En los últimos meses comenzaron a salir al mercado las primeras pantallas curvas. Ahora la televisión ha dejado atrás las líneas clásicas para apostar por un diseño curvo que, dicho sea de paso, enamora a quien lo ve. No obstante, más allá de la calidad de imagen que puede reportar este nuevo modelo, lo cierto es que nos llama la atención porque nuestro cerebro es un amante irredimible de las curvas. Numerosas investigaciones han encontrado que preferimos las curvas antes que los ángulos rectos, y esto se aplica lo mismo a un reloj de pulsera que al diseño de muebles o a cualquier otro objeto con el que nos relacionemos.
¿Por qué preferimos las formas curvas?
Básicamente, lo que sucede es que cuando vemos las curvas, nos sentimos aliviados. Es decir, nuestro cerebro comprende que no hay peligro y nos permite relajarnos. Al contrario, las líneas duras y las esquinas que transmiten una sensación de fuerza y solidez nos mantienen alertas, nuestro sistema de detección del peligro se mantiene activado y nos impide relajarnos porque detecta que hay un riesgo en el ambiente.
Un estudio realizado en la Universidad de Harvard encontró que las formas de los objetos que nos rodean producen una activación de la amígdala, una estructura vinculada al procesamiento emocional y el miedo. De hecho, en este experimento los psicólogos apreciaron que unas simples gafas con formas más lineares provocan un aumento de la tensión en quienes debían compartir mesa con la persona que las llevaba. Al contrario, unas gafas de formas redondeadas aliviaban la tensión.
Otro estudio, esta vez realizado en colaboración entre la Universidad de Toronto y la Universidad de La Laguna, descubrió que las formas curvas de los muebles que nos rodean activan las áreas de placer de nuestro cerebro. Estos psicólogos afirman que preferimos los muebles curvos sobre los que tienen líneas más duras y que los primeros generan el mismo placer que puede provocar una obra de arte.
Ante estos resultados, no es extraño que haya surgido una nueva disciplina denominada neuroestética, en la cual se estudian las relaciones entre las artes y nuestro cerebro teniendo en cuenta cómo inciden las diferentes formas, los colores y la iluminación.
Obviamente, estos resultados nos demuestran que los objetos cotidianos no son, al fin y al cabo, tan ordinarios como pensábamos, sino que pueden generar intensas reacciones (aunque muchas de ellas son inconscientes), casi al mismo nivel que la música o el arte. En este punto, los neurocientíficos están convencidos de que las curvas son una especie de elixir emocional que nos ayuda a disminuir el nivel de ansiedad.
Por tanto, la próxima vez que planees cambiar la decoración de tu hogar o de la oficina, piensa que las formas curvas te ayudarán a relajarte y que también contribuyen a crear un ambiente mucho más agradable y distendido para quienes te visiten.
Fuentes:
Vartanian, O. et. Al. (2013) Impact of contour on aesthetic judgments and approach-avoidance decisions in architecture. PNAS; 110(2): 10446-10453.
Bar, M. & Neta, M. (2007) Visual elements of subjective preference modulate amygdala activation. Neuropsychologia; 45(10): 2191–2200.
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