Autor: Eduard Punset
Dentro de muy poco tiempo sabremos con la debida antelación si una
persona va a sufrir fibrosis quística, un fallo cardiaco, un cáncer o un
resfriado endiablado. La comunidad científica pública y privada ha
unido esfuerzos para descifrar el abecedario del genoma,
gracias a la inversión más cuantiosa de toda la historia científica.
Claro, ahora hace falta esperar a que este abecedario conocido y ubicado
en cada una de nuestras células –de nuestra especie y de todas las
demás especies– permita la puesta en pie de la medicina personalizada.
Estamos diciendo que cada enfermedad tendrá su tratamiento y que cada individuo recibirá una terapia dedicada exclusivamente a su enfermedad. Se habrá acabado la historia dantesca de la destrucción indiscriminada de las células, tanto enfermas como sanas, para curar el cáncer.
Ahora sabemos que los niños son distintos en sentimientos e inteligencia, también que pueden ser objeto de cambios conscientes. Lo sabíamos desde hace un tiempo, pero no podíamos hacer gran cosa ante este desafío de la diversidad infantil, por un lado, y la necesidad de no descuartizar los contenidos académicos, enseñando competencias distintas, por otro. La revolución digital nos ha resuelto el problema al permitir que el uso inteligente de los ordenadores deje personalizar la educación.
Lo paradójico es que ese sistema supuestamente tan perfeccionado ya lo utilizamos para saber lo que ocurre en cada país. Somos capaces de diagnosticar exactamente lo que le pasa a un país enfermo. La balanza de pagos nos dice si cuenta con suficientes entradas de capital del exterior para compensar el hecho doloroso de que exporta menos mercancías de las que no tiene más remedio que importar para subsistir. Las cuentas del Tesoro nos permiten ver claramente los gastos e ingresos del Estado y cómo los financia. Y lo mismo ocurre con las cuentas monetarias, o las que reflejan los avatares del producto nacional bruto (PNB), es decir, de la riqueza nacional.
Los gobiernos se resisten a aceptar la realidad de las cosas; las empresas se inventan soluciones conspirativas cuando no saben o no quieren admitir la realidad. Los ciudadanos se resisten como gato panza arriba a modificar su sistema defensivo si el oso ha decidido salir dos horas antes por la mañana de la cueva.
En el caso del conocimiento recién adquirido de la medicina personalizada o de la educación adecuada a cada individuo, nos falta entrenamiento para poder aplicar lo que ya sabemos y lo que ya tenemos. En el caso de la política económica de los distintos países, en cambio, sabemos casi perfectamente lo que no funciona y quién tiene la culpa, pero no queremos aceptar la realidad y sugerimos que hay soluciones distintas de derechas o de izquierdas, según los casos, en lugar de decidir aplicar las soluciones conocidas y comprobadas por la experiencia del pasado y de otros países.
No es culpa solo de los Gobiernos que intentan muy a menudo tergiversar la realidad, para no perder o ganar las elecciones. Una buena parte de los empresarios sucumbe también al espejismo de no aceptar la dura realidad en aras de una supuesta identidad entre su beneficio y el beneficio del país. En cuanto al ciudadano de a pie, le cuesta horrores también constatar que ahora el oso sale dos horas antes de la cueva y que, por lo tanto, conviene cambiar el sentido y la hora del tráfico.
Estamos diciendo que cada enfermedad tendrá su tratamiento y que cada individuo recibirá una terapia dedicada exclusivamente a su enfermedad. Se habrá acabado la historia dantesca de la destrucción indiscriminada de las células, tanto enfermas como sanas, para curar el cáncer.
Ahora sabemos que los niños son distintos en sentimientos e inteligencia, también que pueden ser objeto de cambios conscientes. Lo sabíamos desde hace un tiempo, pero no podíamos hacer gran cosa ante este desafío de la diversidad infantil, por un lado, y la necesidad de no descuartizar los contenidos académicos, enseñando competencias distintas, por otro. La revolución digital nos ha resuelto el problema al permitir que el uso inteligente de los ordenadores deje personalizar la educación.
Lo paradójico es que ese sistema supuestamente tan perfeccionado ya lo utilizamos para saber lo que ocurre en cada país. Somos capaces de diagnosticar exactamente lo que le pasa a un país enfermo. La balanza de pagos nos dice si cuenta con suficientes entradas de capital del exterior para compensar el hecho doloroso de que exporta menos mercancías de las que no tiene más remedio que importar para subsistir. Las cuentas del Tesoro nos permiten ver claramente los gastos e ingresos del Estado y cómo los financia. Y lo mismo ocurre con las cuentas monetarias, o las que reflejan los avatares del producto nacional bruto (PNB), es decir, de la riqueza nacional.
Una pisada de oso nos indica que el animal ha anticipado su paso por ahí. Habrá que adaptarse a ello (imagen: jimmerbond / Flickr).
El problema aquí es de orden totalmente distinto al de la
personalización de la medicina o del sistema educativo. No es que no se
sepa lo que le pasa a un país por dentro; lo sabemos casi perfectamente.
Lo que ocurre es que la cultura existente en cada uno de los países
afectados se superpone y mistifica la realidad.Los gobiernos se resisten a aceptar la realidad de las cosas; las empresas se inventan soluciones conspirativas cuando no saben o no quieren admitir la realidad. Los ciudadanos se resisten como gato panza arriba a modificar su sistema defensivo si el oso ha decidido salir dos horas antes por la mañana de la cueva.
En el caso del conocimiento recién adquirido de la medicina personalizada o de la educación adecuada a cada individuo, nos falta entrenamiento para poder aplicar lo que ya sabemos y lo que ya tenemos. En el caso de la política económica de los distintos países, en cambio, sabemos casi perfectamente lo que no funciona y quién tiene la culpa, pero no queremos aceptar la realidad y sugerimos que hay soluciones distintas de derechas o de izquierdas, según los casos, en lugar de decidir aplicar las soluciones conocidas y comprobadas por la experiencia del pasado y de otros países.
No es culpa solo de los Gobiernos que intentan muy a menudo tergiversar la realidad, para no perder o ganar las elecciones. Una buena parte de los empresarios sucumbe también al espejismo de no aceptar la dura realidad en aras de una supuesta identidad entre su beneficio y el beneficio del país. En cuanto al ciudadano de a pie, le cuesta horrores también constatar que ahora el oso sale dos horas antes de la cueva y que, por lo tanto, conviene cambiar el sentido y la hora del tráfico.
http://www.eduardpunset.es/15357/punset-en-los-medios/%C2%BFpor-que-no-personalizamos-las-politicas
¿Por qué no personalizamos las políticas?“Excusas
para no pensar” es el artículo que Eduard Punset publica cada semana en
la revista XLSemanal y en el que responde a preguntas de los lectores.
Destacado:
Sabemos casi perfectamente lo que no funciona y quién tiene la culpa, pero no queremos aceptar la realidad.
Los ciudadanos se resisten a modificar su sistema defensivo si el oso ha decidido salir dos horas antes de la cueva.
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Descargar ¿Por qué no personalizamos las políticas?
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Sabemos casi perfectamente lo que no funciona y quién tiene la culpa, pero no queremos aceptar la realidad.
Los ciudadanos se resisten a modificar su sistema defensivo si el oso ha decidido salir dos horas antes de la cueva.
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