Viene esto a propósito de algunas reflexiones que me surgieron tras haber visto recientemente la película “Salvando a Mr. Banks” de Tom Hanks y Emma Thomson que narra el proceso de Disney de adquisición de los derechos de la maravillosa novela de Pamela Travers, Mary Poppins para su adaptación al cine.
Sin desvelar la película, que obviamente animo a ver, hay dos momentos que me resultaron especialmente significativos y que quiero destacar por lo que tienen que ver con una emoción muchas veces olvidada que es la emoción de la ALEGRÍA. Esta emoción no tiene que ver con reírse –aunque la risa puede ser una manifestación de la alegría- sino con la capacidad de sorprenderse, mejor dicho, de maravillarse de lo que somos y de lo que nos rodea. ¿Cuándo fue la última vez que nos maravillamos de algo? Lo primero que debe decirse es que para maravillarse… ¡¡hay que pararse!! Sí, efectivamente, parar en esta vorágine de trabajo, de cosas pendientes, de falta de tiempo -¿de vida?-, de mirar siempre hacia el suelo para no tropezar… Viajo a menudo en el AVE a Barcelona y veo lo que ocurre a mi alrededor y lo que me ocurre a mí mismo: veo ejecutivos que conectan sus portátiles, consultan su correo, mantienen ruidosas conversaciones por el móvil… algunos se centran en aprovechar para leer la prensa, ver la aburrida película de rigor, otros para echar una última cabezadita… ¿pero cuántos miran por la ventanilla tan solo para ver y disfrutar de los árboles, del paisaje ahora helado, de esa neblina que invade los campos… ¡qué absurdo! Perder dos horas de nuestro escaso tiempo para mirar los campos. Y así, un viaje tras otro, un día tras otro, una vista tras otra.
En la película, el chófer que acompaña a diario a Mrs. Travers desde el hotel a los estudios Disney la anima a mirar por la ventanilla y a maravillarse del paisaje de los alrededores de Los Ángeles pero ella le desprecia porque como dice “un paisaje es como otro cualquiera”. Pero el día que decide a mirar por la ventanilla empieza a ver un mundo diferente que además le desconcierta: “Aquí nadie va andando” señala a lo que el chófer responde “pasear es un lujo para el que no tenemos tiempo”. ¡Un lujo! Efectivamente, quizás sea un lujo, pero un lujo al alcance de todos. Tan solo hace falta pararse de vez en cuando, pararse a observar para disfrutar, para maravillarnos de lo que tenemos a escasos metros, a ver ese otro mundo sobre el que pasamos de largo. Andar por Madrid mirando las cornisas de los edificios es algo que si no habéis hecho os lo recomiendo. Parar y conectarnos al mundo que nos rodea, desconectándonos del móvil, la TV, etc. y disfrutar el momento. ¡Carpem Diem! decía el poeta Horacio. Aprovechar el momento requiere mirarnos hacia dentro y hacernos plenamente conscientes del momento y espacio que estamos viviendo.
En relación con esto viene a colación la segunda secuencia que quería comentar. En la novela de Mary Poppins, el padre de familia –Mr. Banks- trabaja en un banco donde la utilidad es el concepto clave. Las cosas tienen que servir para algo. El dinero se invierte en el banco porque así da intereses; gastarlo en comprar migas de pan para echarlo a las palomas, es inútil e ilógico. Su hijo quiere que le repare la cometa para poderla volar, pero eso ¿qué utilidad tiene?
A menudo nos comportamos como Mr. Banks. Nos mueve lo lógico, lo que sirve para algo, lo concreto, lo tangible. El dinero hay que gastarlo .. con cabeza!!; el tiempo es escaso y hay que aprovecharlo en cosas útiles, de manera que si podemos hacer varias cosas a la vez eso será síntoma de lo bien que nos organizamos porque así, le sacamos utilidad y rendimiento al tiempo. Hay que hacer hoy cosas pensando en el mañana y ser hormigas en vez de cigarras.
Yo quiero aquí lanzar una voz a favor de lo ilógico, de lo inútil, de las acciones que parecen no tener sentido porque no siguen la lógica de ni utilidad ni de la rentabilidad. Una voz a favor de vivir el presente, de soñar despiertos, de romper las reglas, de pasar las horas maravillándonos por lo que tenemos al lado, las personas, los amigos, la familia…
Rompo una lanza a favor de hacer volar la cometa, porque la cometa que finalmente Mr. Banks repara y sale a volar con sus hijos al parque representa los sueños, las emociones, la infancia, lo que de verdad importa. Echar a volar la cometa es parar un instante para maravillarse de su vuelo, de sus movimientos, del juego que parece jugar con las nubes. Volar la cometa es aparcar por un tiempo el trabajo, los planes, el pasado y el futuro. Es sentir el momento, es reír con esa risa franca de quien no le importa que le vean reír. Es enseñar a los hijos lo que de verdad importa: ser nosotros mismos. Es disfrutar el presente, es apagar la radio y el móvil para extasiarnos con lo que no cuesta dinero, no da rentabilidad económica, ni aumenta la cuota de mercado. Puede ser la cometa, o mirar los almendros ahora que están próximos a florecer, o jugar con tu perro, o al futbol con tu hijo, o tirarte al suelo incluso con corbata.. da igual, cambiemos las prioridades aunque sea por un instante. Acallemos por ese instante la voz interior que a menudo nos domina y nos dice ¿para qué haces esto? Es absurdo, no tiene lógica, no sirve para nada.. con la de cosas que tienes que hacer.
¿Qué puede pasar? ¿Qué nos guste? Es cierto, ese es el autentico peligro, que descubramos lo cerca y fácil que tenemos ser felices. Bueno ¿y qué? No nos escondamos más en el trabajo, los deberes, las obligaciones, las normas, las creencias … estamos llamados a ser felices y a maravillarnos y para eso hay que pararse, mirar y dejarse sorprender. De manera que, ¿a qué esperas para sacar a volar tu cometa?
Os dejo un hermoso vídeo sobre la importancia de todo esto. ¡que lo disfrutéis!
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