domingo, 12 de febrero de 2012

Síndrome del domingo por la tarde

http://www.franciscoalcaide.com/2012/02/sindrome-del-domingo-por-la-tarde.html


Creo que no hace falta que describa lo que significa el síndrome del domingo por la tarde; un término suficientemente explícito para ser entendido por cualquiera. Esa sensación de tristeza que padecen muchas personas ante la llegada del lunes, de amodorramiento en el sillón mientras se desea que el minutero camine más despacio...

En Fast Good Management (@fastgoodmanagem) decímos: "Si a menudo te repites, por fin es viernes, o la otra cara de la versión, uff, mañana es lunes, hay algo que no marcha con tu vida"... No conozco a nadie que no proclame las bondades del carpe diem, ese grito de guerra renacentista que significa aprovecha el momento (que nada tiene que ver con la jauja), pero que luego los hechos demuestran que pocas personas saben poner en práctica.

Nicolas Iorga lo expresaba muy bien: "Pierdes años en la vida y, frente a la muerte, mendigas un momento"... Ya sabemos que cuando las personas están en la cuerda floja, que han pasado por situaciones límites donde la frontera entre la vida y la muerte era mínima, la escala de prioridades cambia radicalmente. A muchos de ellos se les ha preguntado de qué se arrepentían, y las respuestas se repiten (ver artículo ¿De qué se arrepentiría antes de morir?). Esto es:

1. Ójala hubiera tenido el coraje de hacer lo que me gustaba.
2. Ójala no hubiera trabajado tanto.
3. Ójala hubiera podido expresar mis sentimientos.
4. Ójala hubiera pasado más tiempo con mis amigos y familiares.
5. Ójala me hubiera permitido ser más feliz.

Gustavo Zerbino, uno de los supervivientes del accidente aéreo de Los Andes en 1972 que les tuvo casi 3 meses aislados en las montañas a más de 30 grados bajo cero, me decía una vez: "Después de lo que ocurrió en la montañas, lo más importante es la pasión que pongo en todo lo que hago. En la cordillera cada minuto era el último y en esa situación vives con mucha pasión. Por desgracia, en nuestro día a día vivimos como una mosca entre dos paredes, preocupados el 80% del tiempo por el pasado y el futuro. Hay que vivir el único momento en el que podemos tomar acción, el presente. El pasado y el futuro son dos estados que nos paralizan. El primero nos angustia porque no lo aceptamos; el segundo nos produce intranquilidad porque no lo controlamos. El hombre escapa al presente porque le tiene miedo".

Algo no va bien cuando un porcentaje de la población tiene que esperar a verse en momentos delicados para descubrir la esencia de la vida. La única responsabilidad que tenemos es ser felices. Tal vez hemos convertido o nos han convertido, el Sistema mueve los hilos a su antojo, en personas sinsentido común (ver post, reseña y libro de Borja Vilaseca con el mismo título). Da la impresión de que estamos demasiado desconectados de nosotros mismos. Proclamos una cosa (lo importante es ser feliz, disfrutar el presente, etc), sin embargo, presumimos de la contrario (cantidad de trabajo que tenemos, de lo pronto que nos levantamos para coger aviones, la falta de tiempo....)

En el fondo, la cuestión importante es para qué. El escritor hondureño Augusto Monterroso decía en una ocasión: "La sociedad intenta destruirte, convenciéndote para cosas que en realidad no deseas hacer" (ver post ¿Sabes cuáles son tus valores?); el lema es más y más y más... un pozo sin fondo que nunca se agota... Milton Friedman ya adivirtió: "No tenemos una necesidad desesperada de crecer sino un deseo desesperado de crecer". Muchas frustraciones no proceden de necesidades no satisfechas sino de un exceso de expectativas.

Como entonar el mea culpa no es algo por lo que nos caractericemos (la libertad nos asusta porque implica autorresponsabilidad), entonces buscamos excusas para justificar nuestro modus vivendi. Ya decía Woody Allen, que "engañarse es la única forma de ser feliz". Más bien diríamos, como el permiso del cineasta, que es una forma de anestesiar nuestra voz interior, pero como toda anestesia (ya sea local o general) acaba pasando y, antes o después, tenemos que rendir cuentas con nosotros mismos. El alemán Goethe lo dejaba claro: "Cuando el hombre no se encuentra a sí mismo, no encuentra nada". Carl Gustav Jung también era claro: "La vida te hace una pregunta cuya única respuesta es tu vida".

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