miércoles, 18 de febrero de 2015

MATTHIEU RICARD

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En 2004, la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos publicó un estudio realizado por las universidades de Madison-Wisconsin, Princeton y Berkeley sobre el efecto del entrenamiento mental en el cerebro. Matthieu Ricard (Aix-Les-Bains, Francia, 1946) se sometió a una resonancia magnética nuclear que detectó una actividad inusitada de su corteza prefrontal izquierda, asociada a las emociones positivas. Nunca antes se había visto en un ser humano un nivel de felicidad semejante, que superaba en más de un punto la escala estándar de medición. Ricard fue declarado “el hombre más feliz del mundo”.
Y, ¿quién es Matthieu Ricard? Pero, sobre todo, ¿qué hace Matthieu Ricard para ser feliz?
Hijo de filósofo y pintora, ambos muy reconocidos, creció en un ambiente intelectual, se graduó en biología molecular bajo la tutela de un premio Nobel, destacó en su tesis doctoral y, después, decidió abandonar una brillante carrera científica para marcharse al Himalaya a estudiar y a practicar el budismo.
Así pues, Ricard es un monje budista del monasterio nepalí de Sechen Tennyi Dargyeling, discípulo de Kangyur Rinpoche y de Khyentse Rinpoche. Dedica su vida a difundir las enseñanzas de estos maestros y a mostrar en sus fotografías la esencia de la vida espiritual en numerosos libros y revistas. Podemos disfrutar de este trabajo en “El viaje hacia la Iluminación”, “Los monjes danzantes del Tíbet”, “Tíbet, un viaje hacia el interior”, “El monje y el filósofo” o “En defensa de la felicidad”, así como en sus traducciones de otros escritos budistas.
Lo que defiende Ricard en sus obras y conferencias por todo el mundo es precisamente la posiblidad de modelar nuestros pensamientos, de entrenar nuestra mente, para focalizar en lo positivo y destruir lo negativo. Leámoslo:

Hemos puesto en evidencia el hecho de que cambiar de actitud tiene un efecto curativo. Quizá se pueda ir directamente al cambio de actitud, al cambio de mente. Enseñar, en lugar de tratar a las personas como niños y darles placebos. De eso trata el entrenamiento de la mente y la reducción del estrés basado en la conciencia.

Así que cambia tu actitud y que sea más positiva. No es un “Oh, voy a estar bien, seguro”. No hay que ser infantil. Tienes que dejar de preocuparte de verdad, desarrollar el verdadero deseo de vivir y conseguir una buena motivación, como “tengo una vida mejor y la puedo poner a disposición de los demás”. Creo que si tu dirección en la vida está clara y si tienes el deseo de conseguir o de tener una vida plena y contribuir en algo para con los demás, tienes la fuerza de querer estar vivo.

Creo que es importante el desarrollo de la fortaleza de mente. Se trata de no desanimarse o pensar en uno mismo demasiado, y preocuparse demasiado y siempre con el “yo, yo, yo, ¿cómo me siento?” a cada momento. Esta actitud te acobarda, la queja y el prestar atención a cada pequeño sentimiento propio te empuja a darle vueltas a cada cosa que sucede y te convierte en una diana para miles de acontecimientos adversos.

Puedes entrenarte para ser más resistente, tener más compasión, más altruismo y atención. De alguna manera, no tiene nada de malo tocar el piano, por ejemplo, pero no es un gran trauma si no lo haces. Pero si no tienes altruismo, fuerza interior, paz interior, atención, entonces si puede haber un problema. Se hace más difícil la vida para ti y para los demás.

Si ver a otras personas sufrir solo aumenta tu angustia, entonces creo que debemos verlo de otra manera. Si no nos centramos demasiado en nosotros mismos podemos aumentar nuestro coraje y nuestra determinación para remediar el dolor, sin aumentar nuestra angustia. Si tenemos una compasión incondicional, esto aumenta nuestro valor. Aquí está la diferencia, motivación egocéntrica frente a motivación altruista.

Si piensa que todo es perfecto en su vida, o bien es usted un buda, o bien es completamente idiota.

El desapego es la fuerza tranquila de quien está decidido a no dejarse arrastrar por los pensamientos ni acaparar por toda clase de actividades y de ambiciones triviales, que devoran su tiempo y en definitiva solo aportan satisfacciones menores y efímeras.

Otra forma de pereza consiste en pensar: “Eso no es para mí, está por encima de mis posibilidades. Mejor que ni lo intente”. En otras palabras, abandonas la carrera antes de colocarte en la línea de salida.

Muy feliz y presente semana,

Álex Rovira

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