La buena noticia es que la resiliencia no es un rasgo de personalidad, sino que se puede aprender y practicar día a día.


UN REPERTORIO DE PENSAMIENTOS, CONDUCTAS Y ACCIONES

Los líderes que tienen éxito se muestran capaces de salir fortalecidos frente a las dificultades y muchas veces se reinventan a sí mismos para superar las crisis.
Esto nos muestra la capacidad de resiliencia del líder, característica que se encuentra muy relacionada con un componente de la inteligencia emocional que ya hemos mencionado, la propia motivación.
¿Cómo logran salir adelante las personas después de situaciones difíciles que cambian sus vidas? La muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, las enfermedades serias, los ataques terroristas y otros eventos traumáticos son algunos ejemplos. Muchas personas reaccionan frente a ellas con un torrente de emociones fuertes y con mucha angustia.
Sin embargo, las personas, en general, logran adaptarse a estas situaciones críticas y a las continuas condiciones de estrés. ¿Qué les permite hacerlo? La respuesta es la “resiliencia”, un proceso psicológico que toma tiempo y esfuerzo y que implica una serie de pasos. Significa ser capaz de “rebotar” a partir de estas experiencias difíciles.

RECOBRAR SU FORMA ORIGINAL

La resiliencia —del latín resilio— es un término propio de la física y se refiere a la capacidad de un material de recobrar su forma original después de haber estado sometido a altas presiones.
La teoría de la resiliencia cobra significado a partir de las diferencias individuales en la reacción ante circunstancias adversas, generadoras de estrés. Mientras algunas personas sucumben a dichas circunstancias, evidenciando desequilibrio y trastornos a diversos niveles, otras se fortalecen.
El líder, a través de la persuasión y de su ejemplo, jugará un papel muy importante en la autoeficacia y resiliencia que puedan tener sus seguidores
Precisamente, las principales preguntas formuladas por los investigadores sociales en los últimos años en esta área se relacionan con los determinantes del enfrentamiento exitoso al estrés y a la adversidad.
La resiliencia no es un rasgo de personalidad. Más bien, incluye un repertorio de pensamientos, conductas y acciones que pueden ser aprendidos y desarrollados por cualquiera de nosotros.
La mayoría de los investigadores coinciden en que, entre los ámbitos a desarrollar para fomentar la resiliencia, se destacan las redes de apoyo informales (parientes, amigos, maestros), la capacidad de encontrarle algún sentido a la vida, el desarrollo del sentido del humor y, por sobre todo, la aceptación incondicional de una persona significativa.
Cambiar algunos aspectos de la situación en que una persona se encuentra es una estrategia tanto cognitiva como conductual, ya que implica pensar y actuar en forma diferente. Uno cree que no se puede hacer nada para cambiar la forma de enfrentar los problemas, pero en realidad sí podemos cambiar nuestro repertorio hacia conductas más sanas que produzcan menos estrés.
En el aprendizaje de la resiliencia es muy importante destacar el papel que tienen las aptitudes sociales y aptitudes resolutivas, que permiten la sensación de tener cierto control sobre la propia vida, así como un cierto grado de eficacia personal.
Veremos ahora cómo estos dos factores pueden ayudar al desarrollo de la resiliencia:
1. Lugar de control: Este determina en qué grado creen los individuos que sus conductas pueden influir sobre su ambiente. Algunos piensan que son autónomos, dueños de sus destinos y asumen la responsabilidad personal de lo que les sucede. Ven el control de sus vidas como algo que proviene de su interior.
Por otro lado, también hay quienes se ven a sí mismos como personas indefensas en manos del destino, controladas por fuerzas externas sobre las que tienen poca o ninguna influencia. Estas personas creen que el lugar de control es externo en vez de interno.
Un estudio internacional, sobre una muestra de 900 empleados públicos, mostró que quienes tenían control interno estaban más satisfechos con sus trabajos, más próximos a ocupar un puesto de liderazgo y con un estilo de dirección participativo.
En general, los resultados de la investigación sugieren que los individuos con control interno son más resistentes a las presiones y menos proclives a ser convencidos para cambiar sus actitudes.
2. La autoeficacia: Este concepto se define como la creencia de que uno puede actuar adecuadamente en una determinada situación.
Cuando los individuos adquieren una orientación en su control interno que los guía a fijar objetivos y a desarrollar planes de acción que suelen cumplirse, desarrollan un sentido de autoeficacia. El sentido que tienen las personas sobre su propia capacidad influye en su percepción, su motivación y su rendimiento.
La percepción de las habilidades que tiene cada persona de sí misma se explica mejor como un conjunto de evaluaciones específicas sobre sus logros pasados y actuales, el rendimiento de los demás y sus propios estados emocionales.

FUENTES DE LA AUTOEFICACIA

Es así como se pueden reconocer distintas fuentes de información en la generación de la autoeficacia:
• Logros personales: La información más importante proviene de estos, ya que no hay nada que nos convenza más de nuestra eficacia personal que las realizaciones actuales o pasadas.
Estos logros personales, además de influir en la elección de actividades, tareas y situaciones, también influyen en el esfuerzo a realizar y en el plazo que la persona se concede para conseguir lo que se ha propuesto. Por ejemplo, el tiempo y el esfuerzo que un estudiante dedica a una materia o a un curso depende más de su sentido de autoeficacia, que de su habilidad.
Sam Walton —fundador de Wal-Mart— era un ejemplo de individuo con un nivel de autoeficacia suficiente para enfrentarse y vencer a Sears, K-Mart o Target. Walton elegía las oportunidades, urdía los planes, visualizaba las situaciones y expresaba cómo Wal-Mart llegaría a conseguirlo.
• Experiencia vicaria: Otra fuente de información proviene de la experiencia de otras personas. Mientras más similares a uno, mayor es la influencia que tienen estos modelos. Si percibimos que ellos pueden realizar las tareas con éxito, tenemos un cierto grado de seguridad en que nosotros también podríamos ser eficaces en situaciones parecidas.
Por ejemplo, si nos damos cuenta de que un conocido puede hablar en público sin dificultades, sentimos que también podríamos lograrlo.
• Persuasión: Las expectativas de un líder sobre el rendimiento laboral pueden considerarse como una información importante en la percepción de eficacia del empleado.
La fortaleza de la persuasión estaría influida por la credibilidad del líder, la relación previa con el empleado, su peso en la organización, etc. Claramente, si alguien que nosotros admiramos cree en nuestra eficacia, esto aumenta las posibilidades de éxito en nuestra tarea.
Al respecto, se habla del efecto Pigmalión: el aumento del rendimiento que se deriva de las expectativas positivas que tengan otros sobre nuestra persona.
•  Estados emocionales: Estos nos informan acerca del grado de eficacia con que esperamos realizar una tarea. Cuando nos sentimos confiados e internamente relajados, enfrentamos los desafíos con la tranquilidad necesaria para superarlos; por el contrario, cuando sentimos un exceso de ansiedad, esperamos y frecuentemente tenemos, un fracaso como resultado de nuestras acciones.
Sin embargo, es necesario reconocer el nivel óptimo de excitación emocional, ya que con muy poco estrés o desafío, nos dejamos estar y no rendimos al máximo; por otro lado, con mucha ansiedad nos vemos sobrepasados.
¡Hasta el próximo domingo!
La ayudante de este curso es Claudia Papic, executive MBA UC y magíster en Ciencias Biológicas U. de Chile.
Las redes de apoyo, el sentido a la vida, desarrollar el humor y contar con la aceptación de incondicional de alguien fomentan la resiliencia.

TRES DIMENSIONES DE LA AUTOEFICACIA

La autoeficacia tiene tres dimensiones: la magnitud, el nivel de dificultad que una persona cree poder enfrentar; la fortaleza, el autoconvencimiento de que uno es fuerte o débil, y la generalidad, o el grado en que este sentido de eficacia personal se generaliza a través de las situaciones que enfrenta la persona.
Nunca tratamos de hacer un trabajo cuando no creemos ser eficaces. Intentamos evitar ciertas personas, estados y situaciones cuando no nos sentimos a la altura de las circunstancias.