Revista VIVA
La sorprendente capacidad de cambiar según el contexto caracteriza al cerebro. Un estudio sobre el procesamiento de la información visual lo corrobora.
Fue la capacidad del cerebro humano lo que hizo posible escribir esta columna y también que en este momento alguien la pueda estar leyendo. Esto, como sabemos, no siempre fue así. La invención de la escritura y la lectura es un hecho relativamente reciente para la historia de la Humanidad y, sin embargo, luego de los procesos de aprendizaje que se dan por lo general en la infancia, nuestros cerebros se vuelven máquinas competentes para leer y escribir a partir de lo que vemos. ¿Cambió el cerebro para que esto fuera posible? ¿Cambia a lo largo de nuestra vida? ¿Es distinto el cerebro de alguien que puede ver lo que lee de alguien que lee sin ver?
Hace tiempo, algunos investigadores creían que cada área del cerebro humano estaba especializada solamente para una tarea particular. Asumían que un área cerebral que procesaba un cierto tipo de información podía procesar solamente eso y nunca podría cambiar. Durante las últimas décadas se ha hecho evidente que el cerebro exhibe más plasticidad -la capacidad de cambiar y formar nuevas y diferentes conexiones neuronales– de la que se pensaba. Por ejemplo, se sabe que la corteza occipital tiene como función importante el procesamiento de la información visual. Pero, como nos preguntábamos al comienzo, si alguien es ciego, ¿qué sucede con esta área? ¿No se utiliza? ¿Puede el cerebro adaptar y utilizar estas neuronas para otra cosa? Un estudio realizado por el doctor Harold Burton y sus colegas de la Universidad de Washington en St. Louis ha tratado de responder a algunas de estas preguntas. Se estudió a 16 personas ciegas: nueve lor eran de nacimiento y siete habían perdido la vista durante el transcurso de su vida. Al utilizar imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), midieron la actividad cerebral mientras las personas leían palabras reales y secuencias sin sentido en Braille. La principal actividad detectada, mientras leían palabras reales, ocurrían en la corteza visual, a pesar de que todos estaban completamente ciegos. Las personas que eran ciegas desde el nacimiento tenían aún más actividad en la corteza visual que los otros.
Estos investigadores llegaron a la conclusión que las áreas tradicionalmente visuales podrían haber sido reclutadas para alguna otra función (tal vez para el procesamiento de la entrada táctil que reciben por la lectura con sus manos). Esto podría explicar por qué las personas ciegas desde el nacimiento tenían una mayor activación en las áreas visuales (estas áreas cerebrales estaban “disponibles”). Una segunda posibilidad es que estas áreas no se utilizan únicamente para procesar la información visual, sino de manera más general para codificar información que luego es procesada por los centros cerebrales del lenguaje. En todos los casos, los científicos subrayan que se necesitan más estudios para determinar si alguna de estas hipótesis es definitivamente correcta.
Nuestro cerebro tiene la sorprendente capacidad de cambiar cuando así lo requiere el contexto. Borges, en las famosas conferencias del teatro Coliseo compiladas en su libro Siete noches, ya lo había anticipado. Me permito citar un fragmento que habla de su propia ceguera: “Tenemos una imagen muy precisa, una imagen a veces desgarrada de lo que hemos perdido, pero ignoramos qué lo puede reemplazar, o suceder. Tomé una decisión. Me dije: ya que he perdido el querido mundo de las apariencias, debo crear otra cosa: debo crear el futuro.” ¿Alguien puede dudar de que ese cerebro lo hizo posible?
Hace tiempo, algunos investigadores creían que cada área del cerebro humano estaba especializada solamente para una tarea particular. Asumían que un área cerebral que procesaba un cierto tipo de información podía procesar solamente eso y nunca podría cambiar. Durante las últimas décadas se ha hecho evidente que el cerebro exhibe más plasticidad -la capacidad de cambiar y formar nuevas y diferentes conexiones neuronales– de la que se pensaba. Por ejemplo, se sabe que la corteza occipital tiene como función importante el procesamiento de la información visual. Pero, como nos preguntábamos al comienzo, si alguien es ciego, ¿qué sucede con esta área? ¿No se utiliza? ¿Puede el cerebro adaptar y utilizar estas neuronas para otra cosa? Un estudio realizado por el doctor Harold Burton y sus colegas de la Universidad de Washington en St. Louis ha tratado de responder a algunas de estas preguntas. Se estudió a 16 personas ciegas: nueve lor eran de nacimiento y siete habían perdido la vista durante el transcurso de su vida. Al utilizar imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), midieron la actividad cerebral mientras las personas leían palabras reales y secuencias sin sentido en Braille. La principal actividad detectada, mientras leían palabras reales, ocurrían en la corteza visual, a pesar de que todos estaban completamente ciegos. Las personas que eran ciegas desde el nacimiento tenían aún más actividad en la corteza visual que los otros.
Estos investigadores llegaron a la conclusión que las áreas tradicionalmente visuales podrían haber sido reclutadas para alguna otra función (tal vez para el procesamiento de la entrada táctil que reciben por la lectura con sus manos). Esto podría explicar por qué las personas ciegas desde el nacimiento tenían una mayor activación en las áreas visuales (estas áreas cerebrales estaban “disponibles”). Una segunda posibilidad es que estas áreas no se utilizan únicamente para procesar la información visual, sino de manera más general para codificar información que luego es procesada por los centros cerebrales del lenguaje. En todos los casos, los científicos subrayan que se necesitan más estudios para determinar si alguna de estas hipótesis es definitivamente correcta.
Nuestro cerebro tiene la sorprendente capacidad de cambiar cuando así lo requiere el contexto. Borges, en las famosas conferencias del teatro Coliseo compiladas en su libro Siete noches, ya lo había anticipado. Me permito citar un fragmento que habla de su propia ceguera: “Tenemos una imagen muy precisa, una imagen a veces desgarrada de lo que hemos perdido, pero ignoramos qué lo puede reemplazar, o suceder. Tomé una decisión. Me dije: ya que he perdido el querido mundo de las apariencias, debo crear otra cosa: debo crear el futuro.” ¿Alguien puede dudar de que ese cerebro lo hizo posible?
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