En nuestra vida, las grandes decisiones las tomamos sin conocer realmente las razones que las provocan; no es posible preguntar a nuestros procesos cerebrales inconscientes qué tipo de información, motivo o emoción es realmente es decisiva. Decía Freud que nuestra mente consciente no controla nuestra forma de actuar sólo nos cuenta un cuento sobre nuestras acciones.
Pero hay principios y valores “memes” que desde nuestra infancia son introducidos en nuestros circuitos cerebrales y que están tan extendidos que condicionan nuestro comportamiento profesional. Probablemente el más extendido es que la perseverancia, el esfuerzo, la dedicación,… son la base del éxito.
Nuestras empresas están repletas de directivos con jornadas interminables que buscan ser seguidos y que lo logran con éxito provocando en nuestras empresas jornadas interminables,… para el bien de la empresa, pero que en realidad la conducen a la muerte.
Te propongo sacar este tipo de pensamientos de la semiclandestinidad donde están pues a menudo se convierten “mentiras” que te pueden hacer fracasar.
10.000 horas de esfuerzo para construir un genio
Dicen que en la batalla de la vida no siempre la gana el más listo o el más preparado sino los que se esfuerzan, que la vida no es una carrera para sprinters sino para corredores de larga distancia que perseveran.
Dicen que el 90% de los que fracasan nunca fueron derrotados, solo renunciaron, no supieron perseverar, subestimaron el poder de la fuerza de la voluntad, el poder de entregarse y dar lo máximo de si mismos.
Dicen que la genialidad no existe sólo el 1% es inspiración que el 99% es transpiración. E incluso se ha llegado más lejos, se ha llegado poner un números de horas para conseguir este éxito o expertise: 10.000 horas, una cifra que Malcolm Gladwell señalo y que se ha convertido extrañamente en un número “mágico” para algunos.
Dicen, sí, lo habrás oído centenares de veces, que sobrevaloramos lo innato, pero que lo importante es practicar, fracasar, y, levantarse, y nunca, nuca rendirse, trabajar,…
Si, el éxito aparece tan fácil, tan alcanzable a todos. Se han escrito millones de páginas explicando que estamos en la sociedad que se basa en el ideal de la meritocracia, que se soporta en una idea simple y casi “mágica” si quieres conseguir lo que quieras tu puedes sólo esfuérzate.
El esfuerzo del directivo no sirve para las tres claves del éxito
Como no podía ser de otra forma este discurso se ha trasladado al mundo empresarial y los directivos trabajan muchas horas y piensan que por ello serán excelentes profesionales. Es un hecho que en las empresas el sobreesfuerzo es algo que se valora y se estima,… Pero parece que para los nuevos retos directivos el esfuerzo no ayuda mucho, no es la clave,… ¿Cuáles son las claves del éxito?
1. El éxito es colectivo:
El talento es de los equipos. Los grandes éxitos son éxitos colectivos,
donde alguien puede aparecer como líder o protagonista, pero en
realidad son éxitos que no se pueden dar en otros lugares o con otras
personas.
En nuestras complejas organizaciones el
esfuerzo excepcional de ninguna persona puede substituir a un esfuerzo
mediocre de un equipo y muchos directivos no aprovechan bien sus equipos
pero trabajan de forma desaforada,… hay algo más absurdo,… No
aprovechan la inteligencia colectiva de las personas que suele estar
infrautilizado, pero se quedan hasta muy tarde todos los días,… no
consiguen inspirar a sus equipos, muchas veces bloqueados emocionalmente
por sobretrabajo. A veces intentan substituir un liderazgo inexistente
por su trabajo.
2. El éxito es entender el entorno cambiante: Por
mucho talento que se tenga las personas exitosas están en entornos
adecuados para tener éxito: no se podía construir Facebook en el África
subsahariana, ni siquiera por el mejor equipo. Cómo conectamos con otros
equipos, con otras empresas, con nuestros clientes, con nuestros
proveedores, cómo adaptamos los modelos de negocio.
En nuestro complejo entorno trabajar duro
en la dirección inadecuada sólo te permite hundirte más, de nada sirve
trabajar duro en construir un producto que no se necesita o en hacer una
operación que puede ser mejor hecha por otros. No adaptarse al entorno
es la razón más clara del fracaso y del éxito, pero muchos directivos
intentan substituir ideas por trabajo, cómo si trabajar más y mejor con
la misma idea de negocio pudiera dar el éxito, pero no tienen tiempo
para explorar ni reflexionar por qué están haciendo otras cosas más
importantes: están trabajando.
3. El éxito es reinventar tu trabajo:
el futuro no pertenece a los que duramente han conseguido una expertise
como grandes financieros, comerciales o hombres de marketing, pertenece
a los que son capaces de olvidarse de cómo se llamaba su profesión,
cambiarla y buscar otros caminos, darse cuenta que buena parte de las
10.000 horas que invirtieron en ser expertos son un lastre, horas
peligrosas que deben aprender a olvidar.
Pero te encontrarás muchos directivos
enormemente preocupados de hacer mejor lo que hacían antes, por qué sus
equipos sean más eficientes en lo que eran antes, en conseguir la
maestría de un mundo que desaparece. Y cuando efectivamente desaparece
intentan escuchar la voz dulce de la nostalgia de pasados remotos y se
preguntan porque no trabajaron suficiente. Nunca se preguntan acerca de
la creatividad ni por qué no hicieron la locura de tomarse tiempo para
reinventarse.
Cuando el esfuerzo del directivo es perjudicialLas duras y largas jornadas al que se enfrentan la mayoría de nuestros directivos no son gratis: provocan estrés, visión túnel y una enorme incapacidad para explorar nuevos caminos, conectar emocionalmente con otros, para dialogar básico para liderar equipos u observar reflexivamente y proactivamente la realidad,…. Aquello que es necesario para activar las verdaderas claves que permiten el éxito profesional.
Cuando cansado vayas hacia tu casa y a altas horas de la noche veas a uno de estos directivos encerrados en su despacho peleándose con alguna hoja de cálculo mientras en su entorno todo se transforma y él es ajeno, mientras se desprofesionaliza sin apenas darse cuenta y ha perdido la conexión emocional con sus equipos no pienses que este directivo vive en una prisión de cristal llamada oficina. Piensa que vive en otra prisión también transparente que crea nuestro cerebro, que es invisible y no se ve.
Nuestro cerebro funciona con “memes” antiguos que a veces nos aprisionan. Para hacerlos visibles necesitamos tiempo, tiempo que nuestro propio cerebro nos quita. Si, nuestro cerebro nos engaña, no siempre es adaptativo: ¡No le hagas caso! No trabajes tan duro, esto conduce al fracaso.
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