lunes, 2 de febrero de 2015

“Estamos en deuda con los jóvenes”

http://facundomanes.com/2015/02/01/estamos-en-deuda-con-los-jovenes/
Por Diego Jiménez
Tiene una trayectoria académica y profesional reconocida en el exterior. Pero decidió regresar al país. Propone trabajar las próximas generaciones, pensando más allá de nuestra vida biológica.
-Nos gustaría, en primer lugar, que nos relate su trayectoria académica desde que llegó a Buenos Aires proveniente de Salto hasta su regreso a la Argentina y su función en la Universidad Favaloro. Que indique qué rescató (personas que lo influyeron, situaciones, etc.) de cada una de las instituciones educativas que asistió en su carácter de alumno o investigador
– Vine a Buenos Aires para estudiar Medicina en la UBA. Como algunas veces conté, el shock de llegar de un pueblo del interior a la ciudad fue más intenso que el de irme de Buenos Aires al exterior. Uno de los profesores de la UBA más influyentes en mi carrera fue el doctor Tomás Mascitti, profesor emérito de Anatomía, que había investigado en Escandinavia con científicos muy reconocidos y regresó a la Argentina. Fue decano de Medicina, dirigía un laboratorio y era un líder que tenía muchas inquietudes, al que le interesaban los temas sociales, la literatura. El fue una figura muy inspiradora para mí. Luego, hice la residencia en Neurología en Fleni, donde fui parte de la primera camada de residentes. Viajé a Estados Unidos, aprendí durante unos meses imágenes funcionales en el Massachusetts General Hospital, que depende de la Universidad de Harvard. De allí, me trasladé a Iowa, donde estuve aproximadamente dos años, haciendo Neuropsiquiatría. Gané un premio como joven investigador en Neuropsiquiatría de la Asociación Neuropsiquiátrica Americana. Luego fui a la Universidad de Cambridge. ¡Se trata de una ciudad medieval en la que uno se cruza con premios nóbeles por la calle! Allí se vive un ambiente de creatividad en el que la mayoría de las personas quieren cambiar el mundo. Una anécdota en relación a esta maravillosa ciudad es el día en que mi tutor me llevó a recorrerla. Fuimos al Instituto Cavendish de Física, lugar en el que se revolucionó la física mundial; y me sorprendió muchísimo que se tratara de un edificio viejo, sin ningún lujo. Recuerdo que le hice este comentario a mi tutor. Entonces él me respondió que lo único que se necesita para revolucionar el conocimiento son cuatro paredes y grandes científicos adentro (de alguna manera, esa idea fue lo que me motivó cuando creamos Ineco). Al regresar al país, trabajé en Fleni, dirigí el servicio de Neurología Cognitiva, donde comencé a formar una masa crítica de investigadores jóvenes y los puse en contacto con laboratorios internacionales. Hacia el 2004, con mi hermano Gastón, su socio, Marcelo, y muchos brillantes investigadores que confiaron en el proyecto, hicimos nacer Ineco. La idea era formar un “Instituto Di Tella” de las neurociencias. Al año, me contactaron de la Fundación Favaloro para llevar a cabo el sueño de René Favaloro de hacer neurociencias, relacionando cerebro con corazón. Armamos el Instituto de Neurociencias. Así, entre Ineco y Favaloro se organizó un polo de investigación en neurociencias muy importante, destacado a nivel internacional. En el año 2014 me convocaron para que asumiera como rector de la Universidad Favaloro, desafío que acepté (allí dirigió el equipo que operó a Cristina Kirchner de un hematoma cerebral en octubre de 2013).
-Relacionada a la pregunta anterior, ¿por qué eligió la Neurología como especialidad profesional y como campo de investigación? Dado que a priori, en nuestro país, uno pensaría que no es la mayormente elegida o desarrollada.
-Cuando comencé Medicina, yo quería ser neumonólogo, algo relacionado con los pulmones por mi entonces condición de asmático. Pero quedé enamorado del cerebro cuando cursé Neuroanatomía y así me decidí, supe que quería dedicarme a este elemento tan complejo y tan fascinante. Además, como ya mencioné, la figura de Tomás Mascitti tuvo mucha influencia en mí. Fue un líder al que yo admiraba profundamente y tuve la suerte de trabajar con él. Y continué siempre trabajando dentro de este campo.
-¿Qué aporta la neurociencia a la comprensión de fenómenos de la vida cotidiana? Se lo pregunto sobre todo por sus implicancias en el aprendizaje.
-La neurociencia es la disciplina que investiga el cerebro humano en forma científica. En el marco de un enfoque multidisciplinario, aborda temas que desde hace miles de años han sido tratados por filósofos, religiosos y científicos aislados. El cerebro es el órgano más complejo, más importante y que involucra todo el quehacer humano. Por lo tanto, entender más sobre el cerebro afecta todas las disciplinas con las que se necesita establecer un diálogo bidireccional. Respecto del aprendizaje, las neurociencias tienen el potencial para realizar importantes contribuciones al conocimiento sobre los procesos biológicos y ambientales. Por ejemplo, los estudios neurocientíficos señalan la importancia de la interacción social en el aprendizaje. Un experimento que contamos en nuestro libro “Usar el cerebro” lo demuestra. El mismo consistió en exponer a un idioma a niños pequeños, en cuyos hogares se hablaba la misma lengua, con el objetivo de analizar los resultados en base al método de enseñanza, si incluye o no, la presencia física de un hablante. Después del entrenamiento, se concluyó en que solo el grupo de niños expuesto a la persona en vivo podía distinguir entre dos sonidos con un rendimiento similar al de un bebé nativo; mientras que los otros, no. Así vemos cómo la motivación producto de la presencia e interacción personal genera más atención; y la atención redunda en más aprendizaje. Por un lado, se demuestra el rol trascendental del docente ligado, no solo a la transmisión de un conocimiento, sino al afecto, la motivación y el carácter humano. Y, por otro lado, advertimos que la inversión social ligada a la búsqueda de progresos educativos debe estar puesta justamente ahí, ya que la base para una revolución educativa y del conocimiento requiere un verdadero protagonismo de este vínculo del maestro-alumno.
-¿Qué deberían incorporar como contenidos los institutos de formación docente o universidades, para aprovechar las innovaciones de la neurociencia en el campo educativo?
-Como le dije, creo que es fundamental un diálogo entre las neurociencias, los expertos en educación y los docentes, que son quienes conocen la realidad cotidiana de la práctica.
-¿Y en el aula? Imagino que supone un proceso complejo modificar la perspectiva de la enseñanza utilizando estos aportes.
-El trabajo conjunto entre la educación y las neurociencias puede contribuir a la transformación de estrategias educacionales que permitirán diseñar nuevas políticas educativas y programas para la optimización de los aprendizajes. Por ejemplo, preguntarse por la mejor edad para el inicio de la educación formal, las razones por las que unos niños aprenden más fácilmente que otros, o determinar si existe una edad crítica para la alfabetización son temas que los estudios neurocientíficos exploran.
Los educadores no deben temer tales aportes, ya que muchos de éstos seguramente amplían e, incluso, respaldan sus saberes y prácticas cotidianas de la enseñanza. Asimismo, el rol de las neurociencias no es “aconsejar” a los educadores, sino que es trabajar de manera mancomunada con ellos.
-¿Qué requiere una organización para convertirse o ser un ámbito de creación? ¿Qué plus debería tener?
-Se puede tomar como metáfora la tarea de la ciencia. Es fundamental el trabajo en equipo porque así se expande la inteligencia individual. En el desarrollo científico es necesario, por un lado, revisar el pasado, y, por otro, tener ideas novedosas. A su vez, hay que exponer a la crítica el producto de las investigaciones. Por lo tanto, el diálogo entre científicos y los distintos equipos es clave. Así, a través de este sistema de trabajo, la valoración de las buenas ideas del pasado, el diálogo continuo y el debate, se va generando un contexto que promueve la creatividad.
-Trasladándolo a otro ámbito, ¿por qué a los argentinos nos cuesta tanto funcionar como equipo? En instituciones privadas se da generalmente, pero trasladados al ámbito público es mucho más difícil. ¿Qué factores inciden a su criterio para que eso ocurra?
– En principio, no veo que existan demasiadas diferencias sobre esto en instituciones privadas y públicas. Yo soy optimista y pienso que cada vez los argentinos nos vamos a dar cuenta de la conveniencia del trabajo en equipo y vamos a poner en práctica eso de que “la unión hace la fuerza”. ¿Sabe? La ciencia ha comprobado que el trabajo en equipo expande las fortalezas de la sumatoria de las inteligencias individuales.
-¿Por qué eligió nuevamente Argentina para desarrollarse? Del apacible Cambridge donde veía circular a premios Nobel en bicicleta a la azarosa Argentina…
-Volví porque este país es mío; es una sensación única sentirse en el lugar de uno. Una de mis pasiones además del estudio del cerebro es Argentina. Quiero colaborar, ser parte de la gente que piensa y crea en este país. Es necesario reflexionar en la Argentina del futuro, trabajar para las próximas generaciones. Necesitamos miles de personas que piensen un país más allá de su vida biológica. Lo importante no es ver ese proyecto de la Argentina que uno sueña cumplido, sino luchar y trabajar para conseguirlo. Estamos en deuda con los jóvenes, ellos se merecen mucho más. Quiero enseñarles a los jóvenes que hay que estudiar, trabajar, ser creativos. Y necesitamos generar un contexto creativo para desarrollar todo el talento potencial que tenemos.
- Usted expresó que simboliza lo mejor de la Argentina: un chico del interior que llega a la gran ciudad sin contactos pero puede crecer y mejorar ¿cómo recuperar esa posibilidad como sociedad?
– Yo llegué con mi hermano en un tren a la ciudad de Buenos Aires, donde no tenía ningún contacto. Y tuve la oportunidad de estudiar en los mejores lugares del mundo y de desarrollar en mi país un equipo de investigación líder en neurociencias en Latinoamérica. Yo y muchos más representamos a la Argentina de la educación, del ascenso social, de la cooperación. Es necesario que hagamos una revolución de la educación para poder competir en un mundo del conocimiento. Muchos países más pobres en recursos naturales que la Argentina se han convertido en naciones fecundas gracias a la inversión en educación, investigación, conocimiento. Este es el camino para la erradicación de la pobreza y el desarrollo.
Si revisamos la historia de nuestro país, nos damos cuenta de que los proyectos más provechosos son los que fundaron nuevos paradigmas y supieron planear un país a futuro. Es primordial que tomemos estos ejemplos y planifiquemos un país a futuro basado en el fomento de la educación, las nuevas ideas, la investigación científica y tecnológica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario