Hasta ahora hemos vivido con la creencia que, tener una buena vida o una vida con dificultades, era cosa del destino, que nosotros no teníamos ni voz ni voto. Y así, hemos estado viviendo, aceptando las circunstancias y resignándonos a ellas porque era lo que Dios quería para nosotros. Y ahora llega la física cuántica, que estudia el comportamiento y la descripción de los átomos, quarks, fotones y todo aquello que compone la realidad a una escala manométrica, y nos desmonta todo nuestro sistema de creencias y nos saca de nuestra zona de confort. Porque como dice el refrán «más vale malo conocido que bueno por conocer». Está claro que el que lo creó, era poco aventurero.
La física cuántica nos demuestra que no sólo somos materia, sino que si observamos a nuestros átomos detenidamente, somos energía en continua vibración. Y que esa energía se mueve con diferentes leyes que hoy día se conocen en la física tradicional.
¿Qué dicen las teorías de la física cuántica? Hay muchas teorías nuevas, pero iré enumerando en principio las más básicas. Las que más nos afectan en nuestro día a día.
Una de ellas es que nuestros pensamientos son energía y que lo que enfocamos, es lo que más atraemos.
Ante una situación o un problema, habrá diferentes soluciones, pero nosotros sólo veremos las que estén en consonancia con nuestras creencias.
Si no nos valoramos a nosotros mismos y tenemos la autoestima baja pensaremos que las circunstancias externas son la causa. No asumiremos nuestra parte de responsabilidad en ellas. Deberíamos comprobar dónde estamos enfocando nuestros pensamientos. ¿Estoy siempre enfadado, criticando todo y echándole la culpa a todos los que me rodean de mis desgracias o me paro a pensar cómo me siento? ¿Estoy aburrido, triste, apático, pienso que mi vida es un desastre o por el contrario pienso que cada nuevo día es una oportunidad para aprender y experimentar?
Son nuestras creencias las que nos van a marcar nuestros límites. Si pienso que sólo soy materia, el resultado de que consiga mis objetivos irá en relación a mi esfuerzo físico. Si creo que soy materia, energía y emociones, pensaré que el resultado para conseguir mis objetivos dependerá de mis pensamientos, de mi actitud y de mis acciones, las cuales irán en consonancia con mis creencias. Así, mi energía atraerá hacia mí situaciones favorables para que mi sueño se haga realidad, o situaciones conflictivas, pues todo dependerá de mis pensamientos y creencias sobre mí mismo.
Es muy importante ser conscientes de qué pensamos de nosotros mismos, si creemos que nos merecemos ser felices, si creemos que podemos conseguir las cosas.
Pero para ello tenemos que salir de nuestra zona de confort y, a veces, nos quejamos de la vida que tenemos, pero no hacemos absolutamente nada diferente para cambiarla.
Esperamos que ocurra un milagro, y para que los milagros comiencen a ocurrir tenemos que cambiar nuestra forma de pensar, nuestra actitud y nuestros actos, pues como dijo Albert Einstein: «No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos».
El milagro más grande que podemos tener en nuestras vidas es cambiar nuestra mente. Abrirla a nuevas posibilidades, salir de la linealidad.
Solemos tener pensamientos muy lineales, o es «blanco o negro», o «puedo o no puedo». Pero no solemos abrirnos por ejemplo a que entre el blanco y el negro haya toda una gama de grises, a los que nunca solemos prestar atención.
Tenemos que cambiar nuestra forma de ver la vida. Dejar de verla como si sólo fuéramos marionetas del destino, que nos maneja a su antojo y comenzar a comprender que somos co- creadores de ella. Pero para ello tenemos que vigilar de cerca nuestros pensamientos, ese sería el primer paso a seguir para que nuestra energía fluya y así atraer más situaciones felices a nuestra vida.
Se ha descubierto que nuestro corazón, independientemente de nuestros latidos, emite una frecuencia que, si está en coherencia, nuestro estrés se reduce. Según este estudio las personas que tienen esta coherencia cardiaca son más felices, su vida es más armoniosa, su salud está mejor y tienen menos problemas en su vida que los que no tienen la coherencia cardiaca. Nuestro corazón es el radar que emite las creencias y convicciones y en base a eso, atrae las circunstancias y personas que están en consonancia con ellas.
En ciencia, un sistema coherente, es un sistema que consume poca energía para un máximo rendimiento, y es incoherente cuando se traga cien litros de gasolina para recorrer un kilometro (artículo de La Vanguardia del 19/03/2012 a Doctor en Ciencias Físicas, Patrick Drouot).
Estudios llevados a cabo por el Heartmath Institute sugieren que los estados emocionales y el grado de coherencia del campo electromagnético del corazón actuaría como una onda porteadora de bioinformación, dentro y fuera del cuerpo. Las ondas emitidas por el campo electromagnético del corazón contienen información que el organismo puede decodificar y utilizar para preservar su equilibrio.
Se sabe que la señal electromagnética emitida por el corazón llega al cerebro de manera instantánea. Una onda de presión sanguínea, también emitida por el corazón, circula por las arterias mucho más rápidamente que el propio flujo sanguíneo. También se ha observado que cuando el corazón emite una señal de coherencia, el cerebro reacciona emitiendo ondas alfa, que son las ondas características de los estados de relajación y serenidad (más información en el libro de Patrick Drouot, La Revolución del Pensamiento Integral).
Debido a todas estas nuevas investigaciones, podemos deducir la importancia de ser conscientes de nuestros pensamientos. Y de nuestros sentimientos e intentar liberarnos de los pensamientos negativos que nos llevan a repetirlos una y otra vez en nuestra cabeza, generando con ello emociones negativas y sentimientos de inferioridad o de victimismo («siempre me pasa lo mismo», «todo me pasa a mí», etc.).
No obstante, podemos cambiar nuestra forma de pensar con pequeños pasos. Dedicándole treinta segundos al día al pensamiento de nosotros mismos siendo felices, imaginando que todo nos sale bien, o consiguiendo nuestro sueño. A la par que hacemos respiraciones profundas desde nuestro corazón. Con esos treinta segundos al día, sin faltar ninguno, podemos ir reeducando a nuestro cerebro.
Y así, poco a poco, iremos cambiando nuestra forma de pensar y comenzaremos a sentirnos mejor, nuestra energía fluirá, actuaremos de manera diferente a como lo hacíamos y comenzaremos a tener resultados diferentes. Cuando nos queramos dar cuenta, habrán comenzado a ocurrir milagros en nuestra vida.
Es fácil, solo son treinta segundos diarios. Vale cualquier sitio, en el metro, en el autobús, mientras caminamos, se trata simplemente de cambiar el pensamiento repetitivo y de no darle vueltas a la misma cosa, por una imagen nuestra siendo felices, y sintiendo gratitud por lo que tenemos en nuestra vida, esas pequeñas cosas que, normalmente, ignoramos, capacidad para ver, andar, pensar, etc.
Teresa Castillo
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