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Por Leticia Guggieri, MBA 2013-2014
“Sabiduría es saber el camino correcto… Integridad es tomarlo“. MH Mc Kee
Negocios, empresas, finanzas, directivos, ejecutivos, negociaciones, en fin: palabras
que nos hacen pensar en ambientes empresariales en el cual nos movemos personas con
intereses muchas veces contrapuestos, buscando cada uno nuestro propio beneficio
(personal o empresarial) o en todo caso, el beneficio de algún grupo en particular. En
una sociedad donde la prensa nos tiene acostumbrados a casos de corrupción,
defraudación, robos, malversación de fondos y artificios contables, me pregunto: ¿es
ingenuo pensar que la integridad es un valor necesario y fundamental en estos ámbitos,
donde al parecer, se valora o al menos se necesita, el engaño y la manipulación, en pos
de un resultado? O lo que es lo mismo, ¿es la integridad un valor subvaluado en el
ámbito empresarial?
La integridad, definida como la capacidad de obrar con rectitud y limpieza y de
acuerdo a los principios personales y morales, es reconocida como un atributo personal
y profesional. No sé si tiene el mismo reconocimiento en ámbitos empresariales.
Trasladando el concepto a este último ámbito, integridad, según algunos autores como
Carter, exige distinguir entre lo justo/correcto y lo que se considera injusto/incorrecto y
luego elegir lo primero, aunque suponga algún costo personal; exige además mantenerse
en esa elección aún en condiciones adversas y ante posibles presiones y tentaciones. En
definitiva, la defino como lo contrario a la corrupción y la codicia y sobre todo, como
sinónimo de coherencia.
Integridad empresarial
No me refiero aquí a códigos de ética y conducta escritos por las empresas u
organizaciones; si en la organización falla la integridad de las personas, de nada sirven
los valores proclamados en su carta fundamental y códigos éticos. Una empresa o persona, no vale por lo que dice respetar, sino por lo que hace cada día. Si bien en los
discursos empresariales se declara valorar la integridad, en la práctica, esto suele ser
dejado de lado si constituye una barrera para conseguir metas, sobre todo a corto plazo.
Es entonces por esto que hago aquí un llamado a la integridad: a la integridad
empresarial, pero sobre todo personal. Y fundamentalmente, a la integridad personal en
los ambientes de directivos y ejecutivos.
Entonces, ¿realmente sirve ser un empresario íntegro?
Si bien no fue un empresario, Mahatma Gandhi fue un líder, y a criterio de expertos,
un líder íntegro. No he leído en profundidad la historia de este personaje ni su biografía,
pero me impactaron algunas escenas que recientemente vi de la película que se basa en
su vida. Esas escenas transmitían acciones basadas en la coherencia, sinceridad, y según
los expertos, en integridad. No sé en qué medida, pero yo creo que en mucha, gracias a
esto Gandhi fue el líder que luego conoció el mundo. Este “idealista pacífico”, como él
mismo se definió, logró grandes cambios en su país, la India.
Acá es donde me pregunto ¿qué tanto de este y otros ejemplos similares podemos
trasladar a los ambientes empresariales? Ámbitos donde ejecutivos o directivos estamos
sometidos a presiones constantes, a conseguir metas y objetivos, y donde muchas de las
veces, si estos no se logran implican para nosotros quedar fuera de juego. ¿No es posible
tomar un poco de la integridad mostrada en este ejemplo, dejando de obtener algo de
resultados cortoplacistas, y en pos de una visión más a largo plazo?
Comprendo que el punto puede ser discutible: habrá quien piense que se puede ser
un buen profesional aun siendo corrupto, si uno hace bien su trabajo. Me atrevo a mirar
un poco más allá del resultado inmediato, y viendo el largo plazo, creo que estos casos
son los de líderes que no tienen adherencia constante a valores fuertes; son los que les
dicen inconscientemente a sus subordinados, clientes y demás personas que los rodean,
que dichos valores no valen nada dadas circunstancias adversas.
En mi opinión, ser una persona íntegra produce innegables efectos positivos en la
gestión empresarial a corto y largo plazo. Saber lo que es correcto (a criterio de cada
uno) nos ayuda a elegir los caminos y fundamentalmente, a ser coherentes en el tiempo,
logrando el efecto contrario al líder que no se maneja con integridad: es decir, logrando
la confianza, de quienes lo rodean, y me atrevo a decir, logrando poder.
La integridad nos da poder, y el poder es en los ámbitos empresariales un bien muy
preciado.3
Conclusión
Creo en las empresas íntegras, pero sobre todo, creo en las personas íntegras. Tal
vez soy muy ambiciosa: aspiro a trabajar en ámbitos empresariales y a obtener el
máximo resultado empresarial (ya sea económico, comercial) posible, pero aspiro a
lograrlo solamente mediante el camino más difícil, el camino de la honestidad y la
coherencia, en fin, el de la integridad. Hago desde aquí el llamado a demás directivos y
ejecutivos para tener esta misma ambición.
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