La semana pasada me lesioné el pie derecho. Duele bastante, y me pasé tres días con el pie inmovilizado. Como en general soy una persona sana y sin dolores corporales, encontrarme invalidada (por leve que sea) me frustra terriblemente.
Casualmente, me llegó al email un artículo sobre el dolor, de un fisioterapeuta americano.[1] Me gustó tanto la metáfora que utiliza que la voy a tomar prestada para escribir este blog.
La metáfora dice que vivir con dolor es como vivir en un cuarto oscuro del que quieres escapar.
De todas las estrategias para lograrlo, algunas no son muy sabias. Correr a ciegas ignorando el ambiente, con la esperanza de milagrosamente aparecer del otro lado de la puerta, seguramente acabe en un gran golpe a toda velocidad contra la pared, o en un enorme tropezón y caída contra la mesa ratona. Por otro lado, quedarte sentado en la mitad del cuarto sin moverte no te lleva a ningún lado.
En otras palabras, ignorar el dolor puede acabar en una lesión peor, pero evitar todo movimiento para no doler limita tu vida y no mejora la situación original.
Si querés salir de la oscuridad vas a tener que explorar con cuidado, hasta encontrar el, o por qué no ‘los’, caminos que te llevan a la puerta o al menos a un interruptor de luz. O sea, tenés que explorar con conciencia los límites de tus movimientos posibles, buscando oportunidades y estrategias para expandirlos.
Hay 2 situaciones en las que es crucial llevar a cabo esta exploración.
1. Dolor Crónico
El dolor crónico es como un cuarto oscuro con la puerta trancada y apagón permanente. Quizás la situación se revierta en un futuro, pero de momento tenés que aprender a manejarte en la oscuridad. Esto significa que debés aprender a conocer el cuarto a tientas, hasta que tengas muy claro dónde están todos los muebles para no llevarte ninguno puesto. En términos de tu cuerpo esto equivale a explorar todas las estrategias de movimiento que no exacerban el dolor. Cuanto más conocés el mapa de tu cuarto (mapa corporal) y todas las rutas dentro de él (estrategias de movimiento), más libre te sentirás para poder hacer lo que quieras… aunque las luces sigan apagadas.
2. Dolor Recurrente
Si tu dolor no es crónico, pero en tu cuarto las luces tienden a apagarse cada tanto (episodios de dolor recurrente), lo mejor que podés hacer es explorar tu cuarto mientras tenés luz. Cuanto más conozcas el cuarto, mejor te vas a poder manejar cuando las luces se apaguen repentinamente. De hecho, una vez que pasa el primer susto de quedarte a oscuras, ya tendrás en tu mapa mental del cuarto una buena idea de dónde está la puerta y el interruptor de luz… y la mesa ratona para no tropezarte.
Hasta aquí la brillante metáfora que comparte el fisioterapeuta americano en su artículo. Pero me gustaría agregarle mi granito de arena.
¿Por qué esperar a que se apaguen las luces para explorar?
Es cierto que mientras nada nos duele, creemos que nada nunca nos dolerá, y que por tanto nuestras estrategias actuales de movimiento nos van a servir eternamente.
Sin embargo, hasta los cuerpos más sanos, jóvenes y vigorosos se lesionan… a veces sin razón aparente.
En mi experiencia con mi lesión, contar con un bagaje de conocimiento previo de mi mapa corporal y de diferentes estrategias de movimiento para lograr una misma acción (principio básico de la Técnica Alexander: los medios sobre los fines) me ha ayudado enormemente a desplazarme “en una pata” sin exacerbar patrones de tensión general. Me encuentro también que cuento con varias estrategias para caminar, y que no siempre la primera que escoge mi cuerpo es la más eficiente.
- Victoria
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