En un artículo del New York Times,
un norteamericano experto en educación señala las falencias del
sistema universitario de Estados Unidos para formar emprendedores. Pero
en América Latina, ¿qué papel están jugando las universidades?
“Escribo este texto en una computadora
que diseñó Apple, uno de cuyos fundadores fue Steve Jobs, que abandonó
sus estudios universitarios. El programa que uso para escribir es
creación de Microsoft, que fundaron Bill Gates y Paul Allen, ninguno de
los cuales terminó sus estudios”. Con esta frase inicial, el experto
estadounidense en educación Michael Ellsberg presenta un provocador
texto que fue publicado en el New York Times. En él explica que tampoco
los fundadores de Facebook y Twitter llegaron a graduarse.
El experto identifica algunos factores
clave que ayudan a entender esta situación tan peculiar. Por ejemplo,
las universidades no enseñan a vender un producto o un servicio, no
desarrollan redes de contacto con mentores, asesores, empresarios o
potenciales clientes, no estimulan la creatividad en las aulas -elemento
esencial para la innovación- y no alientan a los estudiantes a asumir
riesgos sino a eludir el fracaso, para no “ensuciar” el currículum.
Algún lector, habituado a tener a las casas de altos estudios del País
del Norte como modelo de referencia, puede verse sorprendido ante estas
aseveraciones. Sin embargo, abonan un debate muy importante que se está
dando en los países desarrollados acerca de la necesidad de crear
universidades emprendedoras.
¿Qué papel juegan las universidades en
América Latina? Pues bien, en los últimos años han crecido en forma
exponencial los cursos de emprendimiento en las universidades
latinoamericanas. Primero, fueron las carreras de negocios las que
incorporaron tópicos de planes de negocios y de emprendimiento. Y luego,
gradualmente, otras disciplinas se fueron sumando.
Hoy, existe un creciente consenso en las
universidades de nuestra región respecto de la necesidad de promover el
emprendimiento entre los estudiantes. Y no sólo como una alternativa
laboral, sino también para el desarrollo de capacidades emprendedoras,
cada vez más demandadas incluso para trabajos en relación de
dependencia. Es por ello que en los últimos años se han venido
desarrollando distintas iniciativas para que la formación emprendedora
sea un eje transversal en la formación de los profesionales del futuro.
Desde el PRODEM venimos siguiendo estos esfuerzos, y empujando en esta dirección desde hace más de una década.
Sin embargo, en términos concretos y más
allá de estos saludables y paulatinos cambios ¿qué papel están jugando
las universidades latinoamericanas en la formación de los futuros
creadores de empleo? Lamentablemente, la región no escapa a las
deficiencias del sistema universitario norteamericano detectadas por
Ellsberg, sino todo lo contrario. En especial, existe una enorme
distancia entre las redes académicas y las redes de negocios, mundos que
excepcionalmente tienden a cruzarse, aunque su conexión es vital para
el desarrollo de emprendimientos dinámicos innovadores (Kantis y otros,
2004)[1]. Es indudable que no alcanza con que desde ciertos cursos y
áreas se promueva el emprendimiento entre los estudiantes. Hace falta un
compromiso institucional muy importante con la investigación y
desarrollo, y mecanismos claros de apropiación del conocimiento, que
generen estímulos para los emprendedores. También, es necesaria una
mayor vinculación con el mundo empresarial, con los empresarios jóvenes,
con otras instituciones y con otros actores relevantes del ecosistema,
tales como las redes de inversores ángeles o de proveedores de
financiamiento para nuevos proyectos. Sólo entonces, las universidades
de América Latina tendrán mayor impacto en la creación de empresas.
[1] Kantis, H. Angelelli, P. y Moori-Koenig, V.(2004); Desarrollo Emprendedor. América latina y el Contexto Internacional. Editorial Nomos (Colombia) Editorial Temas (Argentina).
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