jueves, 5 de diciembre de 2013

Sonríe o muere

http://www.matosas.com/competir_con_la_mente/2013/12/sonr%C3%ADe-o-muere.html
Barbara Ehrenreich
 
¿Ha perdido su trabajo? Qué gran oportunidad de cambiar su trayectoria. ¿Tiene una
 grave enfermedad? Quizá a partir de hoy disfrute de su vida como nunca antes. ¿No le 
gusta su casa? Recorte de una revista el hogar soñado, mírelo a menudo y... pronto estará
 viviendo allí. O pida un préstamo y cómprese todo lo que desee. Y sobre todo, no deje de 
sonreír, agradecer a la vida sus regalos y sentirse lleno de optimismo.
 
Alguien tenía que decir ¡basta! Y ha sido Barbara Ehrenreich, aguda e incisiva,
 protestona y escéptica, quien diga que el pensamiento positivo, la psicología positiva 
y hasta la economía positiva son una dictadura. Y una broma de mal gusto. Y un peligro.
En este libro desmitificador y realista, Ehrenreich pasa revista a la influencia que esta 
corriente de pensamiento ha tenido en la sociedad, la economía y la vida privada la
 "moda positiva".
Un libro que es un placer... llevaba toda la vida esperando a que alguien lo escribiera. 
The New York Times Book Review
Perspicaz, inteligente y lleno de ingenio [...] con unas conclusiones muy interesantes sobre 
la suerte que corre quien se atreve a dar una voz de alarma. BusinessWeek 

INTRODUCCIÓN  
Los norteamericanos son gente "positiva". Esa es su fama, y esa es también la imagen que
 tienen de sí mismos. Sonríen mucho y se quedan desolados cuando alguien de otra cultura
 no les devuelve la sonrisa. Como reza el estereotipo, son enérgicos, animados, optimistas
 y superficiales, mientras que, casi seguro, a ellos un extranjero les debe parecer sutil, un poco
 de vuelta de todo y hasta algo decadente. Los escritores norteamericanos que han vivido
 fuera, como Henry James o James Baldwin, se las han tenido que ver con el estereotipo; 
aunque a veces han contribuido a reforzarlo. Yo misma me topé con él en la década de 
1980, cuando le oí decir a Joseph Brodsky, el poeta ruso exiliado, que el problema
 de los norteamericanos es que "nunca han conocido el sufrimiento" (debía de ignorar 
quiénes inventaron el blues). Tanto para quien lo ve como algo vergonzoso como para quien 
lo lleva a gala, la actitud positiva -en los afectos, en el estado de ánimo y en el carácter- 
parece asociada sin remedio a la manera de ser estadounidense.
   Sorprende por ello que, en las mediciones que hacen los psicólogos de la felicidad relativa 
de los países, los estadounidenses aparezcan siempre como no demasiado felices, ni siquiera
 en las épocas de bonanza. En un metaanálisis reciente de más de cien estudios sobre la
 felicidad subjetiva en el mundo, los habitantes de Estados Unidos quedaban en el puesto 
veintitrés, por debajo de los de Holanda, Dinamarca, Malasia, las Bahamas, Austria y hasta
 los de Finlandia, supuestamente tan adustos. Otro indicador de que algo no marcha bien
 en Estados Unidos es que allí los antidepresivos son el medicamento más recetado, y su
 consumo representa las dos terceras partes del mercado mundial. Nadie, que yo sepa,
 ha investigado hasta qué punto el tomar ansiolíticos modifica las respuestas a una encuesta 
sobre la felicidad: ¿los encuestados dicen ser felices porque las pastillas los hacen felices, 
o se declaran infelices porque saben que dependen de ellas para sentirse bien? En cualquier 
caso, puede que, si no tomaran tantos antidepresivos, los estadounidenses ocuparan un puesto 
aún más bajo.
   Cuando los economistas, por su parte, tratan de establecer un ranking mundial más 
objetivo referido al "bienestar", considerando factores como la salud, la 
sostenibilidad medioambiental o la movilidad entre clases sociales, Estados Unidos queda 
en una posición todavía peor que cuando se mide la felicidad subjetiva. Por mencionar un 
único ejemplo, el Índice Planeta Feliz sitúa a Estados Unidos en el puesto ciento cincuenta 
de los países del mundo.


 

domingo, 3 de abril de 2011

Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo. Bárbara Ehrenreich

 
 
Este libro tiene tanto de curioso como de interesante (mucho de ambas cosas). Su
 polifacética autora hace un repaso espléndido y bien documentado sobre el 
auge del pensamiento positivo y su influencia en el mundo contemporáneo. Aunque 
centrado en Estados Unidos y su historia, es facilmente extrapolable a Europa.
 
Empieza relatando lo mal que se sintió cuando se le
 diagnosticó un cáncer de mama y tuvo que enfrentarse
 a sonrisas, grupos de apoyo y ositos de color rosa 
que le levantaran el ánimo como si no tuviera una 
auténtica enfermedad y todo dependiera de su buen humor 
y no de las células que se habían rebelado en su interior.
A partir de esta primera experiencia con el pensamiento
 positivo, Barbara Ehrenreich repasa la historia para explicar 
de dónde surgió y cómo llegó a ser tan importante.
El pensamiento positivo, nos dice, no es más que una 
forma de pensamiento mágico:lo quiero, lo tendré. A 
partir de esta premisa, lo que se esconde es una nueva 
forma religión. Si el calvinismo amenazaba con un infierno 
terrible, ante cuya perspectiva había que portarse bien,
 el pensamiento positivo viene a decirnos que todo aquello
 que perdemos o que no conseguimos es culpa nuestra.
 
Siempre la culpa, en las religiones teístas y en
 las capitalistas. ¿No has conseguido hacerte rico? 
Eso es porque no te has esforzado lo suficiente, es tu culpa.
 ¿Te han echado del trabajo? Algo hiciste mal, es tu culpa.
 Pero no te preocupes, basta con que cierres los ojos y desees algo con fuerza para 
que lo obtengas. Por ejemplo: ¿quieres una bonita casa? Hipotécate hasta las cejas 
y la tendrás. Luego, cuando no puedas pagarla, no debes olvidar que todo habrá sido 
por tu culpa.
Al son de esta melodía han proliferado religiones de lo más variado, cuyos máximos 
dirigentes pueden acumular grandes fortunas y exhibirlas porque al fin y al cabo es lo que
 ofrecen a sus fieles: que tendrán todo aquello que quieran, como ellos. Pero también 
abundan los coaches que asesoran empresarios, que dan cursos carísimos a gente sin 
empleo o con él, da igual, a todos les ofrecen los mismos consejos: si quieres puedes. Y los
 best-sellers, como El Secreto o Quién se ha llevado mi queso, o las películas como¿Y tú 
qué sabes?, en los que el pensamiento mágico lo preside todo. Cuenta la autora que 
en El Secretose relata, por ejemplo, el caso de una mujer que ve en el escaparate de una 
joyería un hermoso collar de perlas. Lo desea y al día siguiente lo lleva puesto. 
¿Cómo lo consiguió?, eso no lo explica, simplemente dice que lo "ha atraído", eso es todo
 cuanto debemos hacer: atraer aquello que queremos, desterrar aquello que no. Algunos se
 basan en la física cuántica, para tratar de darle fundamento científico a su teoría, otros en las ondas electromagnéticas o cualquier otra cosa que suene a ciencia pero que es fácilmente desmontable por cualquier científico.
Excelente es la forma en la que Barbara Ehrenreich explica cómo se pasa del calvinismo al pensamiento positivo a través de la revolución industrial, o la importancia de dicho pensamiento en la gestación de la actual crisis económica.
 
Es un libro muy recomendable que aporta un punto de vista muy interesante para rebatir muchas de las teorías de la autoayuda que proliferan en telepredicaciones, otros programas de televisión, bestsellers y películas y que, incidiendo siempre sobre nuestra propia y única responsabilidad liberan al sistema de la suya y nos sumen en la derrota de la culpabilidad, alejándonos de la reivindicación de nuestros derechos como elementos de la sociedad en la que vivimos.
 
 
domingo, 17 de julio de 2011
Reportaje:Vida&artes

Optimistas a la fuerza, pase lo que pase

El pensamiento positivo impone que la crisis es una oportunidad y no una desgracia - Esta seudoideología arrasa en EE UU y defiende que no falla el sistema, sino la actitud de cada uno


"Ya, ya, sabemos que está en paro, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte. Sonría, sonría". "Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío". No, no es un diálogo inventado. Estas frases se han convertido en un lugar común y resumen la corriente de pensamiento de que la desgracia en sus variadas formas no es, en realidad, un infortunio sino un reto, y que acabar en las filas del desempleo o contraer una enfermedad grave, por ejemplo, es una oportunidad de cambiar de vida, de superación personal.
La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo. Esta seudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como ha denunciado la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere (Editorial Turner, 2011), que ha resultado todo un alarido contra "la trampa del pensamiento positivo".
Acabar en las filas de desempleo es una ocasión de superación personal
El libro 'Sonríe o muere' destapó la "trampa" del optimismo irredento
Zapatero ha hecho del positivismo la misma razón de su Gobierno
'Entre todos lo arreglamos' decía que la crisis estaba en nuestras cabezas
 
La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los parados
 en los seminarios de motivación y cursos de recolocación, tan de moda ahora, sobre 
todo tras los ajustes en las grandes empresas. "Había gente a la que habían echado del 
trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía 
que debía ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida. También en
 este caso el resultado que nos prometían era una especie de cura; la persona que 
pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para 
ella ese trámite acabaría antes y más felizmente".
Aunque las raíces de este movimiento sean más antiguas (Ehrenreich lo entronca
 con una evolución del calvinismo norteamericano a partir de 1850), las sencillas 
premisas en las que se basa se han difundido por el mundo en libros de autoayuda y
 superación como el archifamoso ¿Quién se ha llevado mi queso?, de Spencer 
Johnson, que permaneció durante cinco años en la lista de los más vendidos desde que 
se publicó en 1998. El queso que persiguen cuatro ratoncillos simboliza la felicidad, la 
riqueza, el empleo y el bienestar que busca cada uno. Y la parábola incita a
 adaptarse a las nuevas circunstancias en esa búsqueda en lugar de lamentarse
 cuando te mueven tu queso.
En la misma línea elemental, más recientemente ha causado furor El secreto (2007), 
de Rhonda Byrne, que desvela una nueva ley que viene a ser al mundo personal lo que
 la ley de la gravedad es para la física, aunque su demostración empírica sea bastante
 más dudosa. Se trata de la ley de atracción, cuyo enunciado dice que "cualquier idea que 
esté en la mente se atrae hacia la vida". Obviamente, si las imágenes que te dan vueltas
 en la cabeza son positivas, atraparás éxito, mansiones, dinero... Así que, pase lo que
 pase, piensa en positivo. El colmo de estas publicaciones es el bestseller Nos despidieron...
Y es lo mejor que nos ha pasado nunca (2005) de Harvey Mackay.
"A los estadounidenses se les insta a pensar en las desgracias como oportunidades. El 
desempleo supuestamente ofrece la oportunidad de pasar a un trabajo mucho mejor, 
como sugiere el libro de Mackay. Del mismo modo, la enfermedad ofrece una oportunidad 
de crecimiento personal para llegar a ser más sensibles, espirituales y evolucionados. Así
 que si nos fijamos en las cosas positivamente, nunca hay ninguna razón para quejarse. 
Y si, después de meses o años, todavía no has encontrado un puesto de trabajo -o si el 
cáncer ha hecho metástasis- solo tienes que trabajar más duro para ser positivo y
 superarlos", señala Ehrenreich, en declaraciones a este diario.
El positivismo como ideología también prende en España. En el ámbito político, el 
presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho del optimismo la misma 
razón de su Gobierno. Desde su famosa negación de la crisis ("No estamos en crisis. Solo 
tenemos alguna dificultad que nos viene de fuera" (7 de febrero de 2008), a sus
 reiteradas acusaciones de "antipatriotas" a los que alertaban sobre ella o aquella 
categórica advertencia cuando el paro comenzó a desbocarse: "El pesimismo no crea 
ningún puesto de trabajo" (1 de junio de 2008). Su optimismo tampoco parece que haya
 servido de mucho. Desde que pronunciara esa frase, el número de parados se ha 
incrementado en dos millones y medio.
Curiosamente, el PP también bebe de la misma ideología. Su receta para remontar la
 crisis es conjurar la palabra mágica, "confianza", sin más concreciones.
En el ámbito académico también se piensa que hay que ver la crisis con otros ojos. 
Escuelas de negocios como IESE y ESADE han organizado varios ciclos de conferencias
 bajo el título de La crisis como oportunidad. Y se han publicado decenas de libros
 desarrollando esas oportunidades. Entre los más famosos están dos que casi llevan 
el mismo título: La buena crisis, de Alex Rovira (Aguilar, 2009) y Buena crisis, de Jordi
 Pigem (Kairós, 2009). La coincidencia no acaba aquí. Cada uno de los autores prologó
 el libro del otro. Y los dos refutan radicalmente que se les considere escritores de 
autoayuda. Y su forma de entender la crisis es más crítica que la de los autores
 estadounidenses.
"Más que una crisis económica es una crisis de conciencia. Hemos negado la realidad 
y nos ha estallado en las narices. Estamos en crisis por ambición, por narcisismo. 
Hemos comprado con dinero que no teníamos cosas que no necesitábamos para
 impresionar a quienes no conocíamos o no nos caían bien, en un delirio colectivo que 
no se podía sostener. Lo bueno de esta crisis es que nos lleve a tomar conciencia de 
quién nos gobierna en lo privado y en lo público, y a reinventarnos, desde la formación,
 la innovación. Ponernos a llorar no sirve de nada porque mamá Estado no nos va a llenar
 la mano. Es el momento de asumir riesgos porque si nos quedamos en un rincón la 
crisis se repetirá", dice Rovira.
Pigem también considera que la crisis ha servido, al menos, para tomar conciencia de 
que el sistema no funciona, como han puesto de manifiesto las protestas del 15-M. "El 
término crisis viene de la medicina y describe el momento en el cual el paciente se 
sana o empeora. Si se recuperaba, se decía que el paciente había tenido una crisis feliz o
 una buena crisis. Estamos en un sistema que ya estaba enfermo, que iba hacia el 
colapso ecológico pero que como todos estábamos inmersos en el consumo parecía que iba
 bien. Y dentro de la crisis se puede empeorar y volverse más hacia la sed de control, la 
violencia, la alienación o puede transformarse hacia un mundo más sano, sensato, 
ecológico, justo y más sabio".
Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre 
los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que,
 puestos a elegir, es preferible vivir en una nube que sumergido en una ciénaga melancólica. 
En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que 
han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas.
Afrontar los problemas desde el realismo, aunque eso implique un pesimismo inicial, hubiera,
 por ejemplo, suavizado las consecuencias de la crisis financiera internacional. Como 
relata de forma magistral el documental Inside job, cualquiera que se atrevía a alertar
 sobre la enorme burbuja que se estaba cociendo en torno a los productos financieros
tóxicos, basados en hipotecas impagables, era automáticamente ridiculizado o 
condenado al ostracismo. Los signos de que toda esa riqueza se estaba construyendo
 sobre una enorme montaña de deuda sin ningún sostén eran cada vez más evidentes y las 
voces que lo denunciaban también.
¿Por qué nadie las escuchó hasta que la quiebra de Lehman Brothers devolvió al mundo
 a la realidad? "Una buena respuesta a estas preguntas es que a nadie le gusta
 ser un aguafiestas", respondía el Nobel de Economía Paul Krugman en una tribuna en
 EL PAÍS. "¿Quién tenía ganas de escuchar a unos economistas patéticos advirtiendo 
que todo aquello era, en realidad, un negocio piramidal de dimensiones descomunales?", añade.
En España, en plena explosión vírica de la crisis, las cámaras de comercio y 18 de las
 grandes empresas y entidades financieras lanzaron el año pasado la campaña Entre
 todos lo arreglamos. Frente al marasmo económico trataba de animar al ciudadano de
 a pie con mensajes como: "La crisis no solo está ahí fuera, también está en nuestras 
cabezas. Nos ha hecho perder la confianza, nos ha contagiado el pesimismo, el desánimo.
 Esto es lo primero que debemos arreglar, queremos recuperar la confianza. Tenemos
 motivos para animarnos. En esta web encontrarás muchos". Famosos (y casi todos 
millonarios) como Andreu Buenafuente, Pau Gasol o Javier Mariscal, entre otros, 
animaban a plantar cara a la crisis a los ciudadanos, muchos de los cuales habían
 perdido su trabajo o temían perderlo, sufrían recortes de salario mientras se 
encarecían los servicios básicos y subían los impuestos. La campaña de publicidad costó 
cuatro millones de euros. Hoy la web está inactiva y se da la irónica circunstancia de que 
alguna de las compañías que la costearon han emprendido fuertes ajustes de plantilla
 o han recibido ayudas públicas.
En EE UU, el pensamiento positivo se ha colado en las iglesias. Como denuncia Ehrenreich, 
el primitivo calvinismo que condenaba cualquier goce mundano y llamaba a la austeridad ha 
dado paso a macroiglesias, con telepredicadores que no solo no esconden su riqueza
 sino que hacen de la ostentación el centro de la "teología de la prosperidad": Dios premia 
con riquezas a quien tiene una actitud positiva. Oradores evangelistas como Joyce Meyer,
 Creflo Dollar, Benny Hinn o el matrimonio Copeland vuelan en aviones privados y han
 amasado fortunas con ese mensaje.
Aunque sin duda, el principal vehículo de difusión de la dictadura del optimismo son los 
medios de comunicación y las grandes estrellas mediáticas, como la presentadora 
estadounidense Oprah Winfrey, la mujer negra más rica del mundo. "Los medios de 
comunicación han jugado un papel importante. Oprah, Ellen DeGeneres y otros anfitriones
 de talk shows han promovido todos los grandes libros de pensamiento positivo y a sus gurús. 
La televisión nos trae, además, a los predicadores, cuyo mensaje es que Dios quiere que
 seas rico y que puedes tener lo que quieras simplemente visualizándolo", responde la 
autora deSonríe o muere.
Como ella, muchos dudan de que esta ideología sea una muestra de ingenuidad y ven en 
ella una excusa ideal utilizada por los que causaron la crisis para exonerarse de cualquier
 culpa y lanzarla sobre los hombros de quienes sufren sus consecuencias. Como dice
 Ehrenreich: "El pensamiento positivo es en realidad un brillante método de control social, 
ya que anima a la gente a pensar que no hay nada malo en el sistema (la 
economía, la contaminación ambiental). Y que lo que está mal tiene que ver con 
usted, con la actitud personal de cada uno".

Las víctimas

- Desde el tercer trimestre de 2007, alrededor de 3,2 millones de españoles han 
perdido su empleo.
- Unos 900.000 jóvenes en paro no reúnen las condiciones ni para incorporarse al mercado 
laboral ni para acceder a formación profesional.
- El número de personas atendidas por Caritas ha pasado de 400.000 en 2007 a 950.000
 en 2010.
- Cerca del 25% de los niños españoles viven en situación de pobreza, según la
 Encuesta de Condiciones de Vida 2010.
- Los desahucios se han cuadruplicado desde 2007. En el primer trimestre de 2011 
se batió el récord con 25.000 ejecuciones hipotecarias.

Demos la bienvenida al cáncer

En el lenguaje de lo positivo una enfermedad grave es también un reto, porque nos 
ofrece una ocasión inmejorable de demostrar nuestro afán de superación. Así que el 
enfermo no solo no debe quejarse sino casi dar la bienvenida a la enfermedad, porque le 
va dar la oportunidad de dar un giro en su vida.
El caso del cáncer es sintomático. La filosofía de lo agradable envuelve el cáncer bajo 
una jerga bélica, de "valientes luchadores" que se enfrentan al tumor como a un batallón
 enemigo hasta derrotarle. En ese lenguaje no hay lugar para "víctimas" ni "pacientes", 
como denuncia Barbara Ehrenreich en Sonríe o muere. La autora, que vivió en sus 
carnes un cáncer de mama, relata su extrañeza al descubrir que desde que le diagnosticaron 
la enfermedad le incitaron a animarse, a aprovechar esa vivencia para eliminar los
 sentimientos tóxicos, porque, una vez más, solo teniendo una actitud positiva se
 derrota al cáncer.
Esta teoría está tan extendida que se ha convertido casi en un dogma irrefutable. Así 
que los enfermos, como "luchadores", no tienen derecho a estar tristes ni a deprimirse. 
Para cercarlos aún más, los medios siempre están haciendo hincapié en los estudios
 que pretenden demostrar que ser positivo da salud y aumenta la longevidad, mientras 
que restan importancia a los que demuestran que no tiene ningún efecto en absoluto, 
denuncia Ehrenreich.
Lamentablemente, esas teorías tienen tanta credibilidad como los productos mágicos
 de la teletienda, como señala Maria Die Trill, responsable de la Unidad de Psico-Oncología 
del Hospital Gregorio Marañón. "Ninguna investigación ha podido demostrar que la actitud 
o las emociones influyan en la progresión del cáncer. Es un mito".
Die Trill asegura que cuando reciben a los pacientes a los que acaban de diagnosticar un 
cáncer les tiene que hacer una "especie de desintoxicación" porque su médico y la gente 
de su entorno les han dicho que tienen que estar contentos para superar la enfermedad. "Y 
como realmente no pueden estarlo, porque el cáncer es, en realidad, una situación de duelo, 
se sienten culpables. Por lo que, además de sufrir los efectos de la enfermedad y su
 tratamiento, tienen una sobrecarga anímica, la necesidad de estar optimistas y reírse 
aunque se estén enfrentando a la muerte".

No hay comentarios:

Publicar un comentario