La Coherencia
Quién no ha vivido momentos en los que todo fluye con naturalidad, no hay que hacer ningún esfuerzo, y las cosas simplemente suceden..,? te sientes en paz, tranquilo, con ilusión, aunque sigue habiendo dificultades, las vives con serenidad, sintiendo tu interior en cada momento que te indica qué hacer y dando una respuesta desde el presente. Miras a la persona que tienes delante y la ves, la escuchas, la sientes en su esencia, se produce una conexión mágica. Y no sólo con personas, conectas con un árbol, con el sonido del mar, el olor de una flor, la ternura de una caricia,… Todo parece estar ahí para ti, te sientes parte de todo.
No tenemos que hacer nada especial para que eso suceda, en realidad sucede continuamente, aunque no lo percibamos así. Es como el tic-tac del reloj que quizás tienes en el comedor de tu casa. Llega la noche, estás tumbado en el sofá, apagas la tele, y te quedas ahí con los ojos cerrados. Al poco rato empiezas a oír el sonido del reloj… tic-tac-tic-tac,… ¡Vaya! El reloj ha estado ahí todo el día y no te habías dado ni cuenta de que tiene un sonido, de hecho, lleva años ahí, ¿Qué ha cambiado para que ahora lo escuches? Simplemente has dejado de hacer ruido.
No hay que hacer nada, el verbo HACER está sobrevalorado, sobretodo porque lo usamos desconectado de su fuente, de su origen. ¿Desde dónde nace lo que HACEMOS ? ¿De dónde surge lo que expresamos, lo que decimos?… ¿Desde la estrategia o desde la coherencia?
Todo surge de una idea, de un pensamiento, de una intención,… que rápidamente pasa al cuerpo en forma de emoción, y que termina expresándose con una acción. Pero no nos damos cuenta, todo sucede tan rápido, tan automático a veces, que no creemos que sea posible que todo empiece siendo una idea, una intención. Entonces nos pasamos la vida tratando de controlar lo que hacemos, lo que decimos e incluso lo que sentimos, pero no funciona, no fluímos, la alegría se estanca, se bloquea, no escuchamos nuestro tic-tac… Perdemos la coherencia.
Cuando el pensamiento, la emoción y la acción no están en sintonía, cada uno va por su lado, cantan en tonos diferentes, juegan en equipos distintos, compiten entre ellos,… dilo como quieras, el caso es que cuando cada uno va a su aire, se rompe la armonía, hay tensión, hay esfuerzo, sacrificio, apatía,…Hemos aprendido que todo eso forma parte de la vida, que sin esfuerzo no hay recompensa, que no se puede ser feliz todo el tiempo. Hemos aprendido que expresar lo que sentimos está mal porque podemos hacer daño a los demás, que si soy yo mismo me voy a quedar solo,… y en ese momento empezamos a hacer cualquier cosa para agradar a nuestro entorno y ponemos la aprobación de los demás por encima de la nuestra, entrando así, sin darnos cuenta, en una espiral donde nos vamos alejando de nosotros mismos.
A nivel emocional, nos bloqueamos y el bloqueo no deja de ser una defensa de nuestro organismo para adaptarnos a nuevas situaciones. Cuando vivimos una experiencia con carga emocional fuerte y que de alguna manera nos desestabiliza, en ese momento el bloqueo emocional nos ayuda a bajar esa intensidad, esa carga emocional y nos da tiempo para que podamos enfrentar la situación. Ahora bien, si no enfrentamos la situación, los bloqueos se van acumulando y vamos dejando de sentir. Son aprendizajes que hacemos, sobretodo de pequeños y de forma inconsciente, para que las cosas desagradables no nos duelan tanto. Este mecanismo es tan eficiente que a medida que vamos creciendo, poco a poco dejamos de sentir lo que sucede en el momento presente, sentimos sólo lo que hemos aprendido a sentir y de la forma en que lo hemos aprendido, sin mojarnos demasiado, no sea que duela.
Lo mismo sucede con nuestra mente. Creemos que la parte racional (que es un 5% de nuestra mente) lo controla todo. De hecho queremos controlarlo todo con ese 5% y en esa ansia de control perdemos de vista nuestro poder, que se alberga en el 95% restante. La intuición, el corazón, el instinto, es nuestra mayor y más fiable brújula, nos orienta en todo momento, es nuestro tic-tac interno y siempre esta ahí, esperando que dejemos de hacer ruido y elijamos escucharlo.
Ya es momento de decir basta. De tomar las riendas de nuestra vida y dárselas a Aquella parte de nosotros que realmente Sabe y que todos la tenemos, de hecho es una sabiduría que siempre ha estado con nosotros, podría decirse que es como una canción olvidada que aunque no te acuerdes de la letra, su melodía está en ti. Es momento de emprender el viaje más importante de nuestra vida, el viaje hacia nuestro interior. Más allá de los bloqueos emocionales, de los juicios, de los patrones que hemos aprendido de pequeños, detrás de todo eso estamos conectados con esta sabiduría que no deja nunca de guiarnos.
Y eso es vivir en coherencia, cuando los pensamientos, las emociones y las acciones están alineados, cuando uno deja de ser el hacedor y permite que la vida suceda a través de él, entonces ya no hay presión, la música fluye de dentro hacia fuera y todo sucede de forma natural, el río de la vida sigue su curso. Eso no significa que siempre estés contento, puedes experimentar también tristeza pero ya no te sientes víctima de un estado en concreto porque sabes que tú no eres eso, eres mucho más. Las cosas en la naturaleza no son difíciles, ni fáciles, son como son. Respetar las cosas sin necesidad de que sean de un modo diferente (incluidos nosotros) nos armoniza.
Para terminar, si está surgiendo en tu interior la idea de poner más coherencia en tu vida, trátate con cariño durante este proceso. En él descubrirás cosas que no conocías de ti mismo, déjate sorprender y ofrécete una mirada de comprensión, no hay culpables eres lo más valioso que tienes. Permítete equivocarte, ámate y disfruta del juego.
Teresa Elías
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