"Nunca demasiado viejo, nunca demasiado mal, nunca demasiado tarde, nunca demasiado enfermo para empezar, una vez más, desde el principio " —Bikram Choudhury
Poco a poco, casi sin darnos cuenta, el paso de los años nos transforma. No me refiero sólo al envejecimiento, ese cambio es evidente. Existe otro, más sutil, que no alcanzamos a notar.
Imagina que eres dueño de un auto clásico fabricado hace 50 años, que aún funciona y luce de maravilla. No obstante, aunque parece igual, es un coche totalmente distinto al que salió de fábrica. Durante ese tiempo las piezas sufrieron el desgaste del uso y todas tuvieron que ser reemplazadas. Hoy no queda ninguna de las originales, aunque conserva la misma matrícula, es un coche diferente.
Eso mismo ocurre con nuestro cuerpo, las células que lo componen van muriendo y naciendo de forma constante. Según algunas investigaciones, cada 10 años nuestras células han sido reemplazadas por completo, es decir, estrenamos cuerpo.
Con nuestras células pasa igual que con la población de un país: unos van naciendo, otros muriendo; unos duran más, otros menos, y al cabo de unas décadas, la población es otra distinta a la que existía antes. Sin embargo, el país se sigue llamando igual.
Nuestro cambio no es sólo físico, también cambia nuestra manera de ser. Cuando recuerdo las conversaciones que sostenía con mis amigos hace 5, 10 o 15 años, se hace evidente que mi forma de ser y de pensar ha cambiado. Incluso a veces siento un poco (o mucha) vergüenza por mis opiniones de años atrás. Estoy seguro que contigo pasa igual.
Estos cambios van ocurriendo poco a poco sin que nos demos cuenta. En nuestro día a día parece que nada es diferente, pero cuando miramos hacia atrás, observamos con asombro que todo es distinto.
Tus hábitos, tus gustos, tu sentido del humor, tu temperamento... nada se salva de esta inevitable ola transformadora. Y eso es bueno. Es bueno saber que no somos como monumentos condenados a deteriorarse por el paso del tiempo. Todo lo contrario, somos seres vibrantes con la capacidad de reinventarnos una y otra vez. Esa es una estupenda noticia: liberadora.
Dado que el cambio es inevitable ¿por qué no tomar la iniciativa, diseñar el cambio que queremos que ocurra y convertirnos en la persona que deseamos ser?
Te consideras un poco perezoso ¡cámbialo! Irascible y de paciencia corta ¡cámbialo! (tu familia te lo agradecerá). ¿Insatisfecho con tu nivel de inteligencia? Siéntate a leer y ¡cámbialo! ¿Te da un poco de envidia los éxitos de los demás? Pff... si descubriste como cambiarlo, avísame, yo todavía no he podido.
No importa si somos jóvenes o viejos, la ciencia ha demostrado que cambiar siempre es posible, incluso a edades avanzadas, lo llaman neuroplasticidad.
Convertirnos en mejores personas depende solo de nosotros, lo único que hace falta es empezar. Un pequeño cambio es todo lo que necesitamos.
Imagina que eres dueño de un auto clásico fabricado hace 50 años, que aún funciona y luce de maravilla. No obstante, aunque parece igual, es un coche totalmente distinto al que salió de fábrica. Durante ese tiempo las piezas sufrieron el desgaste del uso y todas tuvieron que ser reemplazadas. Hoy no queda ninguna de las originales, aunque conserva la misma matrícula, es un coche diferente.
Eso mismo ocurre con nuestro cuerpo, las células que lo componen van muriendo y naciendo de forma constante. Según algunas investigaciones, cada 10 años nuestras células han sido reemplazadas por completo, es decir, estrenamos cuerpo.
Con nuestras células pasa igual que con la población de un país: unos van naciendo, otros muriendo; unos duran más, otros menos, y al cabo de unas décadas, la población es otra distinta a la que existía antes. Sin embargo, el país se sigue llamando igual.
Nuestro cambio no es sólo físico, también cambia nuestra manera de ser. Cuando recuerdo las conversaciones que sostenía con mis amigos hace 5, 10 o 15 años, se hace evidente que mi forma de ser y de pensar ha cambiado. Incluso a veces siento un poco (o mucha) vergüenza por mis opiniones de años atrás. Estoy seguro que contigo pasa igual.
Estos cambios van ocurriendo poco a poco sin que nos demos cuenta. En nuestro día a día parece que nada es diferente, pero cuando miramos hacia atrás, observamos con asombro que todo es distinto.
Tus hábitos, tus gustos, tu sentido del humor, tu temperamento... nada se salva de esta inevitable ola transformadora. Y eso es bueno. Es bueno saber que no somos como monumentos condenados a deteriorarse por el paso del tiempo. Todo lo contrario, somos seres vibrantes con la capacidad de reinventarnos una y otra vez. Esa es una estupenda noticia: liberadora.
Dado que el cambio es inevitable ¿por qué no tomar la iniciativa, diseñar el cambio que queremos que ocurra y convertirnos en la persona que deseamos ser?
Te consideras un poco perezoso ¡cámbialo! Irascible y de paciencia corta ¡cámbialo! (tu familia te lo agradecerá). ¿Insatisfecho con tu nivel de inteligencia? Siéntate a leer y ¡cámbialo! ¿Te da un poco de envidia los éxitos de los demás? Pff... si descubriste como cambiarlo, avísame, yo todavía no he podido.
No importa si somos jóvenes o viejos, la ciencia ha demostrado que cambiar siempre es posible, incluso a edades avanzadas, lo llaman neuroplasticidad.
Convertirnos en mejores personas depende solo de nosotros, lo único que hace falta es empezar. Un pequeño cambio es todo lo que necesitamos.
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