pero cree saber y poder, vamos de cabeza a la hecatombe. Ciencia, educación y salud son palabras superbuenas que predisponen a aceptar lo que se deduce de ellas. Manipuladas sin conciencia profundizan los males. Los fines sociales no los definen los científicos sino la ideología política y la ganancia empresaria. En países ricos existe la maldición de sus recursos naturales. Pero no hay sanciones para la mala praxis política y un gobierno populista puede lavar el cerebro del pueblo, crear fábricas de pobres funcionales a sus intereses con el clientelismo político; aumentar la desigualdad entre ricos y pobres y la corrupción. Puede adoptar políticas anticiencia, antieducación y antisalud que lleven a la ruina de un país.
Concierto de palabras. El promedio que se usa son 750 palabras, los jóvenes 250, entre los 100 mil vocablos del idioma. El lenguaje enriquece el pensamiento, los conceptos representan el mundo y sin palabras no se piensa. El límite de mi mundo es el límite de mi lenguaje, dijo Wittgenstein.
Si no existiese la palabra piedra, para referirse a ella, habría que decir que es una sustancia mineral dura, compacta, consistente, no terrosa ni metálica, que se suele extraer de canteras y que se conserva sin perder sus principales características.
Usar pocos términos implica que hay menos realidad en el cerebro. Elogiar el ahorro de palabras es como celebrar la ignorancia.
Darse cuenta. El rendimiento del cerebro de Einstein tenía que ver con cómo lo hacía funcionar. El hardware es un recurso democráticamente distribuido, la diferencia está el software. Desde la imagen se reflexiona puntualmente y no desde categorías lógicas que no brindan ideas. La imagen vive virtualmente en el concepto como posibilidad. Así como la lógica y la experiencia se complementan, imagen y concepto también.
El lenguaje es el arquitecto del pensamiento. Eliminando términos como siempre, nunca, todo, nada, amigo, enemigo, se reconocen los matices. Al pensamiento se lo ayuda con mejores palabras. “Por qué” orienta a buscar la causa. “Cómo” lleva a la acción, a imaginar el futuro. “Fracaso” es una declaración de culpa, “error” induce a reintentar, remite a aprender. “Problema” tiene una connotación estática, “objetivo” moviliza hacia el logro. Hay un “no” paralizante y otro que descarta lo que no sirve. El “sí” estimula a experimentar, a que si las cosas no salen variemos el cómo.
El pensamiento lateral propone hacerlo de otro modo. Si una idea dominante impone el recorrido sugiere transgredirla.
El Diálogo Apreciativo. Es el hábito de buscar lo positivo, potenciarlo y anticipar el futuro. No parte del problema: busca lo mejor y luego lo construye. El problema cierra, el diálogo abre. Lo negativo no tiene la fuerza de la visión, el diálogo abunda en alternativas. Cambiar la imagen negativa de problema por la visión positiva de la solución, retoma la idea de Nietzche: No hay hechos, sólo interpretaciones. La fórmula Imagen positiva = acción eficaz combina descubrimiento, meta, diseño, acción, con técnicas lingüísticas: conversaciones para abrir, decidir, ejecutar, evaluar y cerrar. Conversando, imaginando, descubriendo y ejecutando el futuro ya no es lo que era, el futuro es ahora una creación.
Ser progre en educación. Según la teoría de las inteligencias múltiples tenemos un genio interior, sólo que muchos nunca lo descubren.
Cuando tenía 3 años, me pidió que le fuera a leer unas cosas. Yo tardé porque estaba haciendo otras cosas y cuando fui, me dijo que ya lo había leído. Le pregunté cómo sabía leer y me dijo que estaba uniendo las letras, que ya reconocía desde antes”, dice Lorena Giunta, madre de Alex. Según la Organización Mundial de la Salud son el 2% de la población mundial los chicos con150 puntos de coeficiente intelectual, cuando la media es de 100. Entre sus principales características están las constantes preguntas. Conviene que vayan a la escuela común, ya que es una muestra del mundo real en el que van a vivir. Tienen que aprender a integrarse en sociedad, porque el capital social es tan importante como el intelectual. Lo ideal sería que puedan hacer media jornada en la escuela y también participar de otras actividades ¿Y que le queda al niño común? En la convivencia los unos aprenden de los otros. Pueden aprender del superdotado como este aprender del sentido común de sus compañeros.
Todos, en su medida, tienen un genio interior que es necesario descubrir y potenciar. Si bien la inteligencia se puede entrenar, el coeficiente intelectual es algo con lo que se nace y no se crea con la práctica. Sin embargo hay diferentes tipos de inteligencia, el autoconocimiento consiste en descubrir el genio que llevamos dentro y el empowerment surgirá de allí: de conocer y potenciar el poder interior. Eso es ser progresista.
Dr. Horacio Krell. Ceo de Ilvem. Consultas a horaciokrell@ilvem.com
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