Si no dedicamos un esfuerzo consciente a ejecutarlas, las acciones, decisiones o tareas importantes y no urgentes se quedarán siempre pendientes.
Por JAVIER CARRIL
Es posible que, igual que yo, te hayas encontrado con la publicidad de un nuevo reloj suizo llamado SLOW. Es un reloj que sólo tiene una aguja, y en su esfera se representan las 24 horas del día. Por lo tanto, la aguja se mueve muchísimo más lentamente que un minutero de un reloj normal. Según lo que dice la publicidad, a través del reloj se nos quiere transmitir una nueva filosofía relacionada con el tiempo. Con dicho reloj, nuestra sensación del paso del tiempo será mucho más lenta, y podremos saborear mejor cada minuto del día.
Está claro que a todos nos importa mucho el tiempo, y estaremos de acuerdo en que es el recurso más importante con el que contamos. Y sin embargo, paradójicamente, lo derrochamos y malgastamos como si tuviéramos tiempo infinito. Lo malgastamos haciendo cosas que no nos motivan, o cosas que no nos aportan nada positivo. Por ejemplo, pasamos horas leyendo y participando en conversaciones banales en grupos de Whatsapp, o soportando atascos interminables, o permitiendo que los numerosos estímulos que tenemos alrededor nos despisten de nuestros objetivos.
Yo siempre digo que soy despiadado con mi tiempo, porque hace años tomé conciencia de que es limitado, muy limitado. Y además, no se puede contraer ni expandir. Cada día se nos regalan 1.440 minutos para aprovecharlos al máximo, o para tirarlos a la basura. ¿Y qué significa aprovecharlos al máximo? Significa dedicarlos conscientemente a lo verdaderamente importante.
Es fundamental que definamos el concepto “importante”. Para mí, importante es todo aquello que me lleve a alcanzar mis objetivos personales y profesionales en el largo plazo. Cuanto más a largo plazo sea una acción, más importante es. Si una tarea o actividad me proporciona beneficios a corto plazo, seguramente sea muy poco importante. Sin embargo, solemos caer en la tentación del beneficio a corto plazo, esclavizándonos a una vida poco satisfactoria y desaprovechada.
Teniendo claro qué es “importante”, me voy a centrar en un aspecto clave de la famosa matriz de actividades importantes y urgentes del ex presidente de EEUU Eisenhower. Según esta matriz todos realizamos tareas y actividades que se pueden encuadrar en una matriz con 4 cuadrantes:
1. Actividades importantes y urgentes
2. Actividades importantes y no urgentes
3. Actividades no importantes y urgentes
4. Actividades no importantes y no urgentes
Para mí la clave de la eficiencia personal está en el cuadrante número 2, el de las actividades importantes y no urgentes. ¿Por qué no me interesa el cuadrante número 1, que es aparentemente el más prioritario (tareas importantes y además urgentes)? Porque este cuadrante ya lo activan los demás o el entorno. Sin embargo, el cuadrante número 2, al no ser urgente, sólo lo podemos activar nosotros, porque nadie nos va a presionar para dedicar tiempo a dichas tareas.
En otras palabras, si no dedicamos un esfuerzo consciente a ejecutarlas, las acciones, decisiones o tareas importantes y no urgentes se quedarán siempre pendientes. Son esas cosas que siempre decimos que nos gustaría hacer, como reflexionar sobre nuestra carrera profesional y sobre nuestros objetivos, dedicar más tiempo a la familia, leer, formarnos en algo importante para nuestro futuro profesional, hacer un plan financiero y de inversión, potenciar los contactos y el networking, etc., pero que siempre acabamos posponiendo para cuando tengamos tiempo. ¡Qué paradoja! Porque resulta que jamás encontramos ese tiempo.
Para salir de este círculo vicioso, la solución está en dar los siguientes pasos:
1. Definir qué tareas, acciones y objetivos son importantes y no urgentes. Recuerda aquí la definición de “importante”.
2. Programar en nuestra agenda un tiempo específico a la semana para dedicarlo a avanzar en esas acciones del cuadrante 2. No pretendamos terminar ni finalizar estas tareas, porque normalmente suelen ser tareas de largo plazo que requieren constancia.
3. Cumplir con ese tiempo específico, y empezar a aumentarlo, con el fin de dedicar un tiempo concreto cada día a lo importante y no urgente, digamos un 30% (más de eso quizá sea poco realista). Créeme, ahora estarás dedicando un 2% al cuadrante 2, con lo que el 30% puede suponer un cambio enorme y radical en tu vida.
De repente, te darás cuenta de que no hay tiempo suficiente para hacerlo todo, pero que sí hay mucho tiempo para hacer lo verdaderamente importante. Pronto sentirás los beneficios en tu vida y trabajo de dedicar tu tiempo a lo importante y no urgente. En definitiva, el tiempo estará, por fin, en tus manos.
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