"Cásate con alguien que disfrute escucharte
diciendo algo banal, como el precio de los
tomates, o que te entienda cuando necesites
filosofar de los desamores de Nietzsche. Si
esa persona no te hace reír, tampoco te sirve
para casarte. Llegará un momento que todo
lo que podrán hacer es reírse de sí mismos.
Y no hay nada más cruel que estar en apuros
con alguien sin espontaneidad, sin vida en sus
ojos".
martes, 19 de mayo de 2015
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