Recién llegado de su anterior periplo temporal, Marty McFly debe embarcarse en una nueva aventura cuando su amigo Doc aparece de improviso con una versión modernizada del coche DeLorean. Le pide que tanto el joven como su novia viajen al futuro para solucionar un problema con la ley que tendrá entonces uno de sus hijos.
Así comienza la segunda entrega de la película Regreso al Futuro. En ella, los tres viajeros emprenden una travesía algo caótica que les lleva al 21 de octubre de 2015, justo 16 años después de su estreno en los cines de todo el mundo. Con esa fecha en ciernes, aficionados y expertos llevan meses hablando de robocordones, patines voladores y demás guiños que la ficción presentó en un futuro que ahora es nuestro presente.
Originariamente Regreso al Futuro, dirigida por Robert Zemeckis, no estaba concebida como una trilogía. La segunda (1989) y la tercera (1990) parte se crearon por el éxito de la primera (1985). Ambas secuelas, siendo películas muy distintas, se grabaron a la vez y desarrollan dos perspectivas de viajes en el tiempo, una hacia el futuro (II) y otra hacia el pasado (III).
“En la segunda parte el concepto de paradoja temporal se amplía y ya podemos hablar de ‘efecto mariposa’, es decir, cómo un pequeño cambio puede modificar toda la realidad. En la primera película esos cambios solamente se ven en fotografías; ya en la segunda se presenta una alternativa del futuro”, afirma José Rovira Collado, experto en ciencia ficción del departamento de Innovación y Formación Didáctica de la Universidad de Alicante.
"En este sentido es muy interesante –y divertida– la reflexión que se hace en la octava temporada de la serie Big Bang Theory sobre las líneas en el tiempo en Regreso al Futuro II”, continúa Rovira.
Pero, ¿tan diferente era el Hill Valley de 2015 de lo que sería en la actualidad? Obviando el hecho de que hoy en día no existen máquinas del tiempo como tal, en la película aparecen gadgets inalcanzables todavía, otros totalmente superados y muchas curiosidades sobre una época muy lejana y prometedora desde una visión ochentera.
Como explica a Sinc Luis Martí, investigador español que en la actualidad trabaja en el laboratorio de Inteligencia Computacional Aplicada de la Universidad Pontificia Católica de Río de Janeiro (Brasil), “nuestro 2015 es bastante parecido al 2015 de la película”.
“El equipo de producción de la película hizo un trabajo muy interesante pensando cómo la tecnología afectaría a la vida de las personas normales. Otras películas antológicas, como 2001: Una odisea del espacio, se ubican en un contexto de alta tecnología y, por tanto, hasta cierto punto más fácil de concebir, imaginar y predecir”, continúa Martí.
Sin embargo, en la opinión de José Manuel Molina López, científico del departamento de Ciencia Computacional de la Universidad Carlos III de Madrid, en España, “los verdaderos cambios que produce la tecnología son imprevisibles porque no son mejoras o adaptaciones de cosas que conocemos, son rupturistas”.
Para Molina, estas mejoras son difíciles de predecir: “Un coche que vuela es un avance sobre el coche que tenemos actualmente, pero en todas las películas donde aparece ese concepto se ven calles (aunque sean aéreas), atascos, etc. Es decir, que aunque nos imaginemos que la máquina hace su función ‘mejor’, no somos capaces de suponer la interacción”.
Originariamente Regreso al Futuro no estaba concebida como una trilogía, y la segunda (1989) y la tercera (1990) parte se crearon por el éxito de la primera (1985). (Foto: Universal Pictures)
Un caso paradigmático son las redes inalámbricas. De hecho, en la ficción no aparecen los teléfonos móviles. “Con la cantidad de películas que han visitado el futuro con más de 15 años, ninguna imaginó el teléfono móvil que hoy todos llevamos en el bolsillo”, añade.
En cambio, salen cabinas de teléfono –hoy en día de uso casi simbólico– y máquinas de fax por todos lados. “Ahora mismo yo no sé dónde está el fax de mi departamento. Sé que hay uno porque tengo el número en mi firma de correo electrónico, pero nada más”, bromea Martí.
De todas las ideas que se imaginan en la película, algunas se han hecho realidad. Así, en la cinta se producen varias comunicaciones entre personas mediante videoconferencias, habituales en la actualidad. También aparecen drones. “Realmente son cámaras que filman de forma autónoma o remota, pero la idea es similar a la de los drones que se utilizan hoy en día para tomar imágenes de conflictos armados”, apunta Molina.
Hay otras tecnologías que aparecen en la ficción y en nuestro 2015 de forma parecida, aunque no exactamente igual. Por ejemplo, en la película queda implícito que los ordenadores están interconectados entre sí, pero nosotros usamos internet de una manera más directa.
Por otro lado, aparecen gafas de realidad aumentada, o al menos eso parece, con las que los actores pueden ver películas o interaccionar mediante instrucciones vocales. “Esta idea es actualmente una realidad, aunque a lo mejor no con tantas funcionalidades”, continúa el experto.
Con respecto a la lectura de huellas dactilares, está a la orden del día. Por ejemplo en los cajeros automáticos de Brasil en vez de teclear el código PIN, para acceder a la cuenta se pone el dedo y se lee la huella dactilar. “Claramente en eso acertaron de pleno; también es cierto que en su época esa tecnología estaba en la mente de los científicos”, subraya.
Además, los niños en la sala de videojuegos juegan como si se tratara de la videoconsola Kinect, de la marca Xbox One, ya que no tienen mandos clásicos en las máquinas. “Aunque la idea de ‘sala de videojuegos’ está obsoleta hoy, los niños juegan sin tocar nada y es la propia máquina la que interpreta sus gestos”, confirma Molina. “Lo que desde luego no tenemos son coches voladores ecológicos”, bromea.
Para Martí, el fallo principal está en las fuentes de energías y los medios de transporte. “En la película aparece un mundo ecológicamente correcto, donde el depósito de un coche se puede llenar con una cáscara de plátano. En este caso podríamos decir que el fallo ha sido nuestro por no haber solucionado nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Creo que la industria automovilística ya ha decidido que tiene que innovar de forma radical”.
Otro aspecto destacado es la supresión de los abogados en los juicios. De hecho, Doc le comenta a Marty como, desde entonces, ‘el sistema judicial va como la seda’. “Es interesante la idea de los juicios automatizados en los que cada parte presenta su caso y el ordenador analiza todas las leyes y toma una decisión. Conozco a unos informáticos en Madrid que están desarrollando esta idea como parte de los procesos de mediación”, sostiene.
Eso sí, los zapatos ‘robóticos’ no existen por ahora. Tal vez porque en realidad no hay una necesidad real de usarlos. En cambio, sí que existen zapatillas inteligentes que recopilan información sobre el uso o incluso se adaptan a la actividad que se está realizando.
“Hay que diferenciar entre tecnologías trascendentes y guiños tecnológicos”, sostiene Martí. “Por ejemplo, no es lo mismo acertar en el uso ubicuo en casa de los ordenadores, lo que ahora se llama internet de las cosas o la inteligencia ambiental, con predecir zapatos que se acordonan solos”.
Las predicciones siempre son arriesgadas, pero quizá en un futuro no muy lejano esa tecnología soñada y la realidad puedan fundirse. “Empezamos a tener sensores o dispositivos en las personas, y son ellas las que vuelcan esa información en la red. Tras su análisis vamos a tener mucho conocimiento y mucho poder. Viviremos en un gigantesco gran hermano donde todo va a estar controlado, pero el problema del control es quién controla a los controladores”, subraya Molina.
El experto interpreta que la tecnología estará inmersa en la realidad y veremos la realidad a través de los aparatos tecnológicos. Un ambiente inteligente y una realidad virtual, sensores y actuadores para facilitarnos la vida y el acceso a la información, junto a dispositivos que nos permitan ver la realidad y toda la información asociada.
Por su parte, Martí indica que, en el campo de la informática, se resolverá cada vez mejor el problema de la interfaz entre la tecnología y las personas. “Las interfaces táctiles, gestuales y por voz pueden revolucionar nuestra interacción con la tecnología. Seguramente la haremos cada vez más adaptada a nosotros, llegando al punto de eliminar la separación entre máquina y persona”.
Otro punto que es ya una realidad es el uso de computadores de alto desempeño y técnicas de inteligencia artificial para extraer conocimiento de grandes cantidades de datos. Esta área, conocida como ‘Big Data’ permitirá predecir tendencias, clima, tráfico y muchas otras aplicaciones.
“Esto se combina con lo que se llama la singularidad tecnológica. Hay varios ‘pensadores' que creen que va a emerger una inteligencia artificial superior más allá del control humano”, apunta. “Por otro lado, espero que veamos al fin la llegada de la robótica a la vida diaria. Un punto muy interesante, y que ya está muy desarrollado, son los coches que se conducen solos. Si no recuerdo mal, ya el estado de Arizona permite que los automóviles robóticos circulen por sus calles”.
Tanto si algún día conseguimos alcanzar ese futuro soñado en tantas películas de ciencia ficción, como si no, las personas seguimos viviendo con los mismos problemas, intereses, alegrías y tristezas. El mensaje de Zemeckis en toda la saga se mantiene fresco años después: las diferentes condiciones históricas y tecnológicas no cambian lo que somos, simples seres humanos.
Al cine le encanta elucubrar sobre el futuro. Ejemplos de ellos son los clásicos Metrópolis o Soylent Green –cuyo título en español fue Cuando el destino nos alcance–, que representan el futuro de forma muy elaborada, o las distintas versiones de La Máquina del Tiempo, otro de los referentes ineludibles.
Entre las películas más recientes está Looper, en la que confluyen diversas líneas temporales. “También la nueva X-Men: Días de futuropasado, que habla de cambios en el futuro por viajes en el tiempo, aunque el cómic es muy superior a la película”, explica José Rovira Collado.
“Como distopía postapocalípitica, además de la adaptación de 1984, es fundamental la trilogía Mad Max, cuya cuarta entrega está a punto de estrenarse en mayo de este año”, continúa Rovira. “Y tampoco debemos olvidar todo el universo Star Trek, como representación de los viajes en el espacio y en el tiempo”.
Por supuesto, si hablamos de esta temática a todos nos viene a la cabeza la saga postapocalíptica Terminator, especialmente la primera película. Y 2001: Una odisea en el espacio y su secuela 2010: Odisea Dos, ya superadas temporalmente, aunque sobrepasaron las gestas espaciales alcanzadas en la actualidad.
“Una representación del futuro, a pesar de no viajar en el tiempo, es la triología Matrix. Aquí la segunda y la tercera parte son muy inferiores, pero la original es un futuro apocalíptico dominado por las máquinas y una realidad virtual, como metáfora de internet, que nos mantiene a todos encadenados”, afirma el experto.
Y no podemos olvidarnos de Blade Runner, estrenada en 1982 y que se desarrolla en 2019. “Hay muchos elementos que ya se han superado, pero otros, como los replicantes o los viajes en el tiempo, están todavía muy lejanos. Las megalópolis, la mezcla de cultura y el poder de las megacorporaciones son una realidad. Es uno de los pocos ejemplos donde la película supera el relato de P. K. Dick y es fundamental en el imaginario del futuro distópico”, concluye Rovira.
Por último, la televisión también ha simulado el futuro. Distintas series han trabajado mucho el viaje temporal, como Stark Trek: Enterprise o Doctor Who, cuya etapa más moderna, iniciada en 2005, continúa emitiéndose en la actualidad con legiones de aficionados en todo el mundo. (Fuente: SINC/Verónica Fuentes)
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