Afortunadamente, contratar a los entrenadores educativos resultaría más barato que a los futbolistas y, además, ni siquiera hace falta contratarlos. Basta con aprender de ellos. Resulta paradójico que siendo su oficio el aprendizaje, los administradores educativos de nuestro país aprendan tan poco. Han pensado una y otra vez que la solución podía salir de un despacho en forma de ley, cuando el cambio tiene que producirse en el aula y es al aula adonde hay que acudir. Las leyes sólo abren marcos de actuación, no son en sí una actuación. Les pondré un ejemplo: desde hace decenios se repite como una jaculatoria que hay que prestigiar la Formación Profesional. Y se espera de los hados que lo hagan. La nueva ley ha optado por el Modelo dual –parte de la formación en el aula y parte en la empresa– que ha funcionado muy bien en Alemania. Acabo de prologar un libro publicado por la Fundación Bertelsman explicando el método para hacerlo. Pone de manifiesto la ambición y complejidad del proyecto y la necesidad de prepararlo minuciosamente, cosa que no se está haciendo en España, donde la gestión aburre. Es mas fácil la jaculatoria. Ya tenemos la ley, pero eso no basta.
Los cuatro motores del cambio educativo
Volviendo a los entrenadores, hoy voy a hablarles de uno de los grandes, un especialista en “gestionar el cambio educativo”: el canadiense Michael Fullan. “Nos encontramos –dice– ante prodigiosas posibilidades de aprendizaje porque están convergiendo tres nuevas fuerzas. La primera fuerza son las “Nuevas Pedagogías”, lo que empezamos a llamar deep learning,aprendizaje profundo, que permiten integrar las herramientas y recursos digitales con el trabajo de estudiantes y profesores. La segunda, el “Nuevo Liderazgo del Cambio”, surge de la fusión de energías que se producen de arriba-abajo, de abajo arriba y lateralmente para generar un cambio más rápido y más efectivo que en pasados esfuerzos reformadores. El tercero, la “Nueva Economía Sistémica”, hace que poderosas herramientas y recursos de aprendizaje que aceleran las dos fuerzas anteriores sean más asequibles para todos. Estas fuerzas se están extendiendo rápidamente”. ¿Volveremos a quedarnos al margen?
Los objetivos inmediatos de ese cambio –continúa diciendo- deben ser (1) alimentar la motivación intrínseca de profesores y de estudiantes, (2) comprometerlos en una mejora continua de la enseñanza y el aprendizaje, (3) fomentar el trabajo de equipo, (4) implicar a todos los docentes y a toda las escuelas. La relevancia de estos objetivos ha sido confirmada por el estudio hecho por el Innovative teaching and Learning Research Project, esponsorizado por Microsoft Partners in Learning, realizado en Australia, Inglaterra, Finlandia, Indonesia, Mexico, Rusia y Senegal. Ninguna de estas cosas se consigue con una ley, sino bajando al terreno, remangándose, movilizando, convenciendo, liderando. En España, ningún gobierno se ha ocupado de mejorar la formación inicial y continua del profesorado, de estimular la aparición de líderes educativos, de introducir las nuevas pedagogías, de poner a trabajar las Facultades de Pedagogía y de Educación. La mayoría de nuestras aulas se mueren de aburrimiento. Los estudios de Rosalind Picard y sus colegas en el Media Lab del MIT han descubierto que la actividad cerebral de los chicos durante las lecciones que se imparten en clase es incluso inferior al momento en el que duermen. Necesitamos una nueva pedagogía, en la que los chicos jueguen un papel más activo en su propio aprendizaje. La reforma de Singapur tenía un lema muy sencillo: “Enseñar menos y aprender más”.
Michael Fullan.
En el 2002, Michael Fullan dirigió un proyecto de reforma en Ontario, que tenía un sistema escolar estancado, como el nuestro. “No fue necesario inventar nuevas ideas –comenta- Las tomamos prestadas de todo el mundo. Otros países, como Finlandia y Singapur, habían conseguido construir sistemas exitosos, pero empleando mas tiempo. Lo mas importante del modelo integral de reforma que impulsamos es que es más rápido, y empezamos a tener buenos resultados en dos años”.
¿Qué nos pasa? ¿Somos más torpes, más perezosos, más escépticos sobre la educación? ¿Somos demasiado tolerantes ante la ineptitud y la ignorancia? No se trata de buscar culpables, sino de exigir un cambio de rumbo. Hemos entrado en la “sociedad del aprendizaje” y todos tenemos que ponernos a aprender de los mejores. Y, como el mundo va muy rápido, no podemos perder más tiempo.
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