La práctica de mindfulness (adiestramiento atencional) nos proporciona varias ventajas. En un nivel estrictamente neurológico, estimula la red clásica de la atención, situada en la región frontoparietal del cerebro, que cumple con la función de dirigir la atención. Estos circuitos resultan esenciales para el movimiento básico de la atención, que consiste en desconectar nuestra atención de una cosa, dirigirla hacia otra y mantenerla en ese nuevo objeto.
Otra ventaja tiene que ver con una mejora de la atención selectiva debida a la inhibición del poder de las distracciones, que nos permite dejar a un lado las distracciones que se producen a nuestro alrededor y centrarnos en lo que nos importa.
El antídoto para la divagación mental es la metaconciencia, es decir, la atención a la atención misma, la capacidad de darnos cuenta de que no estamos dándonos cuenta de lo que deberíamos y corregir, en consecuencia, nuestro foco. El mindfulness fortalece este músculo esencial de la atención.
En el entorno laboral se diseñan cada vez más experiencias destinadas a fortalecer la autoconciencia. Así, Google ha creado un curso de inteligencia emocional basado en el mindfulness llamado “Busca en tu interior”, donde se alienta la conciencia de uno mismo mediante el uso de una meditación, denominada “escáner corporal” y que está destinada a conectar con las sensaciones.
La práctica de mindfulness fortalece, en suma, la focalización, especialmente el control ejecutivo, el tamaño de la memoria de trabajo y la capacidad de mantener la atención. Y hay que decir que basta con 20 minutos de práctica diaria durante cuatro días para empezar a disfrutar de todos esos beneficios.
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