miércoles, 4 de diciembre de 2013

Somos lo que hacemos día a día

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Con tanto racionalizar la vida hemos dejado a parte algo tan esencial y tan acorde a la 
raza humana, como es el instinto. El instinto es ese pequeño pero infalible detector que
 te pone alerta ante una situación determinada, ante un peligro, ante una persona.
Las personas que han tenido éxito en la vida son las que han tomado decisiones 
rápidas porque su olfato les ha indicado que no debían dejar de pasar la ocasión.
 Puro instinto. Quizás es hora de empezar a usar el instinto en nuestra relación 
con las personas.
Pero yo creo que sólo hay una manera de salir de este círculo vicioso por el cual se
 rige la inmensa mayoría y es: la excelencia. Ser el mejor, o pertenecer al grupo 
de los mejores.
Pero sólo hay sitio para unos pocos en este olimpo, y por este motivo es que
 hay que actuar siempre con excelencia. En palabras de Aristóteles: “Somos 
lo que hacemos día a día; de modo que la excelencia no es un acto, sino 
un hábito”.
Cuando somos excelentes nadie nos va a cuestionar cómo vestimos, ni si llevamos el 
pelo largo y con coleta, ni si caminamos de cierta manera o si vivimos en medio 
del campo. A las personas excelentes se les admira por lo que hacen y por
 lo que son, y no por lo que tienen.
Seamos excelentes para que la imagen, los prototipos, los prejuicios y los estereotipos 
no tengan relevancia en nuestro quehacer. ¿Pero qué es la excelencia desde el punto
 de vista empresarial? Desde hace varios años vienen implantándose en las
 empresas sistemas de gestión de la calidad (a todos nos suenan las normas 
ISO), o modelos menos normativos como el que se establece a partir del EFQM
La calidad significa aportar valor al cliente, esto es, ofrecer unas condiciones 
de uso del producto o servicio superiores a las que el cliente espera recibir y 
a un precio accesible. También, la calidad se refiere a minimizar las perdidas 
que un producto pueda causar a la sociedad humana mostrando cierto interés por
 parte de la empresa a mantener la satisfacción del cliente.
Una visión actual del concepto de calidad indica que calidad es entregar al 
cliente no lo que quiere, sino lo que nunca se había imaginado que quería
 y que una vez que lo obtenga, se dé cuenta que era lo que siempre 
había querido.
Entendamos entonces la excelencia como un proceso de “calidad total”, en donde la 
mejora es continua. Nos hemos acostumbrado a los esfuerzos que hacen
 muchas organizaciones por ofrecer la excelencia, tanto en sus productos como 
en sus servicios, que quizás hemos olvidado el esfuerzo personal y profesional 
que debemos hacer nosotros mismos para ser excelentes. No es suficiente 
con ser bueno; vayamos un poco más allá y ofrezcamos lo mejor de nosotros 
mismos, busquemos un valor añadido y una ventaja competitiva.
Estamos en la era de las personas, en un mundo regido por la tecnología pero
 que tiene muy en cuenta que detrás de cada teclado hay un ser humano. Pero no 
es el momento de todas las personas. Ahora es cuando hay que demostrar que
 realmente somos excelentes para ganarnos, primero nuestro propio 
respeto, y después, el respeto de los demás. Y es aquí cuando ya nos podemos
 presentar al mundo “en jeans y sandalias” que nadie nos va a cuestionar.
¿Qué haces tú para lograr la excelencia?

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