No hay razón (ni mente) sin emoción.
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Reseña de Francisco Mora, Universidad Complutense de Madrid.
Es este un libro muy interesante en el que, desde la perspectiva de la inteligencia artificial, se analiza la posible construcción de una mente. Quiero, desde el principio, resaltar el valor de este libro, documentado y denso, sobre esa intersección entre los conocimientos actuales de la inteligencia artificial y los conocimientos de la neurociencia. Y también quiero destacar que por ser relativamente complejo, su lectura correcta requiere de una mínima base y preparación sobre la materia. Añadiré además, que es un texto de escritura clara, lo que ciertamente se agradece.
El libro no está exento de cierta pretenciosidad pues señala, en el subtítulo del mismo, que en él, se revelan los secretos del pensamiento humano. Y nada mas lejos de un aserto así, pues esos 'secretos' siguen siendo secretos, desconocidos y no descubiertos, ni aquí en este libro ni en ningún otro e incluso de lo que se puede esperar de los resultados de los grandes y ambiciosos proyectos sobre investigación cerebral puestos en marcha en Europa o en Estados Unidos. La subjetividad, la conciencia, aparte hipótesis, todo lo relevantes que se quiera, se encuentran todavía, y tal vez por mucho tiempo, en esos fondos abisales del cerebro que requerirán un cambio de paradigma en el método y la investigación científica.
Con todo, es un libro que se deje leer con atractivo desde el primer capítulo 'Experimentos mentales históricos' en el que de modo fácil se describen los 'experimentos' de Darwin y Einstein, sin duda de interés siempre y para un gran número de lectores. Y de igual modo discurren el resto de los capítulos pasando por aquel tan relevante y de actualidad y debate como el titulado 'la mente como ordenador', hasta llegar casi al final con el tema sobre 'experimentos mentales sobre la mente'. Sin entrar en patrones, algoritmos y constructos de la inteligencia artificial, en los que el lector debe bucear por sí mismo. Destaco que el poso que queda tras su lectura, el destilado final, es como si fuera alcanzable y previsible construir una máquina artificial 'humana'. En este sentido suena todo como una loa a los poderes de máquinas inteligentes, todo-poderosas, capaces de resolver cualquier problema en el futuro y que nos permitirían incluso trascender la velocidad de la luz utilizando 'agujeros gusano' a través del espacio. Es decir, y como allí se expresa con gran optimismo, ¿Cuánto tiempo llevará expandir nuestra inteligencia en su forma no biológica a través del Universo...?
Se trata, sin duda, de un buen libro, aun cuando no exento de ciertas críticas, particularmente las que provienen de la neurociencia. Y desde esta última perspectiva quiero señalar, y coincidir en parte con el autor, la posibilidad de 'crear una mente' basada fundamentalmente en lo que conocemos acerca de lo mas 'computacional del procesamiento de la información sensorial (visual) o motora en el cerebro'. Precisamente hoy se conoce mucho y bien acerca de cómo se construye, en términos neuronales y computacionales, la imagen de un objeto visual a través de sus muchos determinantes como son el procesamiento paralelo de patrones en la forma, color, movimiento, profundidad, orientación, contexto y un largo etcétera en donde además influyen funciones como las del aprendizaje, la memoria o incluso el lenguaje. Y finalmente la resolución visual del objeto con el llamado binding problem. De igual modo se poseen conocimientos avanzados sobre la construcción del plan y programas neuronales que permiten el movimiento coordinado y la conducta. Pero aún así, todo esto es solo una aproximación parcelada de esas mismas funciones (visuales y motoras), en las que siguen faltando otros importantes ingredientes como son el significado emocional de lo que se ve, o se toca, o se alcanza voluntariamente cuando queremos coger una cosa que hay delante de nosotros. Y sobre todo la conciencia de esa emoción, que es el sentimiento que permite hacer brotar ese 'pensamiento sentido de lo que se ve' y sobre lo que se actúa. Esto último todavía requiere caminar un largo trecho antes de poder ser atacado utilizando el método científico tal cual lo conocemos.
Por tanto, desde el rigor del conocimiento que nos proporciona la neurobiología actual, hay un salto cualitativo hasta alcanzar, con la inteligencia artificial, la posible 'construcción de una mente humana' Abundando en esto último quiero señalar que precisamente la emoción, los sentimientos y la conciencia son procesos centrales y necesarios para conocer como funciona un cerebro humano y por ende como éste destila la mente, lo que incluye el gran capítulo de la subjetividad y ese desconocido 'yo consciente'. Problemas estos últimos sin perspectivas de ser resueltos antes de ese año 2029 que es cuando el autor vaticina que la inteligencia artificial no podrá distinguirse de la humana.
Permítanme los lectores un breve apunte más sobre lo que acabo de señalar y que pienso es relevante en este contexto. Por ejemplo, el libro diseca en el cerebro, y como se ha venido haciendo clásicamente, los procesos neurales, substrato de la emoción, de aquellos otros que lo son de la razón, según se quiera obtener información acerca de las emociones o de la propia cognición. Sin embargo hoy se apunta que tal separación no existe, y que el cerebro funciona pasando la información sensorial de lo que nos rodea, orquestada por los códigos del propio cerebro, al cerebro límbico (emocional) en donde adquiere significado, sea este de bueno o malo, placentero o doloroso. Y es después que esta última información, 'coloreada emocionalmente', pasa al resto de las áreas del cerebro en donde en las áreas de asociación de la corteza cerebral se construyen los abstractos y con ellos su distingo y clasificación y con ello la propia cognición (pensamiento y conciencia). No hay pues razón sin emoción. No hay procesamiento de abstractos o ideas ajeas a la impregnación emocional y de sentido de supervivencia que estos abstractos contienen. Sin ese conocimiento, sin ese diseño, es difícil creer que pueda construirse ninguna “máquina” que se aproxime al funcionamiento del cerebro humano. Por eso no comparto la idea del autor cuando señala que "...si lo que se persigue es (conocer) solo la inteligencia cognitiva humana, entonces el neocortex (la corteza cerebral) es suficiente".
Desde la neurociencia actual, además, me permito señalar algunos 'pequeños aspectos conceptuales' vertidos en el libro que a mi, personalmente, me parecen un tanto anacrónicos, como aquellos del 'cerebro reptiliano' o 'cerebro antiguo-cerebro moderno' que se alejan de los conceptos de la función integrada y distribuida en códigos de tiempo a lo largo y ancho de todo el cerebro. O la adscripción simplificante de ciertas funciones cognitivas a neurotransmisores concretos como la dopamina, serotonina o noradrenalina, cuando hoy se sabe de la dinámica de muchos neurotransmisores en solo el 'pequeño ordenador' que es una sola sinapsis y que liberados conjuntamente interaccionan con múltiples receptores. Y de sus cambios plásticos y dinámicos a lo largo del día. Y todo ello sin añadir que mas allá de esas 'células nobles' que son las neuronas, está el importante papel de ciertas células gliales, los astrocitos, relevantes en la función de otros neurotransmisores, como el ácido glutámico y el GABA, en la corteza cerebral y por ende relevantes como sustrato neural de las altas funciones cognitivas humanas.
Y un apunte también breve, casi al final, referido a 'cerebro y ordenadores' y a esa pregunta vertida en el capítulo ocho. Pregunta de gran controversia en la respuesta y que el autor deja realmente abierta, cuando a mí me parecería que la respuesta debiera ser rotunda y definitivamente clara, es decir, NO. Los ordenadores 'sin son máquinas' que nunca entenderán, por su diseño, lo que entiende el cerebro humano, que es la necesidad de comer, beber y reproducirse, y con ello dedicar todo su funcionamiento a esa lucha azarosa por la supervivencia. Esa diferencia viene marcada por un complejo proceso de azar, reajustes y determinantes sucedido en ese duro banco 'real' de la evolución biológica a lo largo de cientos de millones de años. Frente a ello el ordenador es un 'pobre' trabajo de apenas unos cien años hecho por el hombre.
En definitiva, aparte criticas que todo trabajo conlleva, considero que se trata de un libro muy interesante y desde luego importante de alta divulgación. Libro de interés tanto para los amantes de la inteligencia artificial como para los estudiosos de la Neurociencia. Libro que permite pensar y soñar, ingredientes sin duda imprescindibles para el funcionamiento de toda mente humana. Su lectura difícilmente dejará impasible una mente crítica.
El libro no está exento de cierta pretenciosidad pues señala, en el subtítulo del mismo, que en él, se revelan los secretos del pensamiento humano. Y nada mas lejos de un aserto así, pues esos 'secretos' siguen siendo secretos, desconocidos y no descubiertos, ni aquí en este libro ni en ningún otro e incluso de lo que se puede esperar de los resultados de los grandes y ambiciosos proyectos sobre investigación cerebral puestos en marcha en Europa o en Estados Unidos. La subjetividad, la conciencia, aparte hipótesis, todo lo relevantes que se quiera, se encuentran todavía, y tal vez por mucho tiempo, en esos fondos abisales del cerebro que requerirán un cambio de paradigma en el método y la investigación científica.
Con todo, es un libro que se deje leer con atractivo desde el primer capítulo 'Experimentos mentales históricos' en el que de modo fácil se describen los 'experimentos' de Darwin y Einstein, sin duda de interés siempre y para un gran número de lectores. Y de igual modo discurren el resto de los capítulos pasando por aquel tan relevante y de actualidad y debate como el titulado 'la mente como ordenador', hasta llegar casi al final con el tema sobre 'experimentos mentales sobre la mente'. Sin entrar en patrones, algoritmos y constructos de la inteligencia artificial, en los que el lector debe bucear por sí mismo. Destaco que el poso que queda tras su lectura, el destilado final, es como si fuera alcanzable y previsible construir una máquina artificial 'humana'. En este sentido suena todo como una loa a los poderes de máquinas inteligentes, todo-poderosas, capaces de resolver cualquier problema en el futuro y que nos permitirían incluso trascender la velocidad de la luz utilizando 'agujeros gusano' a través del espacio. Es decir, y como allí se expresa con gran optimismo, ¿Cuánto tiempo llevará expandir nuestra inteligencia en su forma no biológica a través del Universo...?
Se trata, sin duda, de un buen libro, aun cuando no exento de ciertas críticas, particularmente las que provienen de la neurociencia. Y desde esta última perspectiva quiero señalar, y coincidir en parte con el autor, la posibilidad de 'crear una mente' basada fundamentalmente en lo que conocemos acerca de lo mas 'computacional del procesamiento de la información sensorial (visual) o motora en el cerebro'. Precisamente hoy se conoce mucho y bien acerca de cómo se construye, en términos neuronales y computacionales, la imagen de un objeto visual a través de sus muchos determinantes como son el procesamiento paralelo de patrones en la forma, color, movimiento, profundidad, orientación, contexto y un largo etcétera en donde además influyen funciones como las del aprendizaje, la memoria o incluso el lenguaje. Y finalmente la resolución visual del objeto con el llamado binding problem. De igual modo se poseen conocimientos avanzados sobre la construcción del plan y programas neuronales que permiten el movimiento coordinado y la conducta. Pero aún así, todo esto es solo una aproximación parcelada de esas mismas funciones (visuales y motoras), en las que siguen faltando otros importantes ingredientes como son el significado emocional de lo que se ve, o se toca, o se alcanza voluntariamente cuando queremos coger una cosa que hay delante de nosotros. Y sobre todo la conciencia de esa emoción, que es el sentimiento que permite hacer brotar ese 'pensamiento sentido de lo que se ve' y sobre lo que se actúa. Esto último todavía requiere caminar un largo trecho antes de poder ser atacado utilizando el método científico tal cual lo conocemos.
Por tanto, desde el rigor del conocimiento que nos proporciona la neurobiología actual, hay un salto cualitativo hasta alcanzar, con la inteligencia artificial, la posible 'construcción de una mente humana' Abundando en esto último quiero señalar que precisamente la emoción, los sentimientos y la conciencia son procesos centrales y necesarios para conocer como funciona un cerebro humano y por ende como éste destila la mente, lo que incluye el gran capítulo de la subjetividad y ese desconocido 'yo consciente'. Problemas estos últimos sin perspectivas de ser resueltos antes de ese año 2029 que es cuando el autor vaticina que la inteligencia artificial no podrá distinguirse de la humana.
Permítanme los lectores un breve apunte más sobre lo que acabo de señalar y que pienso es relevante en este contexto. Por ejemplo, el libro diseca en el cerebro, y como se ha venido haciendo clásicamente, los procesos neurales, substrato de la emoción, de aquellos otros que lo son de la razón, según se quiera obtener información acerca de las emociones o de la propia cognición. Sin embargo hoy se apunta que tal separación no existe, y que el cerebro funciona pasando la información sensorial de lo que nos rodea, orquestada por los códigos del propio cerebro, al cerebro límbico (emocional) en donde adquiere significado, sea este de bueno o malo, placentero o doloroso. Y es después que esta última información, 'coloreada emocionalmente', pasa al resto de las áreas del cerebro en donde en las áreas de asociación de la corteza cerebral se construyen los abstractos y con ellos su distingo y clasificación y con ello la propia cognición (pensamiento y conciencia). No hay pues razón sin emoción. No hay procesamiento de abstractos o ideas ajeas a la impregnación emocional y de sentido de supervivencia que estos abstractos contienen. Sin ese conocimiento, sin ese diseño, es difícil creer que pueda construirse ninguna “máquina” que se aproxime al funcionamiento del cerebro humano. Por eso no comparto la idea del autor cuando señala que "...si lo que se persigue es (conocer) solo la inteligencia cognitiva humana, entonces el neocortex (la corteza cerebral) es suficiente".
Desde la neurociencia actual, además, me permito señalar algunos 'pequeños aspectos conceptuales' vertidos en el libro que a mi, personalmente, me parecen un tanto anacrónicos, como aquellos del 'cerebro reptiliano' o 'cerebro antiguo-cerebro moderno' que se alejan de los conceptos de la función integrada y distribuida en códigos de tiempo a lo largo y ancho de todo el cerebro. O la adscripción simplificante de ciertas funciones cognitivas a neurotransmisores concretos como la dopamina, serotonina o noradrenalina, cuando hoy se sabe de la dinámica de muchos neurotransmisores en solo el 'pequeño ordenador' que es una sola sinapsis y que liberados conjuntamente interaccionan con múltiples receptores. Y de sus cambios plásticos y dinámicos a lo largo del día. Y todo ello sin añadir que mas allá de esas 'células nobles' que son las neuronas, está el importante papel de ciertas células gliales, los astrocitos, relevantes en la función de otros neurotransmisores, como el ácido glutámico y el GABA, en la corteza cerebral y por ende relevantes como sustrato neural de las altas funciones cognitivas humanas.
Y un apunte también breve, casi al final, referido a 'cerebro y ordenadores' y a esa pregunta vertida en el capítulo ocho. Pregunta de gran controversia en la respuesta y que el autor deja realmente abierta, cuando a mí me parecería que la respuesta debiera ser rotunda y definitivamente clara, es decir, NO. Los ordenadores 'sin son máquinas' que nunca entenderán, por su diseño, lo que entiende el cerebro humano, que es la necesidad de comer, beber y reproducirse, y con ello dedicar todo su funcionamiento a esa lucha azarosa por la supervivencia. Esa diferencia viene marcada por un complejo proceso de azar, reajustes y determinantes sucedido en ese duro banco 'real' de la evolución biológica a lo largo de cientos de millones de años. Frente a ello el ordenador es un 'pobre' trabajo de apenas unos cien años hecho por el hombre.
En definitiva, aparte criticas que todo trabajo conlleva, considero que se trata de un libro muy interesante y desde luego importante de alta divulgación. Libro de interés tanto para los amantes de la inteligencia artificial como para los estudiosos de la Neurociencia. Libro que permite pensar y soñar, ingredientes sin duda imprescindibles para el funcionamiento de toda mente humana. Su lectura difícilmente dejará impasible una mente crítica.
Datos de la publicación:
Autor: Ray Kurzweil. Lola Books. Berlín, 2013. 380 páginas.
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